NO HAREMOS LO MALO NI LO BUENO
POR NUESTRA PROPIA CUENTA
Es posible que algunos no entiendan lo que esto significa. Muchas veces cometemos pecados al actuar por nosotros mismos. También por nosotros mismos hacemos buenas obras. Así que, por iniciativa propia hacemos cosas malas y también cosas buenas. Sin embargo, hoy Dios quiere que nosotros no sólo rechacemos lo malo, sino también lo bueno. Dios quiere que rechacemos nuestra malignidad como también nuestra benignidad. Si no rechazamos nuestra bondad, entonces la bondad de Dios y la vida de Dios no podrán salir de nosotros.
Cierto hermano anciano era un hombre muy bueno. Un día dijo: “Definitivamente es bueno expresar el amor de Dios; con todo, expresar el amor del hombre es mejor que expresar el odio del hombre”. Él dijo esto porque no veía que únicamente una clase de persona puede expresar el amor de Dios. ¿Qué clase de persona es ésa? Es una persona que se rechaza a sí misma. Esta persona repudiará no sólo su odio, sino también su amor. El amor de Dios no puede expresarse por medio de alguien que vive en su odio; pero de igual manera, no puede expresarse por medio de alguien que vive en su propio amor. El amor de Dios es tan resplandeciente como el oro puro, mientras que el amor del hombre no puede compararse ni siquiera con el barro amarillento. La Biblia nos dice que incluso todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia (Is. 64:6), mucho más lo son nuestros pecados. En la luz de Dios no podemos evitar confesar que aun nuestro amor es imperfecto y que nuestros motivos son impuros. Nuestro elemento interno es una mezcla impura. Sin embargo, el amor de Dios no es así. Al igual que el oro puro, el amor de Dios es puro, sin mancha, ilimitado, inconmensurable y sin motivo.
En resumen, si aquello que es del hombre no es rechazado ni quebrantado, entonces lo que es de Dios no se expresará por medio del hombre. Si no somos terminados, no importa qué clase de ayuda le pidamos a Dios que nos dé, Él no nos responderá. Dios jamás nos ayuda a hacer nada. Cada vez que hagamos algo por nuestra propia cuenta, Dios no moverá Su mano ni hará nada para ayudarnos.
(Cristo crucificado, El, capítulo 4, por Witness Lee)