UN HECHO CONSUMADO
En los capítulos anteriores vimos lo que es el bautismo en el Espíritu Santo. Es sencillamente la introducción, por parte de Cristo, de Su Cuerpo en el Espíritu, es decir, en Él mismo. Él hizo esto una vez para siempre. Por supuesto, conforme al relato del libro de Hechos, Él lo hizo en dos partes. La primera parte se llevó a cabo en el día de Pentecostés con los creyentes judíos, y la segunda parte en la casa de Cornelio con los creyentes gentiles. Sólo estos dos casos en la Biblia son llamados el bautismo en el Espíritu. Todos los demás casos son una experiencia del bautismo que ya se había efectuado en el Cuerpo. Ellos lo recibieron por medio de la transmisión que procede del Cuerpo mediante los miembros que representan el Cuerpo.
También vimos que el bautismo en el Espíritu Santo es un hecho consumado. Se efectuó una vez para siempre, así como los otros pasos que Cristo dio. La encarnación es un hecho consumado; asimismo lo son la crucifixión y la resurrección. Al leer 1 Pedro 1:3, vemos que la resurrección de Cristo se efectuó una vez para siempre: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Estas palabras nos dicen claramente que todos los santos fueron regenerados por Dios mediante la resurrección de Cristo. Esto no significa que cada vez que un hijo de Dios nace de nuevo, Cristo tiene que resucitar nuevamente. La única resurrección de Cristo es suficiente. Las regeneraciones son muchas, pero la resurrección de Cristo es una sola. De la misma manera, las experiencias del bautismo son muchas, pero el bautismo en el Espíritu Santo se cumplió una vez para siempre. Todos los pasos que Cristo dio para llevar a cabo el propósito de Dios se efectuaron una vez para siempre.
(Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, El, capítulo 13, por Witness Lee)
