LA REALIDAD DE REUNIRNOS EN EL NOMBRE:
ESTAR EN EL ESPÍRITU
Existe un principio que concierne a todas las revelaciones contenidas en la Biblia; primeramente encontramos la simiente de tal revelación, después el crecimiento de ella y, finalmente, la cosecha. La revelación de la verdad relativa a las reuniones cristianas es una semilla en Mateo 18:20. La simiente es ésta: reunirse en el nombre del Señor Jesús. Pero ¿qué significa esto? No podemos hallar la respuesta a esto en los cuatro Evangelios; así que tenemos que acudir al libro de Hechos.
En el libro de Hechos vemos dos asuntos de vital importancia. Uno es el nombre. El día de Pentecostés, cuando Pedro se dirigió a la multitud, les dijo que debían ser bautizados en el nombre de Jesús. Si ellos eran bautizados en Su nombre, recibirían al Espíritu Santo (Hch. 2:38). Así que, los dos asuntos de vital importancia que son presentados juntos en el libro de Hechos atañen al nombre del Señor Jesús y al Espíritu Santo. Si avanzamos al capítulo 19 de este libro, encontraremos un puñado de creyentes que se reunían en la ciudad de Éfeso. Ellos no habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús, por lo cual Pablo les instó a hacerlo. En cuanto lo hicieron, recibieron al Espíritu Santo. El nombre y el Espíritu son presentados juntos en este libro una y otra vez.
Ahora avanzaremos del libro de Hechos a las Epístolas. En todas las Epístolas no podemos encontrar un versículo que nos diga que tenemos que reunirnos en el nombre del Señor Jesús, debido a que reunirse en Su nombre constituye la simiente de este tema de las reuniones. En el libro de Hechos tenemos el crecimiento de la simiente, el desarrollo de este tema, y en las Epístolas se nos presenta la cosecha. Entre todas las Epístolas, 1 Corintios 14 es prácticamente el único capítulo que trata sobre la manera en que deben reunirse los cristianos. Lo que se recalca en este capítulo no es el nombre, sino el Espíritu. Con respecto a esta verdad subyacente a las reuniones de los cristianos, reunirse en el nombre del Señor Jesús es la simiente de esta verdad, estar inmersos en el nombre del Señor para recibir al Espíritu Santo representa el crecimiento de esta verdad, y finalmente estar en el Espíritu es la cosecha de esta verdad. Por tanto, vemos que el nombre del Señor Jesús guarda un vínculo muy estrecho con el Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo, el nombre del Señor Jesús carecería de toda realidad. Decimos que el nombre de Jesús es muy poderoso, pero ¿en qué consiste el poder del nombre de Jesús? En el Espíritu Santo. Todo el poder y realidad del nombre de Jesús radica en el Espíritu Santo y es el Espíritu Santo.
Ahora veamos otros versículos adicionales que nos demuestran que existe una relación vital entre el Espíritu Santo y el nombre de Jesús. Juan 14:13-17 dice: “Todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré. Si me amáis, guardaréis Mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Si leemos estos versículos como conjunto, podemos ver el contexto en que todas estas palabras fueron dichas, lo cual nos permite ver que la realidad del nombre del Señor reside en el Espíritu y es el Espíritu. El Señor Jesús nos insta por primera vez a pedir algo en Su nombre; después, nos dice que con este propósito Él rogará al Padre que nos dé el Espíritu. Sin el Espíritu, jamás podríamos pedir en el nombre del Señor Jesús. Por tanto, la realidad del nombre del Señor es el Espíritu. La realidad del nombre de cualquier persona es la persona misma. La persona del Señor Jesús es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es simplemente el propio Señor (2 Co. 3:17). Él mismo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por tanto, el Espíritu Santo, la persona del Señor, es la realidad del nombre del Señor. Así pues, reunirse en el nombre del Señor quiere decir reunirse en el Espíritu Santo.
En los Evangelios se nos habla sobre reunirnos en el nombre del Señor, pero en las Epístolas tal parece que los apóstoles se olvidaron del nombre; pero no fue así. Ellos lo tenían presente, sólo que se encontraban en la etapa que corresponde a la cosecha; ellos estaban en el Espíritu, el cual es la realidad del nombre del Señor. Por tanto, en las Epístolas, los apóstoles nos dicen que tenemos que reunirnos en el Espíritu. Entre los Evangelios y las Epístolas tenemos el libro de Hechos. En Hechos vemos la progresión de este tema que se desarrolla de la etapa de la simiente a la de la cosecha; por tanto, se unen el nombre del Señor con el Espíritu.
Ahora leamos Juan 14:26: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre...”. Aquí, el Señor nos dice que el Espíritu Santo sería enviado en el nombre del Señor. ¿Qué quiere decir esto? Supongamos que yo prometo darle a usted una cantidad de dinero, pero a la postre le entrego un cheque a su nombre. Usted comprenderá, por supuesto, que este cheque representa para usted la realidad misma del dinero que le prometí. El Señor Jesús prometió darnos algo en Su nombre, y lo que nos dio fue el Espíritu. El Espíritu es la realidad de Su nombre. Él no dijo que nos dejaría Su nombre, un nombre que es apenas un término. Si así fuera, no tendríamos ninguna realidad y ningún poder. Jesús es una palabra de cinco letras. Estas cinco letras ¿tienen acaso poder en sí mismas? No. Entonces, ¿dónde reside el poder del nombre de Jesús? En el Espíritu. Si uno no toca al Espíritu, jamás podrá experimentar el poder del nombre del Señor. Si uno no está en el Espíritu, no está en Su nombre ni está en la realidad del Señor Jesús. A esto se debe que cuando arribamos a la cosecha de esta verdad en las Epístolas, arribamos al tema del Espíritu. No es necesario entonces hablar del nombre del Señor, porque no estamos en la etapa que corresponde a la simiente, sino en la etapa que corresponde a la cosecha. Ahora tenemos al Espíritu, así que nos reunirnos en el Espíritu. Cuando usted ponga mi cheque en su banco, de inmediato obtendrá el dinero.
En 1 Corintios 12:3 leemos: “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Cuando uno dice: “Jesús es Señor”, entonces está en el Espíritu. Cuando uno invoca el nombre de Jesús, está en el Espíritu. Al invocar: “¡Señor Jesús!”, obtenemos al Espíritu, porque el Espíritu Santo es la realidad de Jesús. Si llamáramos: “¡Juan!”, no me obtendrían a mí, porque yo no soy Juan. Yo no soy uno con Juan ni tampoco soy la realidad de Juan. Pero ahora el Espíritu Santo es la realidad de Jesús; así que cada vez que llamamos: “¡Jesús!”, ¡aleluya!, obtenemos al Espíritu. ¿Pueden ver esto? La realidad de reunirse en el nombre del Señor Jesús es reunirse en el Espíritu. El nombre es apenas la simiente que está en la tierra, pero ahora tenemos la cosecha de dicha simiente, porque tenemos al Espíritu. Todos debemos comprender que el verdadero significado de reunirse en el nombre del Señor Jesús es reunirse en el Espíritu. Cuando estamos en el Espíritu, estamos en el nombre. En 1 Corintios 14 el apóstol Pablo no dijo nada acerca del nombre del Señor, sino que solamente nos habló del Espíritu, porque el Espíritu Santo es la propia realidad, poder y esencia del nombre de Jesús. Tenemos que estar en el Espíritu Santo a fin de estar en el nombre de Cristo. Esto está muy claro.
(
Cómo reunirnos, capítulo 8, por Witness Lee)