NUESTRAS EMOCIONES
Debemos estar claros en lo referido a nuestras emociones. Debemos ser emotivos. Algunos dicen que nosotros somos demasiado emotivos. Pero nadie podría llegar a ser como el apóstol Pablo sin ser emotivo. Pablo era una persona muy emotiva: muchas veces él habló y escribió a los santos con lágrimas en los ojos. En cierta ocasión él dijo: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21). Pablo sabía poner de manifiesto sus emociones. En otra oportunidad él dijo: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que nos gloriemos delante de nuestro Señor Jesús, en Su venida? ¿No lo sois vosotros?” (1 Ts. 2:19). Es bueno ser emotivos. Si uno no puede ser emotivo, tampoco podrá ser espiritual. Pero les digo esto: no se trata de ser emotivos de una manera natural, sino emotivos en el espíritu; no emotivos con fuego extraño, sino con el fuego celestial. Nuestras emociones naturales tienen que ser consumidas en el altar del holocausto. Todo lo natural tiene que ser consumido allí. Debemos ofrecer alabanzas y debemos ser liberados; no obstante, todavía es necesario que pasemos por la cruz, que suframos muchos tratos por medio de la cruz.
No piensen que ser ruidosos es sinónimo de ser emotivos. Si jamás hemos llorado en público al predicar el evangelio, no pienso que podamos traer muchas personas al Señor. Leí la biografía de un hermano que no tenía el menor asomo de elocuencia. Él solía hablar muy poco; pero siempre que él hablaba por el Señor Jesús, le brotaban lágrimas. Simplemente debido a sus lágrimas hubo muchos que se convirtieron a Cristo. Todo aquel que es espiritual es también una persona emotiva. Aprendan a ser personas emotivas; entonces sabrán cómo ser espirituales. Aprendan a reír, aprendan a llorar. No aprendan tantas enseñanzas, aprendan aquello que les ayudará a tornarse a su espíritu. Si ustedes ejercitan su mente en demasía, perderán vuestro espíritu reidor. No piensen ser personas muy inteligentes. Vuélvanse de su mente a su espíritu y alaben al Señor. Aprendan a ejercitar su espíritu y ser personas felices y llenas de gozo. Regocíjense en la presencia del Señor y estarán en el espíritu en gran medida.
(Cómo reunirnos, capítulo 19, por Witness Lee)