Cómo reunirnos, por Witness Lee

SU CONTINUA PRESENCIA

Pero aquí hay algo que tenemos que aprender. No debemos tomar estos relatos meramente como tales. Sin duda hay muchos que han errado el blanco al convertir la Biblia en un libro de relatos o un libro de enseñanzas. La gran mayoría de personas lee estos relatos como meras historias, sin derivar mayores enseñanzas de los mismos. Pero la intención del Señor no es la de contarnos algunas historias. Juan declaró que él no relató todo cuanto había sucedido, porque si lo hubiera hecho “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (21:25). Únicamente ciertos casos nos son relatados a fin de cumplir con el propósito del Señor. Con base en este principio, tenemos que leer estos versículos no como una historia, sino más bien para ver un cuadro que nos revela algo. En tan sólo unos cuantos capítulos —Mateo 28, Marcos 16, Lucas 24, Juan 20 y 21, y Hechos 1— se nos presenta un relato completo mediante el cual vemos un retrato revelador de la presencia del Cristo resucitado; en este retrato se nos muestra cuán viviente es Él y cómo Él está con nosotros todo el tiempo. Si estamos solos, Él está con nosotros; si somos dos o tres, Él está con nosotros. Si somos unas tres hermanas que se reúnen, Él está con nosotros; si somos dos hermanos que se reúnen, Él está con nosotros. Si usted es uno que busca al Señor y le ama, Él está con usted, y si usted es como Pedro, quien le falló al Señor, Él también está con usted. Ya sea que usted sea fuerte o débil, Él está con usted. Ya sea que usted se encuentre en una habitación o vaya caminando por la calle, Él está con usted. Ya sea que estemos en el monte o a la orilla del mar, Él está con nosotros. Sea que lo entendamos o no, Él sigue estando con nosotros. Ya sea que nos percatemos de Su presencia o no, el Cristo resucitado está con nosotros. ¡Aleluya!

Es sorprendente e interesante notar que cuando no percibimos Su presencia, Él está con nosotros en mayor medida. Cuando aquellos hermanos tan queridos, pero tan pobres, iban camino a Emaús y conversaban con Él e incluso le hacían reproches —“¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?”— Él estaba muy cerca de ellos; pero una vez que les fueron abiertos los ojos y se dieron cuenta de que era el Señor, Él desapareció. ¿Creen ustedes que Él los dejó? No; simplemente desapareció a fin de adiestrarlos, a fin de ayudarles a darse cuenta no solamente de Su presencia visible, sino aún más de Su presencia invisible. Su presencia visible no es tan preciosa como Su presencia invisible. Cuando uno se percata bien de la presencia del Señor no es tan bueno como cuando uno no se percata de ello. ¿Me dejo entender? En muchas ocasiones no nos percatamos de Su presencia y, sin embargo, ésos son los momentos más maravillosos que podemos tener.

Todos estos relatos nos permiten darnos cuenta de la maravillosa presencia del Cristo resucitado y viviente. Jamás olviden este versículo: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días” (Mt. 28:20). Él no dijo: “He estado con ustedes”, ni tampoco “Estuve con ustedes”, ni aun “Estaré con ustedes”, sino que Él dijo: “He aquí, Yo estoy con vosotros”. Él usó el tiempo presente. “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días”. ¿Por cuál medio? Por todos los medios.

Quisiera hacerles notar algo más con respecto a las apariciones del Señor a Sus discípulos. El Señor Jesús es un tanto “sagaz” —que el Señor me permita usar esta palabra— en el sentido de que a las hermanas les dijo que acudieran a los discípulos para decirles que el Señor se reuniría con ellos en Galilea. Si yo hubiera estado allí, habría dicho para mis adentros: “Muy bien, el Señor Jesús irá a reunirse con nosotros en Galilea; así que no iré a la reunión de esta noche porque Él no se aparecerá allí. Me dedicaré a hacer otra cosa”. Pero al anochecer de aquel mismo día, ¡el Señor Jesús vino a la reunión! Esa noche Él no entró en Galilea, sino que entró en una habitación en Jerusalén. Aquella visita no había sido anunciada por Él, sino que Él llegó sin notificar a Sus discípulos; Él simplemente llegó. Ni siquiera tocó la puerta; Él simplemente entró. Mientras ellos todavía estaban temerosos y desilusionados, si bien habían escuchado algunos informes de Su resurrección, Él se les apareció de repente. Si yo fuera Pedro, habría dicho: “Señor, nos dijiste que fuéramos a reunirnos contigo en Galilea. ¿Por qué viniste esta noche sin darnos aviso alguno?”. Les digo que la presencia del Señor es tanto visible como invisible, y a veces nos percatamos de ello y otras no. El Señor a veces nos hace saber que Él está presente, pero la mayoría de las veces no lo hace. No es posible para nosotros determinar dónde tendremos un encuentro con Él, pues Él se reúne con nosotros en todo lugar. En cualquier situación, de cualquier modo, en cualquier lugar y tiempo Él está con nosotros. Él siempre está con nosotros.

(Cómo reunirnos, capítulo 6, por Witness Lee)