EXALTADOS, MEZCLADOS, PLANTADOS Y FLORECIENDO
En el salmo 92 vemos aún más aspectos del disfrute que tenemos en la casa de Dios. El versículo 10 dice: “Pero Tú aumentarás mis fuerzas como las del toro salvaje; seré ungido con aceite fresco”. Si estamos en la vida de iglesia, podemos ser tan fuertes como un toro salvaje. Y también contamos con “dos cuernos” que han sido elevados. Esto sólo es posible en la casa de Dios. Además, en la casa de Dios somos ungidos, incluso mezclados [heb.], con aceite fresco. Exteriormente contamos con dos cuernos que han sido elevados, y en nuestro interior estamos mezclados con aceite fresco. Todos en la vida de iglesia pueden tener “cuernos” como los de un toro salvaje y también pueden estar mezclados con aceite fresco.
Muchos de los que hemos entrado en la vida de iglesia, hemos experimentado que nuestro cuerno es exaltado. Antes de morar en la iglesia, éramos personas débiles y con frecuencia éramos derrotados. Pero cuando entramos a la morada de Dios, nos dimos cuenta de que nuestro cuerno se elevaba por encima de nuestro enemigo. Además, detectamos que habíamos sido mezclados con aceite fresco. En la casa de Dios diariamente tenemos el sentir de estar siendo mezclados con aceite fresco. Día tras día percibimos algo muy fresco: el aceite que se mezcla con nosotros. Nos sentimos refrescados debido a que somos continuamente ungidos con aceite fresco.
El versículo 13 dice: “Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán”. No solamente debemos morar en la casa del Señor, sino que también debemos ser plantados. ¿Han sido plantados en la vida de iglesia? Aquellos que han abandonado la vida de iglesia nunca fueron plantados en la iglesia. Una vez que hemos sido plantados en la casa del Señor, no podemos salir jamás.
Si hemos sido plantados en la casa de Jehová, floreceremos en los atrios de Dios. Esta expresión es muy significativa; estamos tanto en la casa como en sus atrios. Nuestras raíces se fijan en la casa, pero nuestras ramas se extienden a los atrios. El florecimiento no ocurre principalmente en las raíces, sino en las ramas.
El versículo 14 continúa: “Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. Aunque soy una persona mayor, soy más fructífero hoy que hace muchos años atrás. Tal como dice el versículo, aun en la vejez fructifico, y estoy vigoroso y verde. Podemos florecer hasta tal punto que aun cuando somos viejos producimos fruto. Esto es posible únicamente en la iglesia, la casa de Dios. Si somos plantados en la habitación divina, en los atrios de nuestro Dios floreceremos, aun en la vejez fructificaremos y estaremos vigorosos y verdes. Cuanto más tiempo moramos aquí, más jóvenes nos volvemos. Éste es el resultado de morar en la casa del Señor.
Estos versículos del salmo 92 indican que el único lugar escogido por Dios no solamente es el lugar apropiado para ofrecer sacrificios y adorar a Dios, sino que también es el lugar apropiado para crecer en vida. La vida cristiana apropiada es una vida que se planta en la iglesia y que florece en los atrios de la vida de iglesia. Aquí en la vida de iglesia tenemos el verdadero crecimiento en vida. A medida que crecemos, estamos vigorosos y verdes y, como resultado, seremos espontáneamente santos, espirituales y victoriosos.
¿Quién es más santo, espiritual y victorioso que aquellos que están plantados en la casa de Dios? Nadie puede sobrepasarlos en estos aspectos. Aquellos que moran en la casa del Señor no tienen necesidad de buscar santidad, espiritualidad ni victoria. Estos atributos llegan a ser suyos espontáneamente, porque están plantados en la vida de iglesia y están floreciendo. Debido a que están vigorosos y verdes, automáticamente son santos, espirituales y victoriosos. Esto indica que la manera apropiada de llevar la vida cristiana es participar en la vida de iglesia normal. A menos que llevemos una vida apropiada de iglesia, no podremos ser santos, espirituales ni victoriosos, pues estos atributos se encuentran solamente en la vida de iglesia. Cuando seamos plantados en la vida de iglesia, floreceremos con santidad, espiritualidad y victoria. Como resultado, adoraremos a Dios pero no sólo de una manera objetiva, sino de manera subjetiva; tal adoración proviene del Cristo que hemos disfrutado y que se nos ha impartido en la presencia de Dios.
(Terreno genuino de la unidad, El, capítulo 5, por Witness Lee)