EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
Ahora permítanme hacerles otra pregunta. ¿Dónde está el Espíritu hoy? ¡Aleluya! La realidad del nombre es el Espíritu Santo, y hoy en día el Espíritu Santo está en nuestro espíritu. Por esta razón, tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Es muy difícil decir si la palabra espiritual en 1 Corintios 12 y 14 se refiere a algo que es propio del Espíritu Santo o algo que es propio de nuestro espíritu humano regenerado. En 1 Corintios 12:1 leemos: “Acerca de los dones espirituales”, y 14:1 dice: “Seguid el amor y anhelad los dones espirituales”. Si ustedes lo observaron, se puede ver que la palabra dones está en cursiva en el texto de la Biblia, debido a que dicha palabra no se encuentra en el texto original; esta palabra no está presente en el texto en griego. En otras palabras, aquí simplemente dice: “Acerca de lo espiritual” y: “Seguid el amor y anhelad lo espiritual”. Por supuesto, no hay necesidad de que el Espíritu Santo sea espiritual. Quienes necesitan ser espirituales somos nosotros. La palabra espiritual en estos versículos alude a nosotros; somos nosotros los que tenemos que aprender a ser espirituales. Estoy convencido de que en realidad esto indica que es imprescindible que nosotros estemos en el espíritu. Es bastante difícil determinar si la “e” de “espíritu” debe ser escrita con “E” mayúscula o no. Podríamos traducir 1 Corintios 12:1 así: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de estar en el espíritu”. Asimismo, el versículo 1 del capítulo 14 podría traducirse como: “Seguid el amor y anhelad estar en el espíritu”. Preferiría no escribir “espíritu” con “E” mayúscula en estos versículos. Si ustedes leen el capítulo 14, observarán cuantas veces la palabra espíritu fue usada con “e” minúscula. Finalmente, cuando llegan al versículo 32, donde leemos sobre “los espíritus de los profetas”, debemos percatarnos que la palabra espíritus está en plural debido a que los profetas también están en el plural, y los espíritus a los que se hace referencia son los espíritus de los profetas. Es fácil ver que aquí no se hace referencia al Espíritu Santo, sino a los espíritus humanos de los profetas.
Me parece que ahora ustedes conocen el secreto de cómo debemos reunirnos. En primer lugar, debemos reunirnos en el nombre del Señor. En segundo lugar, reunirse en el nombre del Señor significa reunirse en el Espíritu. Y en tercer lugar, reunirse en el Espíritu implica ejercitar nuestro espíritu. Ésta es la manera en que debemos asistir a las reuniones. La manera en que los cristianos se reúnen no debe consistir en adoptar algunos formalismos, preceptos, programas, etc., sino que simplemente debe consistir en ejercitar el espíritu. El Espíritu Santo está mezclado con nuestro espíritu; por ende, cuando ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu Santo se mueve junto con nosotros. Cuando el Espíritu Santo se mueve en nuestro espíritu, poseemos la realidad del nombre del Señor. Al reunirnos no solamente debemos ejercitar nuestro espíritu, sino que también debemos estar inmersos en el Espíritu y, por consiguiente, en el nombre del Señor.
La clave, el secreto, para nuestras reuniones radica en el ejercicio de nuestro espíritu humano regenerado. ¿Cómo comprobamos esto? La prueba más clara se halla en 1 Corintios 14:32. El versículo 31 nos dice que podemos “profetizar todos”. Luego el versículo 32 nos dice que profetizar consiste simplemente en ejercitar nuestro espíritu. No es necesario esperar hasta que el Espíritu nos empuje a profetizar, pues los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas. En nuestra condición de profetas, si no tomamos la iniciativa, si nuestro espíritu no se mueve, entonces el Espíritu Santo no podrá manifestarse. Somos nosotros quienes tenemos que tomar la iniciativa y ejercitar nuestro espíritu. Si nuestro espíritu se mueve, el Espíritu Santo que está dentro de nuestro espíritu se moverá con nosotros y traerá la realidad del nombre de Jesús. Por tanto, la manera de reunirnos como cristianos consiste en reunirnos ejercitando nuestro espíritu. Esto no es algo insignificante.
No saben ustedes cuánto tiempo hemos dedicado a escudriñar las Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento, así como muchos otros escritos a fin de descubrir la manera en que debemos reunirnos. Por la misericordia del Señor, Él nos mostró que el secreto para reunirnos es ejercitar nuestro espíritu, porque la realidad del nombre del Señor está en el Espíritu, y Su Espíritu está mezclado con nuestro espíritu. El secreto para nuestras reuniones hoy en día radica en el ejercicio de nuestro espíritu.
En el cristianismo de hoy se habla mucho del Espíritu en relación con las reuniones. Los así llamados pentecostales afirman que es imprescindible tener la manifestación del Espíritu Santo en la reunión. Esto quiere decir, de acuerdo con sus enseñanzas, que tenemos que orar, tenemos que confesar nuestros pecados y tenemos que permanecer por cierto tiempo en ayuno y oración, y entonces repentinamente en una de las reuniones el Espíritu Santo descenderá sobre nosotros y tendremos la manifestación del hablar en lenguas. Según ellos, esto es algo difícil de lograr. Yo estuve en esta clase de movimiento por algún tiempo, hace más de treinta años. Dediqué mucho tiempo a orar, ayunar, confesar todos mis pecados, etc. No es mi intención criticarlos; simplemente quiero presentar ante ustedes la verdadera situación en la que se encuentra el cristianismo de hoy.
Luego, tenemos el otro extremo. En el cristianismo que se conoce como fundamentalista se nos dice que debemos seguir la inspiración del Espíritu Santo. En todas las reuniones tenemos que estar a la espera de tal inspiración y no actuar si no la tenemos. Si ustedes leen todos los escritos del cristianismo fundamentalista con respecto a la inspiración del Espíritu en las reuniones, todos ellos nos dicen lo mismo. Uno tiene que confesar sus pecados y consagrarse, tiene que orar más y tiene que esperar en el Señor, entonces sentirá que el Espíritu Santo le inspira y todo lo que necesita hacer es obedecer tal inspiración. Pero permítanme preguntarles: ¿Pueden acaso encontrar tal versículo en la Biblia? ¿Hay un versículo que nos diga que debemos reunirnos de esta manera? No, no lo hay.
Lean 1 Corintios 12 y 14, y allí verán que debemos anhelar estar en el espíritu, que debemos anhelar profetizar. Profetizar no implica quedarse esperando por una inspiración. Fíjense en el contexto. Profetizar implica tomar la iniciativa para ejercitar nuestro espíritu. Podrá parecer que tomamos la delantera, pero cuando lo hacemos, el Espíritu de Dios nos acompaña y fluye desde nuestro ser, porque hoy el Espíritu Santo está mezclado con nuestro espíritu. El problema no reside en Él. Él siempre está esperando por nosotros; el problema reside en nosotros. Si nosotros simplemente cooperamos con Él, o sea, si tomamos la delantera, Él nos acompañará y se manifestará. Él laborará juntamente con nosotros. No es que debamos esperar por Él, sino que es Él quien continuamente espera por nosotros. Desde que Él vino a nuestro ser y se mezcló con nosotros, Él ha estado esperando por nosotros todo este tiempo. Él ya tomó la iniciativa y ahora espera por nosotros.
Tengo la convicción de que si ustedes leen todos estos pasajes a los que hicimos referencia, y no solamente los leen, sino que los oran-leen una y otra vez, sus ojos les serán abiertos. Alabamos al Señor porque ya no es necesario que estemos a la espera de alguna clase de manifestación o inspiración. Todo lo que necesitamos hacer es ejercitar nuestro espíritu y abrir nuestra boca para decir: “¡Oh, Señor! ¡Oh, Señor!”. ¿Entienden esto? Lean el contexto de todos estos pasajes y podrán captar el significado apropiado de los mismos. Simplemente ejerciten su espíritu y digan: “¡Señor Jesús!”. Hagan uso de aquello que está en lo profundo de su ser para hablar de parte del Señor Jesús. Éste es el ejercicio del espíritu. Podría parecer que esto procede de usted, pero en realidad procede de Dios, pues hoy el propio Espíritu de Dios está mezclado con su espíritu.
Cuando yo era niño jugaba con otros niños corriendo una carrera muy particular. Nos dividíamos en pares, y dos de nuestros pies eran atados de tal manera que cada pareja debía correr con tres pies. Creo que en los Estados Unidos a esta carrera le llaman la carrera de las tres piernas. Siempre que corría en esta carrera, quien me tocaba por pareja siempre tenía que esperar por mí, hasta que finalmente yo me levantaba y me disponía a correr con él. Ahora bien, díganme: ¿quién era el que tomaba la iniciativa, él o yo? Aparentemente era yo, pero en realidad era él quien tomaba la iniciativa. Ahora nosotros estamos “atados” al Espíritu Santo, y no solamente atados a Él, sino mezclados con Él. Pero por ser nosotros tan lentos y perezosos, Él siempre ha tenido que esperar por nosotros. Cuando nos percatamos de Su presencia, todavía permanecemos en nuestra ignorancia, pues le decimos: “Señor Jesús, he estado esperando por Ti en mi espíritu. He estado orando por tres días y hasta ahora no he recibido la inspiración”. Santos muy queridos han venido a mí, diciéndome: “¿Cómo hace para tener tal inspiración, mientras que a nosotros nos es tan difícil obtenerla? Tal parece que a usted le es muy fácil ser inspirado, pero para nosotros es muy difícil. ¿Por qué?”. La respuesta es que ellos se han dejado arrastrar por las enseñanzas fundamentalistas. Deben leer 1 Corintios 14 una y otra vez. Allí no se nos dice que tenemos que esperar, tampoco se nos dice que tenemos que orar, ni que tenemos que ayunar. Se nos dice que debemos tomar la iniciativa: nuestro espíritu humano tiene que entrar en acción. Tal vez nos parezca que siempre estamos esperando; pero en realidad el Espíritu Santo ha estado esperando por nosotros todo el tiempo.
(
Cómo reunirnos, capítulo 8, por Witness Lee)