NO ES POSIBLE CUIDAR DE NUESTRA CASA
Y AL MISMO TIEMPO CUIDAR LA CASA DE DIOS
En una ocasión me confrontaron unos misioneros occidentales argumentando que un hermano que funcione como responsable de una reunión de grupo debe cuidar apropiadamente de su propia familia y no debe atender a tantas reuniones. Aunque esos misioneros tenían una buena intención, yo les pregunté: “¿Qué casa es más importante, la casa de Dios o la nuestra?”. Éste es un asunto relacionado con la consagración. No podemos decir Amén a la actitud que los misioneros occidentales tienen hacia sus familias. En lugar de que ellos sacrifiquen su propia casa por la casa del Señor, sacrifican la casa del Señor por su propia casa. No podemos decir Amén a esto. Tal vez tengan una familia maravillosa, pero ¿cómo se encuentra la iglesia que ellos dirigen? Ciertamente la mayoría de los santos que sirven al Señor tienen familia. Si ellos dedican todo su tiempo a cuidar de su familia, tal vez logren una familia semejante a un jardín lleno de felicidad y unos hijos semejantes a los ángeles; pero quizás la casa de Dios desaparezca. Esto depende de nuestra consagración.
Si nuestra consagración es absoluta, incluso nuestros propios hijos pueden levantarse oponiéndose a nosotros. Ninguno de los hijos de los misioneros occidentales se ha opuesto a sus padres, porque tales misioneros se preocupan demasiado por sus familias. Algunos de estos misioneros, aunque en su propio país no tienen sirvientes en sus casas, cuando vienen a China contratan cocineros, personas que cuiden a sus hijos, que hagan la limpieza y que laven la ropa de su familia; y contratan jardineros, choferes e incluso guardias. Si nos hemos consagrado de manera absoluta, los primeros que se opondrán a nosotros serán nuestros propios hijos. Por esta razón, yo cuestiono la consagración de los misioneros que argumentan sobre este asunto de forma irresponsable y aun sarcástica. Aunque ellos ciertamente son siervos de Dios, no debemos seguirlos en su manera de vivir. Indudablemente debemos cuidar de nuestra familia de la mejor manera posible, pero también debemos estar muy claros con respecto a nuestra consagración.
Cierto hermano responsable tiene cinco hijos, y la reunión que él cuida tiene más de cien santos. Si él solo cuidara de su familia, no podría cuidar a los cien hermanos y hermanas. Y si únicamente cuida a los cien hermanos y hermanas de su grupo, no sería capaz de cuidar de su familia de una manera apropiada. Es difícil aprender a cuidar apropiadamente a una reunión de grupo y a la vez cuidar a su familia de una manera adecuada. Encargarse de una reunión de grupo requiere todo nuestro ser. Debemos pensar en nuestra reunión de grupo incluso en nuestros sueños.
Si imitamos a los misioneros occidentales en la forma en que ellos cuidan de sus familias, el resultado de nuestra labor en la iglesia será semejante al resultado de ellos. En algunos momentos cruciales, ellos nos dicen: “Hermanos, no puedo seguir haciendo esta obra porque tengo que estar con mis hijos”. Pero nosotros no podemos hacer esto debido a nuestra consagración. Que Dios nos conceda Su bendición para que nuestras familias reciban Su misericordia y cuidado. Debemos entender que la manera de actuar de algunos misioneros no es la nuestra. Ellos no toman el camino de la consagración.
(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 7, por Witness Lee)