EL JUICIO DE DIOS
Ahora debemos proceder para ver de qué manera Dios ejecutó Su juicio sobre estas siete naciones. Dios ejecutó Su juicio de cuatro maneras: al destruir estas naciones, al desolarlas, al abatirlas y al entregarlas al averno, esto es, a lo más profundo de la tierra (31:14). ¿Dónde están aquellos en el Imperio romano que aborrecían a la iglesia? Ellos están en lo más profundo de la tierra, el lugar adonde todo perseguidor de la iglesia irá finalmente.
Es crucial que tomemos medidas con respecto a nuestro viejo hombre. Si no juzgamos nuestro viejo hombre, Dios ejecutará Su juicio sobre nosotros, haciéndonos personas bajas y “abatidas” en espíritu. Si juzgamos nuestro viejo hombre, sin preocuparnos por ser los primeros o por tener una posición en la iglesia, seremos felices en la vida de iglesia, estaremos “arriba” y nuestro espíritu será “elevado”. Haber sido “abatidos” significa que estamos bajo el juicio de Dios.
Debido a que hacemos caso a nuestro hombre natural, a veces Dios, en Su juicio, nos destruirá y nos hará caer en desolación. Cuando estamos desolados, en nosotros no hay nada fresco, nuevo, viviente y en crecimiento. En lugar de ello, somos como un desierto. La desolación es resultado de hacerle caso a nuestro hombre natural. Cuanto más recurrimos a nuestra sabiduría natural, más desolados seremos. Pero si juzgamos nuestro hombre natural, nuestro espíritu se levantará y seremos personas frescas, vivientes y florecientes.
Nuestro viejo hombre y nuestro hombre natural ciertamente deben recibir el trato de Dios. No podemos ser responsables por los “amonitas”, los “moabitas”, los “tirios”, los “sidonios” y los “egipcios”; pero podemos y debemos ser responsables por los “edomitas” y los “filisteos”, que representan a nuestro viejo hombre y nuestro hombre natural. Por la gracia de Dios tenemos que tomar medidas exhaustivas con respecto a nuestro viejo hombre y nuestro hombre natural y no permitirles llevar adelante su obra de destrucción en la iglesia. En 1 Corintios 3:17a se nos dice: “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él”. Si nuestro viejo hombre y nuestro hombre natural destruyen la iglesia de Dios, Dios nos destruirá a nosotros junto con nuestro viejo hombre y nuestro hombre natural. Al respecto, tenemos que aprender a temer a Dios.
(Estudio-vida de Ezequiel, capítulo 15, por Witness Lee)