EL PRIMER GRAN ERROR:
NO SABER LO QUE EL HOMBRE ES
¿Por qué dirá el hombre que puede ser salvo por las obras de la ley cuando ni siquiera sabe lo que él es? Se debe a que el hombre no sabe lo maligno que es él; no sabe que es carnal. Ya que el hombre se ha hecho carnal, hay tres cosas en él que nunca cambian: su conducta, su lujuria y su voluntad. Por causa de que el hombre es carnal, todo lo que haga es pecaminoso y maligno. Al mismo tiempo, la lujuria dentro de él está tentándolo, provocándolo activamente a pecar todo el tiempo. Además, la voluntad y el deseo del hombre rechazan a Dios. Puesto que la conducta del hombre está en contra de Dios, su lujuria lo provoca a pecar y su voluntad se rebela contra Dios, de ninguna manera puede hacer las obras de la ley y ser obediente a Dios. Por lo tanto, es imposible que el hombre satisfaga las demandas de Dios por medio de la justicia de la ley. No solamente tenemos una conducta exterior, también tenemos la lujuria en nuestro cuerpo. No solamente tenemos la lujuria en nuestro cuerpo, también tenemos la voluntad en nuestra alma. Tal vez usted pueda tratar con su conducta, pero la lujuria que se mueve dentro de usted, aunque no logre pecar, la conducta exterior existe en usted y lo provoca todo el tiempo. Y aunque usted odie su lujuria y se esfuerce en tratarla, su voluntad no es compatible en lo más mínimo con Dios. Muy dentro de su corazón, el hombre es rebelde para con Dios y quiere crucificar al Señor Jesús. Por un lado, la cruz significa el amor de Dios; pero por otro, significa el pecado del hombre. La cruz significa el gran amor que Dios tiene para tratar al hombre; pero también representa el inmenso odio que el hombre tiene para con Dios. El Señor Jesús fue crucificado en la cruz no solamente por los judíos, sino también por los gentiles. La voluntad del hombre para con Dios nunca ha cambiado. La voluntad del hombre está totalmente enemistada con Dios.
Romanos 8:7-8 dice: “Por cuanto la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede; y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. La mente puesta en la carne es enemistad contra Dios. Aquellos que están en la carne no están sujetos a la ley de Dios, ni tampoco pueden. No entendemos al hombre lo suficiente. Todavía creemos que el hombre puede curarse y ser útil. Entonces, decimos que las obras de la ley aún pueden salvar al hombre. Pero el hombre nunca se puede sujetar a la ley de Dios; eso simplemente no está en nuestra naturaleza. En nuestra conducta no existe el poder de sujetarse a la ley, ni en nuestra naturaleza. No sólo somos incapaces de sujetarnos a la ley, simplemente no estamos dispuestos. Ser incapaz de estar en sujeción corresponde a nuestra naturaleza y nuestra lujuria; no estar dispuesto a estar en sujeción corresponde a nuestra voluntad. Básicamente, el hombre no está sujeto a Dios en su voluntad.
Por lo tanto, la ley no manifiesta otra cosa que la debilidad, la impureza y la pecaminosidad del hombre. No manifiesta la justicia del hombre. Si alguien dice que una persona puede tener vida y ser justificada por las obras de la ley, en realidad no conoce al hombre. Si el hombre no fuese carnal y pecaminoso, tal vez la ley lo vivificaría. Por esto es que Gálatas 3:12 dice: “El que hace estas cosas vivirá por ellas”. Lamentablemente, todos los seres humanos son pecadores. Son carnales y no tienen poder para sujetarse a Dios, ni tienen ganas de sujetarse a Dios. El hombre no tiene poder para hacer las obras de la ley, ni tampoco tiene el deseo de hacerlas. La ley es buena, pero la persona que hace las obras de la ley no lo es. Todos debemos admitir esto.
(
Evangelio de Dios, El, capítulo 4, por Watchman Nee)