LLEGAR A SER HIJOS PARA EL CUERPO
Mateo 16 también nos muestra la importancia de la iglesia. En 16:15 el Señor le preguntó a Sus discípulos: “Vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”. Pedro fue el primero en responder: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). A Pedro le fue revelado que Jesús era el Cristo, Aquel que fue designado por Dios para llevar a cabo la comisión de Dios. Sin duda, esta comisión se relaciona con la edificación de la iglesia. Pedro vio que el Señor Jesús era el Cristo y también el Hijo del Dios viviente. Por ser el Hijo del Dios viviente, el Señor produce a los muchos hijos de Dios como los miembros del Cuerpo. El Cuerpo de Cristo no puede ser edificado con el hombre natural; al contrario, el Cuerpo se puede edificar únicamente con aquellos que han sido regenerados para ser hijos de Dios.
Cuando creímos en el Señor Jesús, le recibimos no solamente como Salvador y Redentor, sino también como el Hijo del Dios viviente. La mayoría de los cristianos saben que cuando fueron salvos recibieron a Cristo como Salvador y Redentor, pero muchos de ellos no saben que también le recibieron como el Hijo del Dios viviente. Yo tampoco me di cuenta de esto cuando me convertí a Cristo. Nuestro Salvador, Jesucristo, es el Hijo del Dios viviente. Este título de Cristo significa que Él es quien nos hace hijos de Dios. Cuando recibimos a Cristo como el Hijo de Dios, nosotros también llegamos a ser hijos de Dios.
Según el libro de Romanos, todos aquellos que han sido justificados mediante la fe en Cristo son miembros del Cuerpo de Cristo. Sin embargo, para ser miembros del Cuerpo, primero debemos ser hechos hijos de Dios; es decir, primero debemos ser “hijificados”. Por esta razón, la filiación se menciona en Romanos 8, mientras que el Cuerpo se menciona en el capítulo 12. Solamente al llegar a ser hijos de Dios podemos ser miembros del Cuerpo de Cristo.
(Terreno genuino de la unidad, El, capítulo 1, por Witness Lee)