PEDIR AYUDA PARA MITIGAR EL SUFRIMIENTO
ES UN ACTO VERGONZOSO
El camino de la consagración es un camino de sufrimiento y sacrificio en donde todo lo nuestro es arruinado. Algunos creyentes tratan de consagrarse buscando ganar la simpatía de los demás y disminuir así su sufrimiento. Tales creyentes ya han perdido su consagración. Es un acto vergonzoso pedir ayuda de los demás buscando mitigar el sufrimiento. Aquellos que se han consagrado deben aprender a no pedir ayuda de nadie. Debemos preferir el sufrimiento delante del Señor antes que solicitar la ayuda de otros, y debemos escoger pasar hambres durante tres días antes que permitir que otros se enteren de nuestra necesidad. Pero ésta no es nuestra situación. Hay algunos que, cuando pasan por un pequeño sufrimiento, hacen lo posible por llamar la atención de los demás, esperando recibir ayuda de ellos. Esto indica que su consagración no es tan fuerte como lo era en el pasado.
El primer grupo de servidores que fue levantado entre nosotros nunca buscó recibir ayuda de los demás. Ellos incluso dijeron a todos que no tomarían el camino de recibir ayuda económica. Ellos ciertamente tenían la habilidad de ganar dinero en el mundo, pero por causa del Señor decidieron no acudir al mundo. Tal era la condición y el carácter de los servidores en el comienzo. Pero hoy en día es lamentable que algunos de nosotros tengamos temor de no recibir ningún sustento. Tal parece que si no recibimos ninguna ayuda es para nosotros motivo de vergüenza. Sin embargo, es una gloria que los hermanos no se encarguen de nuestras necesidades debido a que nosotros servimos al Señor de tiempo completo. Buscar la ayuda de los demás y tratar de ganarnos su simpatía no debe ser motivo de gloria; antes bien, debe ser motivo de vergüenza.
Si siempre estamos en espera de recibir el soporte económico de parte de los demás, nos convertiremos en unos lastimosos parásitos. Si hacemos esto, cualquiera podría censurarnos y decir que somos parásitos de la sociedad, ya que dependemos de los demás para nuestro sustento. Esto indica que nuestra consagración no es fuerte. Sin embargo, esto no quiere decir que los santos no deben amar a los siervos del Señor ni cuidar de ellos. Durante muchos años los colaboradores de edad avanzada han mantenido el principio de no mostrar aprecio ni sentirse agradecido por el cuidado que otros directamente puedan brindarnos. No queremos recibir ninguna ayuda directamente de la mano del hombre. Si alguien tiene la carga de cuidar de nuestras necesidades, debe hacerlo depositando la ayuda en la caja de las ofrendas. Queremos que nuestro suplir provenga directamente de la mano de Dios.
En una ocasión alguien le preguntó a un hermano servidor de tiempo completo cuánto dinero había recibido para sus gastos en esa semana. Tales preguntas son un insulto para alguien que sirve de tiempo completo. A la persona que hace tal pregunta se le debe confrontar firmemente y aclarar que esa información no es asunto suyo. Su pregunta no refleja ningún amor hacia aquellos que sirven al Señor; antes bien, constituye un insulto para ellos. Si tal persona tiene una preocupación genuina por ellos, debería depositar una ayuda económica en la caja de las ofrendas sin preguntar cuánto reciben los servidores. Ésta es una pregunta impropia.
La esposa de uno de los servidores dijo en una ocasión que su esposo sólo recibía unos cuantos dólares a la semana. Esto causó que algunos pensaran que debían ayudarle a ese hermano a encontrar un trabajo. Esto es vergonzoso. Si ese matrimonio estaba dispuesto a seguir el camino del servicio, no debía quejarse en absoluto. Nadie que sirve al Señor debe actuar de esta manera.
Aquellos que eligen este camino deben tener bien claro que éste es un camino de sufrimiento y pobreza. No deben esperar que tengan una vida próspera. El Señor nunca dijo que aquellos que siguieran este camino tendrían alimento y bienestar. Por el contrario, Él dijo que teníamos que abandonarlo todo para seguirle. Debemos incluso perder nuestra propia vida. Tal es el camino de la consagración. Es glorioso que seamos capaces de vivir todo un año por fe sin que nadie se preocupe por nosotros. No obstante, hay situaciones en las que algunos servidores buscan ayuda de los demás. Si ésta es nuestra condición, podremos hacer la obra del cristianismo, pero no podremos llevar a cabo la obra de edificación de la iglesia. Cuando edificamos la iglesia, nuestra fama, reputación, familia y nuestro propio ser serán arruinados. Tanto nuestra reputación como lo que somos y lo que tenemos tienen que ser sepultados. El apóstol Pablo fue arruinado por el Señor; el Señor conquistó todo su ser. El Señor Jesús puede arruinar a la gente. Muchas vidas han sido arruinadas completamente por Él. Éste es un asunto relacionado con la consagración, con pagar el precio; esto tiene el propósito de completar “lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo” (Col. 1:24).
(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 7, por Witness Lee)