LA EDIFICACIÓN SOLUCIONA TODOS
LOS PROBLEMAS EN LA IGLESIA
E INTRODUCE LA BENDICIÓN DE DIOS
Pablo fue el apóstol más sobresaliente del Señor. No obstante, cuando escribió la Primera Epístola a los Corintios, él dijo: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús llamado por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes” (1:1). El hecho de que Pablo hiciera referencia a Sóstenes muestra que él estaba consciente del Cuerpo y que poseía un espíritu de coordinación. Dudo que alguien le haya prestado la debida atención al nombre de Sóstenes.
El espíritu del apóstol es diferente que el nuestro. La tendencia de aislarse se está volviendo un problema serio entre nosotros. Todos son muy capaces, los jóvenes y los mayores, y parece que nadie tiene necesidad de depender de otros. Los mayores piensan que ellos son más experimentados y saben todo lo relacionado con la administración de la iglesia. Ellos sienten que saben cómo ser ancianos. Y aunque tal vez no lo digan, en su espíritu tienen esta actitud. Podríamos ser corteses con ellos y decir que esto es tener un espíritu de derribar la edificación, pero en realidad es tener un espíritu de rebelión. Cuando un hermano habla, algunos pueden tomar una actitud de críticos y decir para sí mismos: “Yo ya sabía todo esto”. Tal clase de espíritu es muy destructivo en la obra de Dios.
No podemos esperar que nuestra obra tenga la bendición de Dios si actuamos de una manera aislada e individualista. Tampoco podemos esperar que tal obra produzca la edificación. Ya que hasta cierto grado ministramos la palabra y participamos en la obra de Dios, seguramente habrá algunos resultados. Incluso la obra de la Iglesia Católica produce ciertos resultados. Sin embargo, debemos preguntarnos si dicha obra realmente produce lo que Dios desea. ¿Acaso puede la Iglesia Católica edificar a dos o tres millones de personas en términos de su crecimiento personal logrando que ellos se encuentren en unanimidad y se amen unos a otros, y tomen una postura firme en pro de Dios? Las personas que ellos ayuden estarán llenas de opiniones. Por consiguiente, Dios no puede efectuar Su obra de edificación en ellos; no puede obtener Su morada o habitación en ellos.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos ver cuánto necesitamos ser edificados con otros y llevar a cabo una obra de edificación en otros. Cuando conducimos a otros a la salvación, debemos hacerlo añadiendo el elemento de la edificación. Al salvar a otros, no sólo debemos procurar que ellos sean espirituales, sino además necesitamos edificarlos juntamente con otros. Después de ser conducidos al Señor por nosotros, ellos no sólo deben amar al Señor, sino también ser edificados juntamente con otros creyentes. Según el mismo principio, los ancianos no sólo tienen que administrar la iglesia, sino también edificarla. De esta manera, los hermanos y hermanas que se hallen bajo la administración de estos ancianos, experimentarán la unanimidad y estarán dispuestos a someterse a otros, considerando la actitud de sumisión como su gloria. Ésta es la obra gloriosa que requerimos efectuar aquí.
El hecho de poseer cierta capacidad no es el único parámetro. Comparados con los ancianos, algunos hermanos más jóvenes pueden ser más agudos en términos de su habilidad y capacidad mental. Pero esto no significa que ellos puedan servir como ancianos. Lo que les capacita para ser un anciano no es su habilidad ni su capacidad mental, sino el hecho de ser quebrantados y subyugados. Es posible que nuestro servicio como ancianos produzca santos que estén en disensión y que sean rebeldes. Nuestro servicio podría ayudar a la salvación de las personas y lograr que lleguen a ser espirituales y que amen al Señor fervientemente, pero dará por resultado que no serán edificados con otros creyentes. Por favor permítanme darles una palabra muy seria. Desde el inicio de este año, tuve la sensación de que Satanás busca que hagamos una obra que sea muy espiritual y llena de fervor, pero que a la vez derribe la edificación y esté carente de la sumisión mutua que nos debemos unos a otros.
En este respecto muchos jóvenes han sido envenenados. Necesitamos dar una advertencia. Aquellos que deseen servir al Señor deben tomar el camino de la edificación. Si tenemos cierta edificación sólo en términos del crecimiento espiritual sin ser edificados con otros, esto es el camino de la rebelión. Si tenemos espiritualidad pero carecemos de una verdadera edificación, esto es el camino de Satanás. Durante los dos mil años de historia de la iglesia, ninguna persona que no estuviera dispuesta a someterse bajo la mano del Señor y a ser subyugada, ha podido ser útil en las manos de Dios. La obra que Dios desea hoy no sólo consiste en salvar pecadores ni en edificar a los santos en términos de su crecimiento personal. La obra primordial de Dios consiste en edificar Su morada.
Nunca deberíamos pensar que la edificación no es un asunto crucial o que puede ser fácilmente “fabricada”. Dios necesita realizar una gran cantidad de trabajo para edificar a una sola persona aislada. Él quiere introducirnos a la gloria. Él quiere que seamos edificados juntamente con otros hasta conformar Su gloriosa morada. A menos que seamos coordinados y edificados juntamente con los demás, no podremos entrar en la gloria. Si somos capaces de coordinar, Dios añadirá a otros que también puedan coordinar con nosotros. Si Dios no logra edificarnos con otros hoy, Él lo logrará más tarde. Aquellos que entren en la gloria de Dios tienen que ser edificados por Él.
Si hemos de ser edificados, es imprescindible que seamos capaces de coordinar con otros; y para coordinar con otros, tenemos que ser quebrantados. Podemos considerar que nosotros somos una piedra excelente, pero al mismo tiempo no somos aptos para ser edificados juntamente con otros. De igual manera, podemos pensar que alguien que puede coordinar con otros es como una piedra grotesca. Esto nos muestra que lo importante no es la espiritualidad, sino la capacidad de ser edificados juntamente con los demás.
No es fácil para Dios encontrar a un grupo de personas que estén dispuestas a ser subyugadas y edificadas juntamente por Él. Dios desea derramar Su bendición, pero no le es fácil hallar un vaso apropiado para hacerlo. El Señor dijo que si dos o tres se reunieran en armonía, Él estaría con ellos y sus oraciones serían contestadas (Mt. 18:19-20). En otras palabras, la bendición de Dios se halla donde se manifieste la edificación. Si una décima parte de los servidores de Taipéi estuviera en unanimidad, la bendición de Dios los acompañaría en su servicio. Por el contrario, incluso en ausencia de discusiones entre los santos en una localidad, si no hay edificación, la bendición de Dios no estará presente. La bendición de Dios depende de nuestra unanimidad, esto es, de tener un espíritu de armonía unos con otros, de poseer una verdadera coordinación y de disfrutar una genuina unidad. Por ejemplo, si se reúnen cinco hermanos y cuatro hermanas, los hermanos deben sujetarse unos a otros al igual que las hermanas. Si un hermano pide un himno, todos los demás deben cantarlo juntos con regocijo. Tal condición y espíritu traerá la bendición de Dios.
(
Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 5, por Witness Lee)