Evangelio de Dios, El, por Watchman Nee

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LOS OTROS PECADOS

Esto no significa que los demás pecados no son importantes. Todos los pecados conllevan castigo. En el Antiguo Testamento, aquellos que no amaron a Dios cometieron muchos otros pecados en forma espontánea. En el Nuevo Testamento, también aquellos que no creen en el Señor espontáneamente cometen muchos pecados. Dejar de amar a Dios y rehusar creer en el Señor son los dos pecados principales. De estos proceden muchos otros pecados, tales como los hechos injustos, maldades, expresiones de avaricia, perversidad, celos, asesinato, disensión, engaño, odio, calumnia, murmuración, blasfemia, insolencia, orgullo, arrogancia, falsas acusaciones, desobediencia a los padres, infidelidad, falta de afecto y misericordia, autoestima, amor al dinero, ingratitud, impiedad, crueldad, desprecio por lo bueno, traición, imprudencia, amor al placer en vez de amor a Dios, la apariencia de piedad en lugar de su realidad y así sucesivamente. Pero ninguno de éstos es el pecado más serio que el hombre jamás haya cometido, aunque son pecados ante Dios. Lamentablemente, el hombre no se da cuenta de que estos pecados son producidos por un pecado principal. Tanto los pecadores en el mundo como los creyentes en la iglesia intentan sólo tratar con estos pecados. Parece que la eliminación de todos estos pecados nos liberaría totalmente del problema del pecado. Pero el hombre no se ha dado cuenta de que estos pecados ocupan sólo un lugar secundario en la Biblia.

Aunque parezca imposible, ¿qué tal si alguien recibió suficiente gracia como para tratar con todos los otros pecados? Si éste hubiera sido una persona del tiempo del Antiguo Testamento, él se habría dado cuenta de que aún existía el pecado de no amar a Dios. Aunque nunca más tendría los otros pecados, su conciencia lo seguiría molestando. Si fuera una persona del tiempo del Nuevo Testamento, él se habría dado cuenta de que aún existe el pecado de no creer en el Señor. Aunque ya no habría sido condenado por los otros pecados, la parte más profunda de su corazón aún no se sentiría satisfecha, porque el Espíritu de Dios lo convencería de su pecado de incredulidad.

El hombre perece por causa de su incredulidad. La incredulidad hace que el castigo de todos los otros pecados recaigan sobre el incrédulo. La razón inmediata por la perdición del hombre es sus muchos pecados. La razón final es el pecado de incredulidad del hombre. Por causa de esto, debemos preocuparnos por el pecado de incredulidad. Desde luego, tampoco podemos esquivar los otros pecados.

(Evangelio de Dios, El, capítulo 1, por Watchman Nee)