AMARSE UNOS A OTROS
Un creyente que no haya sido edificado por el Señor no poseerá un amor genuino por los demás. Todo nuevo creyente ama a los hermanos y hermanas. Aunque este amor proviene del Señor, es simplemente un amor en la etapa inicial y no dura mucho, debido a que no es el amor que se menciona en el Evangelio de Juan. El amor que se menciona en el Evangelio de Juan es el resultado de permanecer en el Señor, tener comunión con Él y ser uno con aquellos que pertenecen al Señor. Aquellos que han sido edificados por Dios poseen tal clase de amor.
Pablo era una persona que había sufrido los tratos disciplinarios del Señor y que había sido edificado por Dios. Su amor por las iglesias, por los hermanos y por los colaboradores no provenía de su emoción natural ni de su buena intención, ni tampoco de tener el mismo temperamento que los demás. El amor que Pablo poseía brotaba de la experiencia de haber sido edificado en el Señor. Este amor se muestra en sus Epístolas a través de sus palabras, actitudes y acciones, ya fuera hacia las iglesias, los creyentes o los colaboradores, y se expresara o por medio de reprensiones o por medio de alabanzas. Él sentía una profunda preocupación por todas las iglesias. Si algún colaborador, iglesia o santo estaba débil, él también se mostraba débil. Y si a ellos se les hacía tropezar, él se llenaba de tristeza y se indignaba por aquello que causaba tal tropiezo (2 Co. 11:28-29).
(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 6, por Witness Lee)