Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, La, por Witness Lee

EL SEÑOR CRECE EN ELLA

Antes de llegar a ser un huerto, la buscadora nunca antes había cultivado nada para el Señor. Ella apreciaba al Señor, lo disfrutaba y participaba de Él, pero nunca había cultivado nada. En el capítulo 1 ella expresó su aprecio por el Señor diciendo que Él era un saquito de mirra y un ramo de flores de alheña. Luego, en el capítulo 2, ella disfrutó al Señor como el manzano, y fue introducida en la casa del vino. Allí, ella pudo apreciar y disfrutar muchísimo al Señor. En el capítulo 3, incluso fue perfumada de mirra y olíbano, es decir, fue saturada del Señor y se mezcló con Él. Ella apreció al Señor, lo disfrutó e incluso fue saturada del Señor, pero nunca le había cultivado nada. Es sólo cuando ella llega a ser un huerto que empieza a cultivar algo: “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; [...] vergel de renuevos de granado, de frutos suaves, de flores de alheña y de nardos, nardo y azafrán, caña aromática y canela, árboles de olíbano y de mirra, áloes y las más aromáticas especias” [heb.] (4:12-14).

Antes de llegar a ser un huerto, ella disfrutaba al Señor como la mirra, la flor de alheña y el olíbano. Ahora, ella cultiva aquello que ha disfrutado, sólo que ya no es para ella, sino para otros. Ahora el olíbano no es para su satisfacción, sino para la satisfacción del Señor. La flor de alheña ya no viene de parte del Señor para que ella la aprecie, sino que ella misma la cultiva para que el Señor la aprecie. En el aspecto inicial, todo era para ella; pero ahora todo es para el Señor y para los demás. Al comienzo algo del Señor entró en ella; pero ahora algo del Señor está creciendo en ella, pues todas estas cosas se han forjado en ella, la han saturado y ahora son parte de ella.

(Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, La, capítulo 9, por Witness Lee)