SALIR A ÉL
En Hebreos 12:2 hallamos: “Puestos los ojos en Jesús”. ¡Oh, apartemos nuestra mirada de todo lo demás y fijémosla en Jesús! Puestos los ojos en Jesús; no solamente para verle, sino para poner los ojos en Él, fijarnos en Él. En Hebreos 13:13 leemos: “Salgamos, pues, a Él”. No basta con verle, no es suficiente poner nuestros ojos en Él; y simplemente considerarlo no es tan adecuado. Últimamente, tenemos que salir en pos de Él. “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”. Hoy en día Jesús no está en el campamento; Él está fuera del campamento. ¿Qué representa el campamento? El campamento se refiere a las organizaciones religiosas; concretamente, en este pasaje el campamento representa al judaísmo, a la religión judía. Cuando los israelitas adoraron el becerro de oro mientras Moisés estaba en el monte Sinaí, ellos de inmediato se convirtieron en un campamento religioso a los ojos de Dios. En aquel entonces Moisés se mudó del campamento para estar con el Señor, y todos los que buscaban al Señor salieron en pos del Señor fuera del campamento (Éx. 33:7). Es a este hecho histórico que se hace referencia aquí. El libro de Hebreos fue escrito para los creyentes hebreos que todavía defendían el judaísmo. Ellos no se daban cuenta de que, a los ojos de Dios, el judaísmo se había convertido en un campamento al abandonar a Dios y adorar ídolos. Jesús no estaba allí; Jesús no está en ninguna organización religiosa. Hoy en día Jesús está fuera del campamento; tenemos que ir en pos de Él dejando el campamento. No hay otra manera en la cual podríamos ser uno con Él. Allí donde Él está, nosotros también debemos estar.
Es por medio de Él, mediante este Cristo, que nosotros ofrecemos nuestras alabanzas a Dios. ¿Pueden ver lo que les quiero decir? Supongamos que estas palabras: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza”, se encontraran al inicio de este libro. Entonces podríamos preguntarnos: “¿Por medio de quién?”. Pero no se encuentran al inicio, ni en el medio, sino al final, después que todas las riquezas de Cristo han sido reveladas. Por medio de Aquel a quien hemos experimentado, de Aquel a quien hemos disfrutado tanto, ofrecemos sacrificio continuo de alabanza a Dios. La verdadera alabanza en las reuniones tiene que estar constituida de nuestras experiencias de Cristo.
(Cómo reunirnos, capítulo 15, por Witness Lee)