Cómo reunirnos, por Witness Lee

DISFRUTAR A CRISTO EN EL ESPÍRITU

En el capítulo 2 se nos dice que este Jesús es Aquel que nos santifica y que nosotros somos aquellos que somos santificados. Tanto Él como nosotros procedemos de un solo Padre y compartimos una misma vida; por lo cual Él no se avergüenza de llamarnos hermanos. Cristo es nuestro Hermano, y nosotros somos Sus hermanos. Nada más ver esto es algo tremendo. En el capítulo 3 se nos dice que somos partícipes del llamamiento celestial y de la persona misma de Cristo. Él es el Apóstol, el Enviado de Dios a nosotros, y Él es el Sumo Sacerdote, Aquel que va a Dios en representación nuestra. Debemos contemplarle y participar de Él, participar del Apóstol, del Sumo Sacerdote, de Cristo. ¡Oh, qué maravillosa es esta expresión los partícipes de Cristo! Si disfrutamos de Cristo de este modo, ¡qué reuniones tendremos!

En el capítulo 4 se nos dice que hay un reposo reservado para nosotros, y que tenemos que laborar para entrar en ese reposo. Sabemos que ese reposo es la buena tierra, la cual es un tipo completo de Cristo. Cristo es la buena tierra y, como tal, es nuestro reposo. Hay tantos cristianos que son como los israelitas que vagaban en el desierto: no disfrutan de reposo porque, en términos prácticos, carecen de la experiencia de Cristo como su todo. Ellos no han entrado en la buena tierra, por lo cual no hay reposo para ellos. No obstante, este reposo está reservado para nosotros. ¿Cómo podemos entrar en él? La respuesta se halla en el versículo 12: nuestra alma tiene que ser dividida de nuestro espíritu. Cuando estamos en el alma, simplemente estamos en el desierto. No es sino hasta que nos volvemos al espíritu, hasta que entramos en el espíritu, que de inmediato nos encontramos en la buena tierra, en el Lugar Santísimo. Todos tenemos que aprender a discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma, para poder entrar en Cristo y disfrutar de todo lo que Él es para nosotros. Ésta es la base, el fundamento, de nuestras reuniones. Si en nuestro diario andar no sabemos cómo dividir el espíritu del alma, cómo discernir nuestro espíritu y cómo estar en el espíritu, jamás podremos disfrutar a Cristo como nuestro reposo y como nuestra buena tierra. Entonces, cuando asistamos a la reunión, careceremos de Cristo y nos será imposible tener una reunión apropiada. Espero que todas estas palabras no sean mera enseñanza para ustedes. La manera de entrar en el verdadero disfrute de Cristo es discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma. Entonces al reunirnos, lo haremos trayendo un rico excedente de Cristo. Espontáneamente cantaremos Sus alabanzas, y mientras cantamos, Él cantará en nuestros cánticos. Ésta es la manera apropiada de reunirnos.

Cuando estamos en el espíritu, disfrutando a Cristo como la buena tierra, nos es difícil hacer saber a los demás si estamos en la tierra o en los cielos. Disfrutamos de un profundo éxtasis y nos sentimos mayormente en los cielos donde podemos tocar el trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (v. 16). Cuando disfrutamos de tal deleite, apenas podemos esperar para venir al salón de reuniones a gritar y cantar; incluso cantaremos y alabaremos mientras vamos en camino. No intenten hacer esto como si fuera una exhibición, pues ello sería una especie de actuación, algo que no es real. Tenemos que ver a Jesús. ¿Han visto a Jesús? ¡Oh, nuestro Sumo Sacerdote es capaz de compadecerse de todas nuestras debilidades! Jamás me sentiré turbado a causa de mi propia debilidad debido a que tengo a tal Cristo. ¡Aleluya! ¡Estoy en el cielo! Cuando me interno en mi espíritu, simplemente estoy en los cielos, acercándome al trono de la gracia.

La mayoría de los escritos que tratan sobre el libro de Hebreos tienen un nivel simplemente doctrinal. En ellos se afirma que Jesús es superior a los ángeles, superior a Moisés, superior a Josué y superior a esto o aquello; todo lo cual se queda en mera terminología. El libro titulado “El Lugar Santísimo” de Andrew Murray es una excepción, pues allí se habla mucho de nuestra experiencia. En el libro de Hebreos el autor frecuentemente nos dice que tenemos que experimentar aquello de lo cual él nos habla. Todos tenemos que experimentar lo revelado en este libro sobre Cristo.

En el capítulo 10 se nos dice que podíamos entrar con toda confianza al Lugar Santísimo mediante la sangre de Jesús, mediante el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo (vs. 19-20). “¡Aleluya, Aleluya! Yo el velo crucé ya, siempre aquí la gloria está” (Himnos, #258). Esto no es más que un cántico, esto es algo que bulle y se desborda desde nuestro interior. Salmos 45:1 dice: “Rebosa mi corazón un tema bueno”. Esto implica que hay algo que bulle en mi interior. Esto no es una actuación, sino un bullir, de tal modo que mi lengua es como pluma de ágil escribiente. El salmista que bullía y desbordaba en el salmo 45 era uno que había visto aspectos maravillosos del Rey, y no podía contenerse. Todos debemos tener las experiencias descritas en los salmos 45 y 68. Si no tenemos tales experiencias, independientemente de cuánto alcemos la voz, no experimentaremos el éxtasis ni habrá en nosotros una respuesta procedente del espíritu. Necesitamos acudir al trono de la gracia, para entrar con toda confianza al Lugar Santísimo por medio de la sangre, por medio del camino nuevo y vivo que nos fue abierto a través del velo. ¡Aleluya!

(Cómo reunirnos, capítulo 15, por Witness Lee)