Cómo reunirnos, por Witness Lee

DEBEMOS EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU Y NUESTRA FE

¿Por qué decimos que tenemos que estar fuera de la religión? ¿Por qué decimos que tenemos que abandonar todo formalismo? Simplemente porque la religión y las formalidades nos atan y nos matan. Todo lo que necesitamos es simplemente estar en el espíritu y ejercitar nuestra fe a fin de conocer en nuestra experiencia al Cristo ascendido. ¡Oh tenemos que estar libre de toda atadura por causa de este Cristo! Tenemos que estar completamente liberados, no tanto en lo referido al ejercicio de nuestros cuerpos físicos, sino en lo referido al ejercicio de nuestro espíritu, el ejercicio de nuestra fe.

Permítanme darles un ejemplo. Teníamos una colaboradora, una hermana, quien era seis o siete años mayor que yo, a través de cuya predicación yo había sido salvo. En 1925, cuando ella tenía veinticinco años de edad, la escuché predicar por primera vez. Ella era apenas una jovencita; no obstante, puedo testificar que en toda mi vida jamás he escuchado a alguien predicar de manera tan prevaleciente. Ella era muy joven y tímida por naturaleza; no obstante, en muchas ocasiones cuando la situación requería que se dijera algo de parte del Señor, ella, olvidándose de sí misma, se ejercitaba no por medio de un esfuerzo corporal, sino por el ejercicio de su espíritu y su fe. Ella hablaba plenamente convencida de comunicar algo que procedía de los cielos. La gente temblaba delante de ella. Ella no daba saltos ni ejercitaba mucho su cuerpo, pero ella ejercitaba su espíritu y su fe con toda osadía. Ella no estaba atada por ninguna clase de religión, formalismo ni enseñanza; ella era absolutamente ajena a todo esto. Estaba absolutamente inmersa en el espíritu, ejercitando su fe para hablar. Les digo que al ejercitar así el espíritu y la fe, ella no solamente hacía temblar a las personas, sino que también atemorizaba a los demonios.

Permítanme darles otro ejemplo. Aquella joven mártir a la que los bóxers llevaban a su ejecución había recibido instrucciones de callarse, pero cuanto más sus verdugos le ordenaban callar, más fuertemente ella cantaba. Estar libre de toda atadura de ese modo verdaderamente reviste mucho significado para Cristo. Ella, en efecto, les dijo: “Ustedes mis perseguidores me piden que me calle, pero no callaré. ¡Diré algo por Jesús! ¡Jamás seré atada por ustedes! ¡Me despojaré de toda atadura por causa de Cristo!”. Les reitero que ejercitarse así y tener tal confianza sacude tanto a los hombres como a los demonios.

Es necesario que estemos completamente liberados y seamos osados para hablar y a veces gritar por causa del Cristo ascendido, pero tenemos que hacerlo en el espíritu, con el debido significado y discernimiento. Si me doy cuenta de que ha llegado el momento en que debo hablar por Jesús, deberé hacerlo desde mi espíritu, con toda valentía y con una fe viva. Esta clase de hablar es poderosa, tiene impacto y está revestida de autoridad celestial. No tenemos necesidad de observar formalidades o guardar ciertos preceptos; pero tenemos que estar en el espíritu, ejercitando nuestra fe para creer que estamos en los cielos. Supongamos que en la mañana del siguiente día del Señor vamos a celebrar una reunión para predicar el evangelio. Entonces todos nosotros, hermanos y hermanas, tanto ancianos como jóvenes, no solamente nos debemos disponer a dar voces, sino que especialmente debemos estar en el espíritu, ejercitando nuestra fe, como soldados que combaten en el frente de batalla. Todos tenemos que estar alerta; todos tenemos que estar en el espíritu, creyendo en virtud de una fe viva que estamos unidos a la Cabeza en ascensión. Entonces, llegado el momento, de inmediato podremos ponernos de pie y con un espíritu fuerte proclamar algo que viene desde los cielos. Esta clase de reunión es una reunión para el Cristo ascendido. Ejercitamos nuestro espíritu haciendo uso de nuestra fe para realizar aquello que Cristo logró por Su ascensión.

El Señor no solamente resucitó, sino también ascendió. Por medio de Su ascensión, Él recibió todos los dones, los cuales Él dio a todos los miembros de la iglesia. Por medio de Su ascensión, todos Sus miembros han recibido algo. Usted no puede decir que no recibió nada. Si usted tiene tal sentir, necesita ejercitar su fe; no es algo que dependa de cómo se siente usted, sino que es algo que depende de su fe. De acuerdo con el principio hallado en Efesios 4, los dones dados por el Cristo ascendido tienen como propósito la edificación del Cuerpo, el perfeccionamiento de los santos y traer nuevos creyentes.

Hermanos y hermanas, olvidemos todo cuanto aprendimos en el pasado y simplemente aprendamos a celebrar estas dos clases de reuniones. Reunámonos con Cristo a fin de inhalarlo y alimentarnos de Él. Al mismo tiempo, siempre que haya necesidad de traer nuevos convertidos, perfeccionar a los santos y edificar el Cuerpo, todos tenemos que comprender que nuestro Señor ascendió y ha derramado todos los dones con todas sus respectivas funciones. Nosotros simplemente tenemos que ejercitar nuestra fe y aplicarla. No solamente necesitamos darnos cuenta de la presencia del Cristo resucitado entre nosotros, sino que también del poder del Cristo ascendido, Su autoridad, la función que Él ejerce como Cabeza y Su señorío. Esto requiere que ejercitemos una fe viva en nuestro espíritu. Confío que en las reuniones venideras aprovecharemos las oportunidades que se nos presenten para ser osados, para estar incluso libre de toda atadura, no en términos físicos, sino de una manera espiritual, al grado que sea liberado a través de nosotros algo de Cristo y para Cristo.

(Cómo reunirnos, capítulo 7, por Witness Lee)