LA GRACIA DE DIOS NO ESTA RELACIONADA
A LOS DELITOS DEL HOMBRE
La primera característica de la gracia de Dios no se relaciona a los delitos del hombre. La gracia de Dios se da para el hombre pecador, desesperado, bajo, débil e indigno. Si la cuestión del delito aparece y está estipulado que aquellos que tienen pecado no tendrán gracia, entonces, básicamente la gracia está anulada. La gracia de Dios nunca puede ser retenida sólo porque el hombre ha pecado. La gracia de Dios tampoco puede ser reducida cuando los pecados del hombre aumentan. Nunca puede existir tal cosa.
La mente del hombre, que es totalmente caracterizada por la carne, está llena de los pensamientos de la ley. Tal vez pensemos que los que han logrado algo reciban gracia pero nosotros, los pecadores, los que no han logrado nada, estamos descalificados para recibir gracia. En la mente del hombre, el delito y la gracia son polos opuestos. El hombre piensa que la gracia sólo viene donde no hay delito. Si usted le dijera a cualquiera que tiene cierta consideración acerca de Dios, de que lo ama y le ha dado gracia, inmediatamente él se preguntará cómo puede esto ser así puesto que él ha cometido tantos pecados. El hombre piensa que la gracia sólo puede ser recibida cuando no hay delito. Sin embargo, está totalmente equivocado. ¿Por qué? Porque el delito provee la mejor oportunidad para que la gracia opere. Sin el delito, la gracia no se puede manifestar. No solamente el delito es incapaz de detener la gracia, también es la condición necesaria para que la gracia se manifieste.
De la misma manera, nuestra pobreza ante el Señor no disuade la gracia. Por el contrario, nuestra pobreza es una condición para recibir gracia. Al no ser pobres, no desearíamos recibir gracia. Cada día del Señor en la mañana hay como ocho o nueve mendigos en nuestro local de reuniones. Ellos vienen cada día del Señor en la mañana puntualmente. Cuando ellos vienen, usted les da una o dos monedas, ellos sonríen y lo toman. Pero, ¿qué sucedería si usted le ofrece una moneda a cualquier hermano o hermana de entre nosotros que está bien arreglado y tiene una buena educación, diciendo: “Ten, toma esto. Búscate una o dos monedas más para que puedas comprar buñuelos afuera”? Ciertamente él o ella no lo aceptaría. No solamente lo rechazaría, sino que lo consideraría un insulto. Por lo tanto, ser pobre es una condición para recibir gracia; de hecho, es la condición más necesaria.
El hombre es muy irracional. El dice que no puede recibir gracia porque sus pecados son innumerables. No hay nada más contradictorio o insensato que esto. Puesto que el enfermo está enfermo, necesita de un doctor; puesto que los pobres están pobres, necesitan alivio; análogamente, puesto que el hombre es pecador, necesita gracia. Así que, el pecado no disuade. Por el contrario, presenta una oportunidad. Nuestro problema hoy es que siempre pensamos que tenemos que estar en una condición diferente de la que estamos actualmente. Pensamos que debemos ser personas más santas y mejores hoy que ayer si queremos recibir gracia.
Amigos míos, si ustedes quieren ser magistrados, entramos en la cuestión de la calificación. Si ustedes quieren entrar en una escuela, entramos en la cuestión del nivel. Si ustedes quieren ser doctores de un hospital, entramos en la cuestión de capacidad. Si ustedes quieren hacer negocios, entramos en la cuestión de habilidad. La calificación, el nivel, la capacidad y la habilidad son sin duda útiles en ciertas cosas. Pero si el hombre desea venir a Dios, las calificaciones, los niveles, las capacidades y las habilidades no sirven. Sólo puedo recibir gracia si soy un pecador desesperado, en el más bajo nivel. El hombre pierde la gracia no porque es muy pecador, sino porque no es lo suficientemente bajo. El es muy orgulloso y moral. Y es exactamente aquí donde radica el mayor problema. Somos grandes en toda clase de pecados. Al mismo tiempo, somos grandes en el pecado del orgullo. Por un lado tenemos una necesidad; por otro, estamos en un nivel en el que no podemos recibir la gracia que necesitamos. Esto se debe nada menos que a nuestro orgullo.
Romanos 5:20 dice: “Mas donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. La Palabra de Dios nos muestra que donde el pecado está, también hay gracia. Donde el pecado abunda (no es que realmente haya abundado, pues todos los hombres pecan igual, sino que el pecado se ha manifestado más abundantemente) la gracia de Dios abunda aún más. La palabra abundar en el idioma original da la idea de rebosar. Yo no sé si alguna vez ustedes estuvieron a la vera de un río. Cuando la corriente alta viene, queda una línea marcada en la vera o playa. Pero si una inundación viene, sobrepasa la línea marcada. Cuando el agua está al nivel de la marca, decimos que es sólo una elevación normal de la corriente, pero si el agua se eleva por encima de la marca, es una inundación. Esto es lo que abundar significa aquí. El pecado es muy alto, pero la gracia va más alta e incluso cubre el pecado. ¡Aleluya! El pecado es alto, pero la gracia va más alta y cubre el pecado. Esta es la gracia de Dios. El hombre tiene el extraño pensamiento que para recibir gracia, él debe estar sin pecado y delito. Pero no hay tal cosa. Aunque nuestros delitos son muy serios y pueden llegar muy alto, la gracia de Dios se eleva aún más. Puesto que la gracia de Dios está aquí para tratar con el problema de los delitos, ya no son un problema.
¿Cuál es la naturaleza de la gracia de Dios? La gracia de Dios es Dios que viene a la posición del pecador para tomar sobre Sí la consecuencia de sus pecados. Por favor recuerde la definición que dimos antes, gracia es la obra de Dios para con el hombre. Si no tenemos ningún delito, no necesitamos que Dios haga nada para nosotros, y como resultado, no necesitamos la gracia de Dios. Pero por causa de nuestros pecados y problemas, El tiene que venir y resolver nuestros problemas. Por tanto, necesitamos la gracia. Si yo digo: “Puesto que he pecado, no puedo recibir gracia”, es como decir: “Debido a que estoy muy enfermo, tengo mucha vergüenza para ir a ver al doctor. Iré a ver al doctor cuando mi temperatura baje un poco”. Puesto que no existe tal paciente en el mundo, no debería haber tal pecador en el mundo tampoco. Entonces nuestros delitos son la condición para que recibamos la gracia de Dios.
Puesto que Dios toma cuidado del problema del pecado y toma la responsabilidad para tratar con nuestros delitos, cualquier pecado que tengamos, sea grande o pequeño, no es problema ante Dios. Tanto los pecados grandes como los pequeños no representan problema, pues ambos pueden ser resueltos por la obra de Dios. La obra de Dios se encarga del pecado grande. De la misma manera el pecado pequeño necesita de la obra de Dios. Si dependiera de nosotros tratar con nuestros pecados, haríamos distinción entre los pecados grandes y los pecados pequeños. Pero si Dios se encarga de nuestros pecados, serán tratados sin importar si son grandes o pequeños. Puesto que Dios se encarga de ellos, a nosotros no nos importa en absoluto. Todo lo que nosotros hacemos es recibir gracia.
Anteriormente vimos por qué el hombre no puede recibir gracia. Recuerden las palabras de Pedro en 1 Pedro 5:5: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Dios da gracia al humilde. Si usted humildemente confiesa que es un pecador, sus delitos no impedirán la gracia de Dios; más bien, causarán que usted reciba Su gracia. Mientras usted se humille ante Dios, la gracia de Dios fluirá a usted. Gracias a Dios que la gracia fluye bajando hacia nosotros; no es bombeada hacia nosotros. Nadie puede bombear la gracia de Dios para sí mismo. Por lo tanto, todos aquellos que son altos tienen que bajar.
¿Quiénes son los pecadores y quiénes pueden recibir gracia? La Biblia nos muestra claramente en Romanos 3:23-24 que “todos pecaron”, pero todos los que pecaron fueron “justificados gratuitamente por Su gracia”. La Biblia nos muestra que una vez que el hombre peca, espontáneamente él puede recibir la gracia. Sin ser pecador, no puede recibir la gracia. El hombre piensa que aquellos que han pecado no pueden recibir la gracia. Pero Dios dice que por causa de que el hombre peca, él puede recibir la gracia. Es tan obvio: desde que el hombre peca la gracia viene. Nunca piense que cuando el pecado viene, la gracia se va. El pecado es un error grande del hombre, pero pensar que el pecado impide que el hombre recibiera gracia es un error aún mayor.
Por lo tanto, la primer cosa que debemos ver es que los delitos del hombre no impiden la gracia de Dios. Con la gracia de Dios, los delitos no representan problema. Por el contrario, la gracia de Dios está allí para tratar con los delitos del hombre. Dios da gracia porque el hombre pecó.
(
Evangelio de Dios, El, capítulo 3, por Watchman Nee)