SE NECESITA LA DEMOSTRACIÓN DEL ESPÍRITU
Ahora debemos comprender que todo lo que hablemos por Cristo y todo lo que hagamos en las reuniones debe ser una demostración del espíritu. Esto es muy importante. Cristo jamás podría ser ministrado a otros sin la demostración del espíritu. Lamento decir que cuando algunos santos muy queridos se ponen de pie a fin de hablar en las reuniones lo hacen sin ministrar a Cristo porque lo hacen sin la demostración del espíritu. Hablar así mata la reunión. Cuando veo a personas muy queridas haciendo esto en la reunión, ello verdaderamente me infunde temor.
En 1 Corintios 2:1-4 el apóstol Pablo dijo que cuando fue a los corintios, ni su palabra ni su proclamación “fue con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”. Esto quiere decir que cuando él llegó a los corintios a fin de ministrarles a Cristo, al hablar y al predicarles, él no dependía de su mente para usar palabras que fueran persuasivas, sino que ejercitaba su espíritu. Sus palabras fueron una verdadera demostración del espíritu. Tal vez algunos digan que tal clase de demostración era milagrosa. Sin embargo, leamos 14:6: “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharé yo, si no os hablo con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza?”. Esto significa que Pablo no llegó a ellos con el fin de hablar en lenguas, sino de hablar con palabras claras e inteligibles y de una manera muy normal. Él llegó a ellos simplemente para comunicarles conocimiento, doctrinas y profecías; pero junto con sus palabras habladas de manera normal fue la demostración del espíritu. Debemos poner juntos estos dos versículos: 2:4 y 14:6. Al vincular estos dos versículos y, en realidad, al ver el libro en su conjunto, podremos entender a qué se refería el apóstol Pablo cuando dijo que hablaba con demostración del espíritu. El versículo 4 del capítulo 2 y el versículo 6 del capítulo 14 demuestran que esto no hace referencia a algún acto milagroso o sobrenatural. Pablo no predicó de tal manera, sino que predicó de manera normal y con palabras muy normales; no obstante, él les habló con demostración del espíritu.
Todos tenemos que aprender a decir algo por Cristo en nuestras reuniones con la demostración del espíritu. Tenemos que ejercitarnos en esto y hacerlo. No tenemos excusa. No podemos decir que simplemente somos tímidos por nacimiento, que no tenemos una gran voz o que no somos personas tan elocuentes. En 2 Timoteo 1:7 se nos dice que Dios no nos dio “espíritu de cobardía”. Dios nos dio un espíritu “de poder”. No digan, pues, que su voz no es potente; todos pueden hablar en voz alta. No creo que si su casa estuviera incendiándose, proclamarían esto en voz muy baja a todos sus vecinos. Gritarían: “¡Fuego! ¡Fuego!”. Entonces veríamos qué clase de voz tiene usted. Tampoco digan nada sobre su elocuencia, pues ésta simplemente no es necesaria. Podemos decir muchas cosas por Cristo sin necesidad de ser elocuentes.
La manera apropiada de reunirnos es ésta: tenemos que tomar a Cristo como nuestro todo, habiendo comprendido que hoy Él es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu; por tanto, tenemos que estar en el espíritu y ejercitar continuamente nuestro espíritu. Entonces experimentaremos a Cristo, seremos partícipes de Él y le disfrutaremos de una manera maravillosa. Si somos tales personas, cuando nos reunamos, no nos reuniremos para realizar la adoración religiosa característica del cristianismo de hoy; más bien, nos reuniremos para edificar la iglesia al ministrarnos a Cristo los unos a los otros con demostración del espíritu. De este modo, no podrá existir un sistema de clérigos y laicos. ¿Es usted un clérigo o un laico? No debiera ser ni lo uno ni lo otro. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros somos simplemente miembros del Cuerpo y partícipes del sacerdocio! Esto quiere decir que todos tenemos que profetizar. Cuando toda la iglesia se reúne, todos pueden profetizar uno por uno (1 Co. 14:23-24, 31), porque todos tienen algo de Cristo que pueden compartir con los demás.
En días recientes me he ejercitado mucho para encontrar una manera de proceder que permita a todos los hijos del Señor ejercer su función uno por uno en las reuniones. Al presente, en las iglesias locales no todos los hermanos y hermanas ejercen su función. Algunos todavía se aprovechan de los demás. Hay todavía muchos que siguen siendo meros espectadores en lugar de participantes. Esto me incomoda en gran manera. Si no venimos a las reuniones es una cosa; pero si venimos, todos tenemos que ejercer nuestra función, uno por uno. Si no lo hacemos, no nos ceñimos a las Escrituras. “Podéis profetizar todos uno por uno” (v. 31). No hay escapatoria ni excepciones; todos tenemos que tomar parte en esto. Y siempre que alguien se pone de pie para profetizar, deberá haber una demostración del espíritu. Ésta es la manera apropiada de reunirse.
(
Cómo reunirnos, capítulo 11, por Witness Lee)