Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, por Witness Lee

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LA BENDICIÓN DE DIOS RESIDE EN LA UNIDAD

La bendición de Dios para con la iglesia reside en la unidad. El Espíritu Santo se mueve en una atmósfera de unidad, el poder del evangelio se halla en la unidad, la autoridad de Dios reside en la unidad, la luz de Dios se manifiesta en la unidad y el suministro de la vida divina también reside en la unidad. Sin embargo, a fin de tener la unidad, se requiere la edificación. Sin la edificación no puede existir verdadera unidad. Incluso podría haber cierto grado de unidad, pero esa unidad no durará por mucho tiempo. Únicamente cuando somos edificados unos con otros, podemos obtener la unidad genuina. Aun podemos servir juntos sin ser uno. Tal vez no haya opiniones entre nosotros, pero tampoco somos uno. Sólo cuando somos edificados juntamente, puede existir unidad genuina. Pero debido a que no hay una abundante edificación entre nosotros, no contamos con una bendición abundante y la presencia del Señor no es evidente en medio nuestro. Esto es una prueba contundente de que carecemos de sumisión a la autoridad.

Tal vez en nuestras reuniones no caigamos en discusión, pero no existe la unanimidad entre nosotros, debido a que carecemos de una edificación sólida. Cuando los hermanos y hermanas asisten a las reuniones, no hay un espíritu de armonía y coordinación. Incluso los servidores actúan de forma independiente. Esto demuestra que no hemos sido edificados apropiadamente.

Nosotros amamos al Señor y tenemos el deseo de seguirle. Incluso podemos sentirnos intranquilos cuando no asistimos a las reuniones, pero esto no es un indicio de que hayamos sido verdaderamente edificados. Cuando estamos inspirados, oramos; pero cuando no sentimos ninguna inspiración, permanecemos en silencio. No nos interesa la condición espiritual de los demás hermanos y hermanas, y no nos inquieta que alguien permanezca como un cristiano aislado. Aunque ciertamente somos salvos y asistimos a las reuniones, permanecemos indiferentes y aislados. Incluso los servidores de tiempo completo actúan de esta manera. Cuando asisten a una reunión, permanecen con un espíritu aislado y distante. Esto causa que el espíritu de las reuniones sea débil.

Si los servidores de tiempo completo están en armonía, coordinación y unanimidad, las reuniones serán fuertes, ricas y llenas de bendición. Esto indica que la presencia de Dios acompaña la edificación. Por consiguiente, la clave para obtener la bendición de Dios y Su presencia se halla en la edificación que exista entre los servidores.

Un automóvil es un buen ejemplo. Cuando pisamos el acelerador, el auto avanza porque ha recibido cierto tipo de “edificación”. Pero si sólo tenemos por separado algunas partes de la carrocería, el carro no se moverá, porque las partes individuales no están “edificadas” juntamente con las demás. Bajo este mismo principio, en ocasiones los servidores que asisten a una reunión se hallan “separados” del resto de los asistentes. No coordinan con los demás, sino que actúan de modo independiente, haciendo cada cual lo suyo. Esto indica que los servidores no han sido edificados juntamente, lo cual impide que los hermanos y hermanas que están bajo su cuidado sean edificados. El resultado de ello es que las oraciones y actividades llevadas a cabo en las reuniones resultan ser independientes e individualistas; no son corporativas ni se conducen en unidad.

Tener un montón de partes de automóvil que no hayan sido ensambladas ni coordinadas con otras partes simplemente resulta inútil. Debido a que no hay “edificación” entre dichas partes, no existe forma alguna de que el carro camine. En 1946 yo laboré en Shanghái y Nankín. Cada vez que visitaba Nankín tenía una clara sensación de que allí había unanimidad, ya sea que estuvieran cantando, orando o dando un mensaje. En la reunión de la mesa del Señor, todos los santos de la iglesia en Nankín testificaban sobre lo mismo. Ellos eran nuestras cartas de recomendación. Incluso algunos que asistían ocasionalmente a las reuniones se sentían refrescados.

Hoy siento que hay un espíritu relajado en las reuniones. Cada quién actúa de manera individual. Funcionamos sólo cuando sentimos alguna inspiración. Oramos o pedimos un himno si nos sentimos inspirados; pero actuamos desconectados del resto de los asistentes, sin sentir ninguna relación con los demás. Aunque no estemos peleando entre nosotros, no hay edificación. No sólo carecemos de una verdadera edificación orgánica, sino que incluso se ha producido una obra de demolición. Por ejemplo, es posible que dos hermanos puedan coordinar bien entre sí; pero una vez que se les unen otros hermanos, su coordinación encuentra tropiezos. Debido a que permanecemos distantes de los demás y carecemos de edificación, es raro ver la bendición de Dios y Su presencia entre nosotros.

Es difícil percibir la presencia de Dios en la espiritualidad de una persona individualista. Su presencia se manifiesta cuando estamos en unanimidad y en armonía con los demás. Por tanto, en Mateo 18:19-20 el Señor dijo: “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por Mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”.

Si no existe la unanimidad entre nosotros, no podremos esperar bendición alguna aunque laboremos diligentemente y evitemos todo pleito y opinión. Otros pueden lograr un gran éxito con un mínimo esfuerzo, pero nosotros obtendremos pocos resultados aun cuando pongamos todo lo que esté de nuestra parte. Incluso si tenemos la bendición de Dios y nuestro trabajo ayuda a otros a aprender lecciones relacionadas con la vida divina, a recibir cierta edificación espiritual y personal y a amar al Señor, con todo, no seremos capaces de llevar a cabo una obra eterna. Nuestra obra no producirá el edificio. No causará que los santos sirvan al Señor en amor, dependiendo los unos de los otros, lo cual hará de ellos la morada de Dios. Dios no busca que las personas simplemente sean salvas y se vuelvan espirituales. Lo que Él desea es algo edificado.

Si sólo hemos sido edificados en términos de nuestro propio crecimiento espiritual, pero no hemos dado permiso al Señor para hacer en nosotros una obra interior edificándonos juntamente con otros, tal vez administremos la iglesia como ancianos, pero nuestra administración carecerá del elemento de la edificación. Ya sea que funcionemos como colaboradores o como aquellos que ministran la palabra, el resultado que obtendremos no será la edificación. Nuestro hablar quizás pueda conducir personas a la salvación y causar que algunos lleguen a ser espirituales, pero no puede producir el material para la edificación. Tal vez podamos reunir mucho material de edificación y podamos trabajar con éste, pero esos materiales no podrán ser edificados juntamente con otros materiales. Podemos visitar a la gente y ayudarles a ser espirituales, pero no produciremos un edificio.

Que Dios tenga misericordia de nosotros para hacernos humildes. No pensemos que por el hecho de salvar algunas personas para el Señor ya sabemos cómo hacer la obra de Dios. Esto no es lo que Dios busca. Dios desea obtener Su edificio. Donde haya edificación ahí habrá unidad, y donde haya unidad, ahí existirá algo genuino. Esto es lo que Dios desea.

(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 5, por Witness Lee)