Cristo crucificado, El, por Witness Lee

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TODOS LOS QUE SON SALVOS POSEEN DOS VIDAS, DOS NATURALEZAS Y DOS PERSONALIDADES

El propósito de Dios es que Cristo se mezcle con nosotros para ser nuestra vida y nuestra naturaleza, a fin de que los dos —Cristo y nosotros— lleguemos a ser uno. El hecho de que Cristo y nosotros seamos uno es el resultado de la mezcla de ambos: Cristo y Sus creyentes. Podríamos decir que todo el que ha sido verdaderamente salvo es dos y a la vez uno, pues tiene dos vidas, dos naturalezas y dos personalidades. Es por ello que muchas veces en nuestra experiencia llevamos una vida de contradicciones; y es debido a que tenemos dos personas: una que está adentro y la otra que está afuera. La persona que está adentro es Cristo y la persona que está afuera es nuestro yo. A veces esta persona interna desaprueba lo que la externa desea. Otras veces la persona externa no está dispuesta a cooperar con lo que quiere hacer la persona interna. Así pues, a menudo se libra un conflicto en nuestro interior. La persona de afuera claramente resiste la voluntad de la persona de adentro, y la persona de adentro evidentemente condena las intenciones de la persona de afuera. Esto nos muestra que todo el que ha sido salvo posee dos vidas y dos personalidades; además, esto constituye una prueba de que verdaderamente Dios mora en nosotros.

El punto central del asunto es este: ¿queremos que Dios obtenga la victoria o queremos obtenerla nosotros? ¿Quién deseamos que sea derrotado, Dios o nosotros? ¿Quién queremos que tenga libertad para actuar, la persona interna o la persona externa? Ésta es una cuestión muy crucial. Si permitimos que la persona externa tenga la libertad de actuar, es decir, si permitimos que nuestro yo obtenga la victoria, entonces de aquí a diez años seguiremos siendo los mismos, es decir, seguiremos siendo lo que éramos originalmente. Pero si permitimos que la persona interna tenga la libertad de actuar en nosotros, es decir, si permitimos que Dios sea quien obtenga la victoria, entonces Dios se expresará por medio de nosotros y, en consecuencia, otros podrán encontrarse con Dios en nosotros. Así pues, la cuestión crucial es si Dios tiene la base para gobernarnos y dirigirnos o si somos nosotros los que nos gobernamos y dirigimos a nosotros mismos. En esto estriba nuestra victoria, nuestra santidad, nuestra experiencia de todas las realidades espirituales, e incluso nuestro crecimiento en vida en el Señor.

Si permitimos que nuestra persona interna sea frustrada y nuestra persona externa prospere, entonces, como cristianos seremos definitivamente derrotados, y nos será imposible que vivamos en santidad, que crezcamos en vida y que seamos espirituales. Si no vivimos en el Señor ni somos regidos por Él, ciertamente tampoco viviremos para el Señor. Aun cuando todavía tengamos la vida del Señor, viviremos en nosotros mismos, por nosotros mismos y para nosotros mismos.

(Cristo crucificado, El, capítulo 1, por Witness Lee)