LA SIMIENTE SUBJETIVA
Éste es Jesús y Él, como simiente, renuevo y fruto, es muy subjetivo para nosotros. Todos estos puntos se revelan plenamente en el Antiguo Testamento, pero no simplemente de manera objetiva. Jesús como simiente es enteramente subjetivo para nosotros. Él es la simiente y nosotros somos la tierra. La simiente debe entrar en la tierra subjetivamente. ¿Cómo puede la simiente hacer algo en la tierra a menos que sea sembrada en la tierra?
Hay mucha enseñanza hoy entre los cristianos acerca de Cristo pero de manera objetiva. Todos sabemos que Jesús fue crucificado en la cruz por nosotros, y que ahora en resurrección Él está sentado en el trono en el tercer cielo como Señor de todos. Esto sin duda es correcto, pero sólo corresponde al aspecto objetivo. Él tiene que entrar en nosotros. En la cruz Él hirió la cabeza de Satanás, objetivamente, y ahora como simiente esta Persona está en nosotros subjetivamente. Cuando Él entra en nosotros, fluye a nosotros Su vida, la cual hirió la serpiente. Hoy en día Jesús hiere a Satanás en nosotros. Muchas veces cuando el enemigo empieza a levantarse dentro de nosotros contra la edificación de la casa de Dios, esta vida que hiere lo derrota.
Hoy la mayoría de las enseñanzas cristianas son demasiado objetivas. Cuando vine por primera vez a este país, empecé inmediatamente a decirles a los cristianos que se volvieran interiormente a su espíritu. Entonces me preguntaron por qué mis enseñanzas eran siempre tan subjetivas. No niego que haya un aspecto objetivo; Jesús realmente está allí en los cielos. Pero en el aspecto subjetivo, Él está en mi espíritu. Sin lugar a dudas, la electricidad está en la central eléctrica, pero también está instalada en nuestros hogares. Si la electricidad fuese simplemente algo objetivo, estaríamos en tinieblas. Si sólo estuviera en la central eléctrica, no nos beneficiaría, pues no podríamos aplicarla. La aplicación de la electricidad tiene que ver completamente con que ésta entre a nuestros hogares; por lo tanto, tiene que ser subjetiva.
Si Jesús sólo estuviera en los cielos, no tendría nada que ver con nosotros. Pero nuestro Jesús no sólo es esa clase de Jesús. Por un lado, Él está en los cielos; pero por otro, está dentro de nosotros. Puedo decir confiadamente que mi Jesús está en mí. ¡Puedo incluso gloriarme de que Jesús está dentro de mí! Jesús está en mí como una semilla para crecer. Luego Él crece hasta ser el renuevo y, como tal, hace que Dios se ramifique en mí y lleve fruto para el disfrute de otros. ¡Aleluya! Éste es el Jesús que edifica el templo de Dios, que edifica la iglesia. Él no lo hace de manera objetiva, sino de una manera muy subjetiva, al sembrarse en nosotros, al hacer que Dios se ramifique en nosotros, y al llevar fruto en nuestro interior para el disfrute de otros. Éste es el Jesús que fue profetizado en el Antiguo Testamento.
(Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, El, capítulo 1, por Witness Lee)