Cristo crucificado, El, por Witness Lee

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LA MEZCLA DE DIOS CON EL HOMBRE: DIOS SE HIZO HOMBRE Y EL HOMBRE LLEGA A SER DIOS

¿Qué es lo que Dios realmente desea? Dios desea mezclarse con el hombre. Siempre debemos recordar que Dios no desea nada más; lo único que Él desea es mezclarse con el hombre. Él desea mezclarse con el hombre a tal punto que, sin dejar de ser el Dios verdadero, Él se hizo hombre, un hombre auténtico. Con esto no queremos decir que cuando Él se hizo hombre dejara de ser Dios; más bien, queremos decir que Él era Dios mezclado con el hombre, Él era al mismo tiempo Dios y hombre. En Él se hallaban mezclados completamente Dios y el hombre; por lo tanto, en Dios había un hombre y en el hombre estaba Dios. La naturaleza humana estaba en Dios, y la naturaleza divina estaba en el hombre. En Dios se hallaba el elemento humano, y en el hombre se encontraba el elemento divino.

Éste es el propósito que Dios desea llevar a cabo. El propósito de Dios consiste en llegar a la etapa en la cual el elemento humano esté dentro de Él y el elemento divino esté dentro del hombre. Él se mezcla con nosotros al punto en que llega a ser hombre y nosotros llegamos a ser Dios. Quizás les sorprenda escuchar estas palabras. ¿Cómo podemos llegar a ser Dios? Podemos ser Dios porque estamos mezclados con Él. Estamos mezclados con Dios al grado en que podemos declarar: “Aunque somos humanos, tenemos a Dios en nosotros. Poseemos Su vida, Su naturaleza y Su personalidad. Debido a que Él está en nosotros, Su personalidad llega a ser la nuestra, Su naturaleza llega a ser la nuestra y Su vida llega a ser la nuestra. Además, Su imagen es nuestra imagen, Su gloria es nuestra gloria, Su santidad es nuestra santidad y Su bondad es nuestra bondad. Lo que Él es, también lo somos nosotros, y donde Él está, también estamos nosotros.

Todos debemos ver esto. De hecho, todos los que han sido salvos verán esto tarde o temprano. El día vendrá (quizás cuando estemos en el reino o en el cielo nuevo y la tierra nueva) cuando veremos que todos los que sirven a Dios son exactamente iguales al Dios que sirven. Por otra parte, el Dios a quien ellos servirán será exactamente igual a nosotros, quienes le servimos. Él será Dios, mas con el elemento humano, y nosotros seremos humanos, mas poseeremos el elemento divino. Usamos estas sencillas palabras para explicar el deseo que Dios tiene en Su corazón, un deseo que es tan misterioso.

(Cristo crucificado, El, capítulo 2, por Witness Lee)