CRISTO NECESITA VASOS QUEBRANTADOS
QUE SEAN CANALES DE AGUA VIVA
Cristo no necesita vasos enteros, sino más bien, vasos que han sido quebrantados, pues únicamente los vasos que han sido quebrantados pueden ser canales de agua viva. Los vasos enteros únicamente pueden servir de cisternas que contienen aguas de muerte. El mayor problema en la actualidad es lo difícil que es encontrar heridas y cicatrices en la mayoría de los cristianos. La mayoría de nosotros no tiene heridas, cicatrices, marcas de muerte o experiencias de la cruz. Aunque hemos sido salvos y aunque indiscutiblemente tenemos la vida de Cristo en nosotros, esta vida no encuentra ninguna salida. Esto no se debe a que nuestro comportamiento sea demasiado deficiente o demasiado bueno, sino a que todavía estamos muy enteros y somos inexpugnables. Debido a que no tenemos heridas, Cristo no puede ser liberado desde nuestro interior.
Supongamos que una persona es irascible y parece ser arrogante. Sería relativamente fácil que ese tipo de persona llegara a ser humilde, ya que después de examinarse a sí misma repetidas veces, condenaría su irritabilidad. Supongamos que otra persona es mansa por naturaleza y aparentemente humilde. Le sería más difícil a esta persona conocerse a sí misma; más bien, le resultaría más fácil volverse orgullosa delante de Dios. Quizás piense que la otra persona es iracunda y arrogante, y que él es manso y humilde. ¿Qué es esto? Es un orgullo verdadero. A veces cuando salimos a visitar a las personas, la esposa dice: “Mi esposo es una persona muy rápida”. En realidad, lo que quiere decir es que su esposo es acelerado y que ella no es así, y que ella es mansa mientras que su esposo es una persona problemática. Sin embargo, en realidad ella es más problemática delante de Dios que su esposo. Es difícil que muchos de los santos que tienen tantas cualidades positivas logren avanzar espiritualmente. Esto se debe a que han escuchado muchos mensajes, pero no los han escuchado para sí mismos sino para otros.
Algunos de los santos no parecen tener mal genio, sino que más bien, parecen ser ovejas mansas. Así que, cuando escuchan los mensajes, siempre piensan en cómo la palabra se aplica a otros y no a ellos mismos. Cuando oyen un mensaje en cuanto al quebrantamiento, piensan: “El hermano Chang es muy malgeniado, no hay duda que él necesita ser quebrantado. La hermana Wang tampoco es muy buena que digamos; ella también necesita ser quebrantada”. Sin embargo, nunca se les ha ocurrido que los que son mansos necesitan mucho más ser quebrantados que los malgeniados.
Con frecuencia, a Dios le resulta más fácil disciplinar a una persona terca que a una persona dócil. Un hermano puede ser tan dócil que es como una pelota de caucho, a la cual Dios no tiene forma de quebrantar. Cuando surge cierta situación, a él le tiene sin cuidado. Cuando su supervisor le llama la atención por algo, a él no le importa. Cuando algunos de los miembros de su familia lo regañan, se muestra aún más indiferente. Como una pelota de caucho, este hermano rebota cada vez que alguien lo golpea y vuelve a subir cada vez que alguien lo arroja contra el suelo. Una persona así se muestra indiferente a todo; es inquebrantable. Nadie lo puede quebrantar; ni una, ni dos, ni tres ni siquiera cinco personas. Sin embargo, si fuera como el vidrio, se quebraría con el primer golpe.
Si una hermana no puede ser quebrantada por su esposo, ni por su hijo ni por su nuera, la gente la alabará diciendo que ella es verdaderamente espiritual porque nadie la ha podido quebrantar. Sin embargo, debemos comprender que debido a que ella no ha sido quebrantada ni puede serlo, Cristo no puede vivir ni expresarse desde su interior. Lo que manifiesta en su vivir es su yo, el cual aún sigue intacto, es su distinguido y refinado yo, pero no es Cristo. Por consiguiente, a Cristo le resulta imposible expresarse en el vivir de ella.
Nuestra bondad, nuestras buenas obras ni nuestra moralidad pueden representar a Cristo. Únicamente Cristo puede representar a Cristo. Nada que sea nuestro, por bueno que sea, puede representar a Cristo. El progreso de la vida espiritual de un cristiano no depende de cuánto él haya cambiado, sino más bien, de cuánto haya sido quebrantado y hasta qué estatura Cristo haya crecido en él. En otras palabras, el crecimiento de un cristiano depende de que él sea quebrantado y de que Cristo aumente en él.
(
Cristo crucificado, El, capítulo 1, por Witness Lee)