LA EDIFICACIÓN DEL TEMPLO
ES LA EDIFICACIÓN DE LA MEZCLA
DE DIOS CON EL HOMBRE
La edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, es una expresión general contenida en la Biblia. Una expresión más específica y definida sería la edificación del templo y de la ciudad. Al hablar del templo, el énfasis recae en la presencia de Dios, es decir, en la mezcla de Dios con el hombre. Por lo tanto, edificar el templo consiste en edificar la mezcla de Dios con el hombre. En 1 Corintios 6:19 se nos dice: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros?”. Somos el templo de Dios, y el Espíritu de Dios mora en nosotros. Esto es la mezcla de Dios y el hombre. El templo es un asunto de la mezcla de Dios con el hombre. Una vez que se concluyó la edificación del templo, la gloria de Jehová llenó todo el templo (1 R. 8:10-11). Este templo representaba a los hijos de Israel y cómo ellos llegaron a ser la morada de Dios. Dios habitó entre ellos. Al administrar la iglesia y al ministrar la palabra, estamos edificando la iglesia. Estamos edificando en las personas la mezcla de Dios y el hombre. La meta de la administración de la iglesia es que se produzca esta mezcla de Dios con el hombre. Asimismo, nuestra meta al ministrar la palabra es que esta mezcla de Dios con el hombre sea producida. Si se produce esta mezcla de Dios y el hombre, realmente estaremos edificando el templo.
Este principio puede aplicarse a muchas situaciones. Digamos que hay dos hermanos viviendo juntos, pero no se caen bien. Ellos no discuten y son corteses el uno con el otro, pero con todo no existe edificación alguna entre ellos. Yo preguntaría: “¿Tienen ellos la presencia de Dios? ¿Se halla el templo de Dios allí?”. Si no hay edificación entre ellos, ciertamente no poseen la presencia de Dios ni la realidad del templo. Son personas independientes, y ninguno de ellos se interesa en los asuntos de su compañero. Simplemente son dos hermanos que sirven al Señor juntos y que viven en la misma casa, pero no cuentan con la presencia de Dios, el templo de Dios.
Si nosotros realmente hemos sido edificados con otros y hemos aprendido la lección de la edificación, nos daremos cuenta de que a estos dos hermanos les falta la mezcla con el Señor. Debido a que su yo sigue dominando fuertemente en ellos, no se ha producido mucho de esta mezcla. Por consiguiente, nuestra obra con ellos consiste en edificarlos de modo que Cristo se mezcle más con ellos. Necesitamos ocuparnos en aquellos aspectos de su ser que les impiden mezclarse más con Dios. Si ellos estuvieran dispuestos a tomar medidas con respecto a esos aspectos, podrían mezclarse más con Dios, y el templo de Dios estaría en ellos. El grado al cual hemos sido unidos a otros depende de cuánto hemos sido mezclados con Dios. En esto consiste la obra de edificación, y es la realidad del templo de Dios y la presencia de Dios.
Siempre que brindemos una verdadera ayuda espiritual a otros, les estaremos conduciendo a que se mezclen más con Dios. Cuanto más se mezclen con Dios, más se unirán con otros miembros del Cuerpo. Aquellos que carecen del elemento de Dios no son capaces de ser uno con otros creyentes. Por lo tanto, los hermanos que hablan desde el podio deben asegurarse de que sus palabras redunden en que Dios se mezcle más con los santos. Si laboramos con los jóvenes, nuestros mensajes deben causar que ellos se mezclen más con Dios. Si nuestros mensajes no tienen este resultado, nuestra obra no es una obra de edificación. No estaremos realmente edificando el templo. Una obra que edifica el templo es una obra que permite que Dios obtenga Su morada. Le permite a Dios morar en el hombre. Nuestra obra debe causar que Dios more más en el hombre y que se mezcle con el hombre.
(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 9, por Witness Lee)