EL CICLO DE VIDA, LUZ Y UNIDAD
Es preciso ver que la unidad entre los hijos de Dios se preserva por medio de la vida y la luz, y que no se mantiene con doctrinas, organización ni manipulación. Agradecemos al Señor que en Su recobro tenemos luz y vida. En primer lugar, somos alumbrados por medio del hablar del Señor; después recibimos el suministro de vida. Sin embargo, finalmente la vida introduce más luz. De hecho, disfrutamos el ciclo de luz y vida, y de vida y luz. Cuanta más luz tenemos, más vida disfrutamos; cuanta más vida disfrutamos, más luz recibimos. La luz, la vida y la unidad siempre van juntas. Cuanta más luz recibamos, más vida tendremos; cuanta más vida tengamos, más unidad experimentaremos; y cuanta más unidad tengamos, más luz recibiremos. Este ciclo de luz, vida y unidad preserva la unidad.
Sin embargo, cuando estamos en tinieblas y muerte perdemos la unidad. Las tinieblas traen muerte, y la muerte causa separación. Pero cuando nos arrepentimos y nos confesamos ante el Señor, somos lavados por Su preciosa sangre. El lavamiento de la sangre siempre está relacionado con el resplandor de la luz (1 Jn. 1:7). A medida que somos lavados por la sangre bajo el resplandor de la luz, una vez más experimentamos la vida. Según nuestra experiencia, podemos testificar que la vida, la luz y la sangre en 1 Juan 1 también operan como un ciclo que nos guarda en unidad. Pero cuando estamos en tinieblas, perdemos la unidad, porque perdemos el terreno apropiado de la iglesia, lo cual resulta en muerte y separación. Vemos de nuevo que la esencia de la unidad es vida y luz. La unidad está en la vida, con luz y sobre el terreno apropiado.
(Terreno genuino de la unidad, El, capítulo 2, por Witness Lee)