EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL ARREPENTIMIENTO
Estudiemos algunos pocos pasajes para ver qué es el arrepentimiento. Hechos 2:37-38 dice: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Cuando algunos leen estos versículos quizás digan que ni siquiera se menciona la fe. Todo lo que se menciona es el arrepentirse, ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados y recibir el Espíritu prometido. Aquí, la fe no se menciona para nada; en lugar de eso, solamente se menciona el arrepentimiento. Sin embargo, esto no fue lo que se habló anteriormente. El apóstol no comenzó hablando del arrepentimiento, del bautismo, del perdón de los pecados y del recibimiento del Espíritu Santo. Esto no fue el día de Pentecostés. No fue la primera palabra que Pedro predicó. Fue la última palabra que Pedro habló después de dar su mensaje. Antes de esto, Pedro había dicho: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las obras poderosas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de El, como vosotros mismos sabéis; a éste ... matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos; al cual Dios levantó” (vs. 22-24). Pedro estaba diciendo: “Este es nuestro testimonio. Dios aun lo ha exaltado a los cielos y lo ha hecho Señor y Cristo. Este es el testimonio del Espíritu Santo. Dios nos ha enviado a nosotros los apóstoles para testificar de la resurrección de Jesús de Nazaret. El Espíritu Santo ha sido derramado, dando a ciento veinte el don de lenguas. Este es el testimonio del Espíritu Santo, lo cual testifica que el Señor Jesús ha sido glorificado”. Aquí hay dos testimonios. Los apóstoles testifican de la resurrección, mientras que el Espíritu Santo testifica de la glorificación. El apóstol Pedro les predicó la palabra de Dios y les mostró lo que ellos habían hecho al Señor Jesús y lo que Dios le había hecho a El. El versículo 36 dice: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. La palabra de Dios había sido predicada, y los apóstoles les habían mostrado lo que Dios había hecho y lo que ellos habían hecho.
Por favor recuerde que un poco más de un mes antes de Pentecostés, el mismo grupo de personas gritaron: “¡Fuera, fuera, crucifícale!” (Jn. 19:15). Ellos fueron un instrumento en Su muerte y crucifixión. Anteriormente, consideraron que el Señor Jesús era digno de muerte; ellos gritaron que lo crucificaran y que en Su lugar liberaran a Barrabás (Lc. 23:18). ¿Qué había pasado? Hechos 2:37 dice: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos?” Esto es creer en la palabra de Dios. La palabra de Dios se predicó, y ellos la recibieron. Se dieron cuenta de que lo que Dios le había hecho al Señor Jesús era muy diferente de lo que el hombre le había hecho a El. Además, el Espíritu Santo también estaba allí testificando. Ellos no pudieron rechazar ese testimonio. Por lo tanto, suplicaron preguntando qué era lo que tenían que hacer ahora que habían crucificado al Señor Jesús. Si ellos no hubieran crucificado al Señor, todavía hubiera oportunidad para la restitución. Pero una vez que el Señor Jesús había sido crucificado, ¿qué debían hacer? Ellos aceptaron el testimonio de los apóstoles. Como resultado, el apóstol les dijo que tenían que arrepentirse. Tenían que arrepentirse debido a sus conceptos y perspectiva con respecto al Señor Jesús. Además, tenían que ser bautizados en el nombre de Jesucristo. Ser bautizado es recibir, creer y confesar al Señor Jesús. El significado de estar en el nombre del Señor es creer en el Señor. Cuando hagan eso, sus pecados serán perdonados y recibirán el don del Espíritu Santo.
Ahora, podemos darnos cuenta de que éste es un grupo de personas que habían recibido la palabra de Dios. Puesto que ellos creyeron esto, el apóstol fue capaz de decirles que se arrepintieran. Esto no tocó su conducta, sino su perspectiva. El apóstol no estaba diciendo que si no cambiaban su conducta anterior, no podían ser salvos. Esto no es un asunto de tratar con la conducta de una persona. Lo que ellos tenían que hacer era juzgarse a sí mismos y ser bautizados en el nombre del Señor Jesús como una expresión de su fe en El. De esta manera, sus pecados serían perdonados, y recibirían el Espíritu Santo. Por lo tanto, la condición para nuestra salvación es solamente la fe. La salvación se nos da gratuitamente. No necesitamos hacer nada para venir a Dios. Es Dios mismo quien ha venido a salvarnos por medio de Su Hijo Jesucristo.
Hechos 3:19-20 dice: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Cuando leemos este versículo, tal vez pensemos que el arrepentimiento es una condición para la salvación. Es verdad que el versículo 19 parece indicar que el arrepentimiento es una condición para la salvación. Pero debemos poner atención a todo el pasaje desde el versículo 1 en adelante. No podemos leer solamente el versículo 19. Sería un error comenzar con el versículo 19 y explicarlo de acuerdo a nuestro pensamiento. Desde el versículo 1 en adelante, encontramos la historia del hombre cojo que fue sanado. Cuanto este hombre cojo vio a Pedro, Pedro le dijo: “No poseo plata ni oro, pero lo que tengo, esto te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (v. 6). Cuando toda la gente vio que el hombre que había nacido cojo comenzó a caminar se maravillaron. Entonces Pedro se paró y dio un mensaje. Primero, él explicó que ésa no era su obra, y que no era por su piedad que tal persona pudiera caminar. En los versículos 15-20 dijo: “Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en Su nombre, a éste, a quien vosotros veis y conocéis, le ha fortalecido Su nombre; y la fe que viene por medio de El ha dado a éste esta íntegra salud ... Así que arrepentíos, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. ¿Qué estaba él diciendo? El estaba hablando acerca de la fe. Estaba diciendo que creemos que El fue levantado de entre los muertos, que creemos en Su nombre y que Su nombre había sanado a ese hombre. Allí estaba un hombre cojo que todos conocían. Fue la fe del Señor la que hizo que ese hombre sanara. Si queremos creer, así como ellos creyeron, tenemos que arrepentirnos. Si queremos fe, tenemos que prestar atención al arrepentimiento. Si queremos recibirlo, debemos tener una perspectiva nueva y una evaluación nueva con respecto a El. Debemos tener esta capacidad.
Anteriormente mencioné que el arrepentimiento nunca puede estar separado de la fe; está incluido en la fe. Antes de que el hombre se arrepienta, no puede creer. Después de que un hombre tiene algo de fe, debe arrepentirse. Si un hombre tiene cierta cantidad de fe en la palabra de Dios, debe arrepentirse. No podemos separar el asunto exactamente, como cortar algo con tijeras, teniendo por un lado la fe y por el otro el arrepentimiento. Esto se parece a la experiencia de la salvación que tienen muchas personas. Si preguntas a cien personas cuándo fueron salvas, quizás solamente cincuenta puedan darle la fecha exacta y el año de su salvación. Los de la otra mitad no sabrán cuándo fueron salvos. No saben cómo recibieron la salvación. Para ellos es de poca importancia cómo fueron salvos. Lo importante es que fueron salvos. Todo está bien si no saben la fecha de su nacimiento. Mientras hayan nacido, sienten que eso es suficiente. Por lo tanto, podemos ver que al principio, la palabra de Dios primero fue predicada (2:16). Si ellos no habían creído, ¿por qué tuvieron remordimiento en sus corazones?
Quizás nos preguntemos si en realidad ellos habían creído, ¿por qué Pedro tuvo que decir que debían arrepentirse y ser bautizados para que sus pecados fueran perdonados y el Espíritu Santo fuera derramado? Si ellos habían creído, ¿por qué todavía no habían sido perdonados sus pecados, y por qué el Espíritu Santo todavía no había sido derramado? Si decimos que ellos no habían creído, entonces, ¿por qué estaban tan preocupados después de escuchar la palabra de Dios? ¿Por qué preguntaron qué debían hacer? Tenemos que darnos cuenta de que cuando la palabra de Dios se predica, las diferentes personas tienen reacciones diferentes de acuerdo a su propia condición. La condición en Hechos fue diferente. Algunos pecadores sienten que han pecado, y se entristecen de sus pecados. Cuando predicamos el evangelio a tal clase de personas, es posible que nunca mencionemos el arrepentimiento. Pero algunas personas creen en El sin darse cuenta de sus pecados. Tales personas deben ser devueltas al punto del arrepentimiento. Por lo tanto, cuando prediquemos el evangelio, tenemos que poner atención a esta diferencia. Algunos han venido al Señor por medio del arrepentimiento. Solamente tenemos que pedirles que crean. Para otros, tenemos que guiarlos al arrepentimiento y la convicción con respecto a ellos mismos. Aun después de que Dios les haya dado fe y hayan creído, todavía debemos persuadirlos a ser bautizados y a tener un corazón de arrepentimiento para que sus pecados puedan ser perdonados y que el Espíritu Santo pueda ser derramado sobre ellos. Por lo tanto, vemos que el arrepentimiento puede estar incluido en la fe. Si un hombre no se arrepiente, ¿cómo puede creer? Si un hombre no comprende que está enfermo, no querrá ver al doctor. Además, el arrepentimiento también puede estar incluido en la salvación. El hombre debe creer en la palabra de Dios, ser perdonado y recibir el Espíritu Santo después de arrepentirse. Por lo tanto, vemos que Hechos 3 habla también de la fe. Este hombre es salvo y es sanado por la fe. Es tan claro que de lo que aquí se habla es de la fe.
Cuando venimos al capítulo diecisiete vemos algo más. Hechos 17:30 dice: “Dios, pues, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”. Aquí, Dios no le dice al hombre que crea. Si estuviera en nuestras manos, seguramente hubiéramos cambiado la palabra “arrepienta” por “crea”. Pero lo que Pablo estaba hablando en los siguientes versículos no era un asunto de fe. Si él nos dijera que el hombre ha pecado y que el Hijo de Dios ha logrado la obra de redención y ha resuelto el problema del pecado, entonces hubiera tenido que mencionar la fe. Pero aquí, Pablo estaba hablando acerca del juicio. El versículo 31 dice: “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando de esto a todos una prueba cierta, con haberle levantado de los muertos”. Dios ha designado al Señor Jesús como el Juez para juzgar a todos los hombres. Al mismo tiempo, a fin de hacer que todos sepan que El ha designado al Señor Jesús como el Juez, Dios levantó a Jesús de entre los muertos como una prueba de la fe de ellos. Es por esto que dice que tenemos que arrepentirnos. Así que, aquí no es un asunto de fe. Mediante Su resurrección de entre los muertos, el Señor Jesús ha llegado a ser una prueba de nuestra fe. De hecho, El ya es digno de nuestra fe. Ahora no hay necesidad de hablar más con respecto a la fe. La resurrección del Señor Jesús ya está aquí como una prueba; es algo claro y sin duda. Ahora lo que debemos hacer es arrepentirnos de las cosas que hemos hecho. Después seremos capaces de creer. El Señor Jesús es digno de nuestra creencia. Mientras nos arrepintamos, podremos creer.
Hechos 26:19-20 dice: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”. Si leemos solamente estos dos versículos, podríamos pensar que la única cosa que Pablo hizo fue predicar el arrepentimiento. Pablo confesó delante del juicio del rey Agripa que su obra era hacer que los hombres se arrepintieran y que se volvieran a Dios y que hicieran obras dignas de arrepentimiento. Si eso fuera todo, entonces el evangelio de acuerdo a Hechos no sería un evangelio de fe. A fin de entender este versículo, debemos ver los pasajes anteriores. No podemos tomar una porción de las Escrituras fuera de contexto. Es injusto hacer esto. Los versículos 14-20 dicen: “Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me decía en dialecto hebreo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto de Mí, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mí. Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”. ¿Por qué tenían ellos que arrepentirse? Debido a que el Señor Jesús ha logrado la obra de redención. Todos aquellos que creen en El seguramente obtendrán esta redención. El arrepentimiento es algo para los creyentes. Todo está hecho. Ahora, todo lo que se necesita es arrepentirse. ¿Qué es arrepentirse? Anteriormente, uno decía que no había necesidad de creer. Ahora, él dice que creerá. Esto es el arrepentimiento.
Supongamos que veo a una persona el día de hoy, y le predico el evangelio, diciéndole que el Señor Jesús ha llevado a cabo todo. Tal vez le diga: “Mi amigo, tiene que arrepentirse y creer en el Señor. Tan pronto como crea, será salvo. Tiene que tener una perspectiva diferente hacia el pecado. Y también tiene que tener una perspectiva diferente con respecto a la fe en el Señor Jesús. Tiene que arrepentirse de su condición interior; de esta manera será capaz de creer”. Podemos ver que el arrepentimiento del que se habla aquí no es un asunto de obras. ¿Cómo sabemos que no es un asunto de obras? Es debido a que el arrepentimiento está incluido en la salvación de Dios. El arrepentimiento es una parte de la salvación. No solamente este arrepentimiento no tiene nada que ver con la obra del hombre, sino que llega a ser un punto dentro de la esfera de la fe. En los pocos versículos que acabamos de leer, podemos ver algo misterioso: que el arrepentimiento es una parte de nuestra creencia. Sin el arrepentimiento, no puede haber fe. Así que, la fe incluye el arrepentimiento, y el arrepentimiento está en la fe.
(
Evangelio de Dios, El, capítulo 11, por Watchman Nee)