EL HÁBITO DE EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
Vivir por Cristo, tomar a Cristo como nuestra vida en nuestro diario andar, depende por completo de que estemos en el espíritu. En esto consiste la verdadera práctica de ejercitar nuestro espíritu. Supongamos que usted está discutiendo con su compañero de habitación, o con su querida esposa, o su querido esposo. Usted sabe que si persiste en tal discusión, se encontrará fuera del espíritu, pues está ejercitando su mente y su parte emotiva, mas no su espíritu. Tal vez tenga el sentir de que definitivamente está en lo correcto y que la otra persona está equivocada, pero el hecho es que usted no está en el espíritu. Si no vive por el espíritu y ejercita su espíritu en su diario andar, ¿cómo podrá ejercitar su espíritu para profetizar cuando vengan a la reunión? Si todo el tiempo, en su diario vivir, ha ejercitado su mente en lugar de su espíritu, cuando venga a la reunión continuará haciendo lo mismo. Examinará a este hermano y a aquel otro, criticará y analizará a un hermano y al otro. Usted continuará ejercitando su mente en lugar de su espíritu, pues éste es su hábito. Ha cultivado este hábito en su diario andar. Si no ejercitamos nuestro espíritu durante el día entero y todos los días, ¿cómo podremos ejercitar nuestro espíritu para profetizar en las reuniones? En nuestros hogares, en nuestra vida familiar, en nuestros trabajos, tenemos que practicar continuamente el ejercicio de nuestro espíritu. Es necesario que cultivemos el hábito de ejercitar nuestro espíritu. Quizás haya muchas cosas sobre las cuales quiero discutir con mi esposa, pero si me vuelvo aunque sea un poquito a mi espíritu, éste me dirigirá a no discutir ni argüir. El espíritu me dirá: “No digas que tienes la razón, di ‘¡Oh, Señor!’”. Debemos desechar muchas cosas a fin de simplemente ejercitar nuestro espíritu exclamando: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Si en su vida diaria usted no ejercita su espíritu para decir: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”, le será muy difícil venir a las reuniones para decir: “¡Oh, Señor!”. Si puede hacerlo en la reunión sin haberlo practicado en su vida diaria, tal vez usted sea actor o actriz y convierta el salón de reuniones en un escenario teatral.
La manera en que nos reunimos depende de la manera en que vivimos. ¿Cómo debemos reunirnos? Tenemos que vivir de manera apropiada. Tenemos que vivir tomando a Cristo como nuestra vida, una vida que siempre es expresada en forma de amor. El amor es sufrido, el amor todo lo soporta y el amor perdona. ¿Cómo podemos expresar este amor? Simplemente al ejercitar nuestro espíritu a fin de contactar al Señor y disfrutarle. ¿Piensa usted que si ejercitara su espíritu a lo largo del día diciendo: “Oh, Señor Jesús”, podría odiar a otros? ¿Podemos acaso erradicar toda oscuridad y odio al luchar en contra de ello y oponerle resistencia? Cuanto más hagamos esto, más estaremos en tinieblas y llenos de odio. Si simplemente nos volvemos a nuestro espíritu y decimos: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”, el Señor estará con nosotros y será expresado en forma de amor.
En una traducción del capítulo 13 encontramos esta frase: “El amor jamás tiene en cuenta las faltas del otro”. Esto es amor. El amor todo lo cubre, jamás tiene en cuenta las faltas del otro, todo lo soporta, todo lo sufre, el amor todo lo cree y todo lo espera. ¿Qué es este amor? No es otra cosa que el propio Cristo manifestado en mi vida práctica de cada día. Si hemos de disfrutar a este Cristo como nuestro amor, tenemos que ejercitar nuestro espíritu, no nuestra mente. Si no ejercitamos nuestro espíritu, tarde o temprano siempre consideraremos las faltas y los fracasos de los hermanos. Si ustedes ejercitan su espíritu continuamente, disfrutarán y experimentarán a Cristo; entonces cuando vengan a las reuniones, debido a que tienen el hábito de ejercitar su espíritu, tendrán el denuedo para levantarse a profetizar algo de Cristo. Podrán decir: “No me importa nada excepto mi espíritu. ¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Éste será su hábito. Éste será mi hábito. ¡Que maravilloso! Si tenemos tal hábito, nos será fácil profetizar, nos será fácil decir algo acerca del Señor y para el Señor en las reuniones. Es de esta manera que nos reunimos; ésta es la manera de proceder que nos ha sido revelada en todo el libro de 1 Corintios.
Cristo es nuestra porción, Cristo lo es todo para nosotros, Cristo es el Espíritu vivificante, y ahora nosotros estamos unidos a Él en un solo espíritu. Es de este modo que podemos vivirle, andar en Él y tener todo nuestro ser en Él. Luego cuando nos reunamos tal como se nos indica en los capítulos 12, 13 y 14 de 1 Corintios, nos reuniremos en este contexto; nos reunimos asumiendo tal posición, teniendo tal vida diaria y practicando tal ejercicio del espíritu. Entonces, todo lo que tendremos que hacer sería tomar la iniciativa, en nuestro espíritu, de profetizar, de decir algo del Señor Jesús y para el Señor Jesús.
¿Es acaso ésta mi enseñanza? ¡No! Ésta es la revelación de Dios contenida en la Biblia. Ella yacía enterrada; estaba escondida por muchos siglos, pero por Su misericordia, ahora ha sido traída a la luz. Este libro, 1 Corintios, ahora está abierto para nosotros. Es un libro transparente para nosotros desde el primer capítulo hasta el último. Cristo es muchas cosas para nosotros a fin de que podamos vivirle de manera práctica día tras día. Entonces cuando nos reunamos, a partir de tal experiencia de Cristo, será fácil para nosotros ejercitar nuestro espíritu y compartir con los demás algo de Él. Ya no estamos mudos, sino que tenemos confianza para hablar en el nombre del Señor Jesús. Ésta es la manera en que nos reunimos.
(
Cómo reunirnos, capítulo 9, por Witness Lee)