SUBYUGADOS AL VENIR
AL LUGAR ESCOGIDO POR DIOS
Podemos pensar que este requisito es ridículo. Sin embargo, el pensamiento de Dios, es más elevado que el nuestro. Al ser restringidos a ir al lugar escogido por Dios, no abusamos de la gracia de Dios y somos subyugados en lo relacionado con nuestros deseos, nuestro temperamento y nuestra manera de ser. Todos tenemos nuestra manera de ser, nuestro temperamento y nuestras características naturales, pero no importa cuáles sean nuestras peculiaridades, todos tenemos que someternos. Si permanecemos en nuestra vida natural y en nuestra manera de ser natural con sus características particulares, será imposible que tengamos la clase de adoración que Dios busca. Todos debemos ser subyugados al acudir al único lugar, al terreno único. Esto significa que todos tenemos que ser subyugados por la iglesia. Si no estamos dispuestos a ser subyugados, pelearemos con los ancianos, con los otros hermanos y hermanas, y hasta con nuestro cónyuge. Es probable que no estemos de acuerdo con otros en los asuntos espirituales, ni en los asuntos de Dios. A nosotros nos gustan las cosas de cierta manera, pero a otra persona le gustan de otra manera. ¡Cuánto debemos ser subyugados al seguir el camino de la iglesia!
En el Estudio-vida de Colosenses señalamos que la paz de Cristo debe ser el árbitro en nuestros corazones. Sin embargo, aparte de la vida de iglesia es difícil experimentar la paz de Cristo como árbitro. Sí, la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones, pero sólo en el contexto de la vida de iglesia. En sentido real, es la iglesia la que es el árbitro. El camino de la iglesia es el camino donde somos subyugados. Puesto que somos subyugados por el terreno de la iglesia, somos preservados en la unidad. El único lugar escogido por Dios causa que no abusemos de la gracia de Dios, y también nos subyuga. Además, este camino único nos proporciona el verdadero disfrute de Cristo. Cuando tenemos el disfrute genuino de Cristo, somos uno. Somos uno en el disfrute de Cristo, es decir, somos uno al comer del rico fruto de la buena tierra. Sin embargo, como hemos indicado, sólo podemos presentar nuestras ofrendas de estos frutos únicamente en el lugar escogido por Dios. Nosotros, al igual que el salmista, debemos traer nuestras ofrendas a la casa de Dios.
(Terreno genuino de la unidad, El, capítulo 5, por Witness Lee)