“JESUCRISTO, Y A ÉSTE CRUCIFICADO”
En 1 Corintios 2:2 Pablo dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Lo que Pablo sabía incluía dos aspectos: uno era Jesucristo, y el otro era Jesucristo crucificado. Para Pablo, si únicamente tuviera a Cristo pero no Su cruz, no habría tenido nada qué predicar. El grado al cual la cruz nos quebranta determina la medida en la cual Cristo es liberado por medio de nosotros, y el grado al cual la cruz opera en nosotros determina la medida en la cual Cristo es expresado por medio de nosotros. Nuestro ser es un enemigo de Cristo y un estorbo para Dios, y es por ello que necesita ser quebrantado por la cruz. No hay duda alguna de que hemos sido salvos; no obstante, Cristo no encuentra la manera de salir de nuestro interior. Cristo no puede ser liberado de nuestro interior, porque nosotros nos hemos convertido en un obstáculo para Él. El problema hoy en día no tiene nada que ver con otros, sino con usted y conmigo. Quiera el Señor tener misericordia de nosotros y nos muestre esta visión. Esta visión posee dos aspectos, dos énfasis: un aspecto es el hecho de que Cristo está en nosotros, y el otro, el quebrantamiento de la cruz.
A menudo pensamos que lo más difícil que tienen que vencer los cristianos son los pecados y el mundo. Por ello, suponemos que mientras hayamos resuelto completamente el problema de los pecados y hayamos sido totalmente salvos del mundo, seremos buenos cristianos. Sin embargo, es necesario que veamos que aunque algunos ya hayan resuelto completamente el problema de sus pecados y hayan sido totalmente salvos del mundo, aun persiste un problema en ellos; y ese problema es que ellos aun no han sido quebrantados. Por ejemplo, es posible que aunque una botella contenga agua, el agua no pueda fluir. Tal vez digamos que esto sucede porque la botella está demasiado sucia, pero después de que uno la lava, todavía el agua no puede fluir. Así que, podríamos decir que no fluye debido al estampado decorativo que está en la botella; no obstante, después que uno le quita los estampados, el agua todavía no puede fluir. Sin embargo, una vez que uno quiebre la botella, el agua fluirá. Del mismo modo, aun cuando nos hayamos podido deshacer de la inmundicia y del sabor del mundo, la vida aún no podrá fluir por medio de nosotros. El problema radica en que todavía no hemos sido quebrantados.
Por consiguiente, debemos pedirle a Dios que tenga misericordia de nosotros y nos muestre que la cruz debe realizar una obra de quebrantamiento en nosotros. Al principio cuando fuimos salvos, pensábamos que con tal de que pudiéramos resolver el problema de nuestros pecados y el mundo, e hiciéramos buenas obras, seríamos buenos cristianos. Sin embargo, esto no es suficiente. La meta de Dios es que seamos quebrantados a fin de que Cristo pueda manifestarse por medio de nosotros. Es por ello que Pablo dijo que él se propuso no saber otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado. La cruz está buscando una abertura en nosotros por donde Cristo pueda salir. Muchos cristianos han sido verdaderamente salvos y son fervientes por el Señor. No sólo han sido salvos de los pecados sino también del mundo. Sin embargo, no experimentan ningún progreso en su condición espiritual, y el Señor aún no encuentra la forma de salir del interior de ellos. Por consiguiente, no es nuestro fervor, ni el hecho de resolver el problema de los pecados y el mundo lo que le permite al Señor salir de nuestro interior. Más bien, el impedimento más grande que el Señor encuentra en nosotros es nuestro yo. Aunque podamos obtener muy buenos resultados al predicar el evangelio y miles de personas sean salvas, es probable que Cristo aún no tenga la forma de salir de nuestro interior. Cristo podrá salir de nosotros únicamente cuando nuestro ser, nuestro yo, haya experimentado el quebrantamiento y la disciplina de la cruz. Solamente por medio de este tipo de quebrantamiento, Cristo encontrará una salida en nosotros.
(Cristo crucificado, El, capítulo 1, por Witness Lee)