Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, por Witness Lee

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EL ORGULLO ABRE LA PUERTA A LA DESTRUCCIÓN Y LA HUMILDAD INTRODUCE LA BENDICIÓN

Existe también mucho orgullo en medio nuestro. Es una pena oír que alguien pregunte: “¿Por qué él es anciano y yo no? ¿Por qué él dirige a toda la iglesia, y yo apenas dirijo una reunión de grupo? Esto es orgullo. El orgullo es la fuente de la suspicacia, y esto causa que la persona piense que los ancianos tienen a otros en alta estima menos a ella. Tener este concepto es vergonzoso.

Si ésta es nuestra condición, podemos ser capaces de compartir mensajes maravillosos, pero nuestra obra no tendrá resultado. El asunto primordial es nuestra propia persona y no la manera en que compartimos. El hecho de tener una habilidad mejor que la de Pablo para predicar no hará que nuestro trabajo sea más eficaz. Todo depende de nuestra propia persona. Una persona orgullosa producirá otros que sean orgullosos. Los frutos que producimos serán igual que nosotros. Cosechamos lo mismo que hemos sembrado. Una persona que ministra la palabra con orgullo no debe esperar que coseche el fruto de la humildad. Una persona que administra la iglesia con orgullo no debe esperar que coseche una iglesia que posea humildad. Si administramos la iglesia con orgullo, ésta puede condenarnos e incluso rechazarnos.

Que exista tal condición entre nosotros nos causa una profunda carga. Debemos darnos cuenta de lo que Dios está haciendo en el universo. Algunos pueden decir con jactancia: “¡Miren! Todos éstos han sido salvos por mi predicación”. Puede ser que hayamos conducido a muchos a la salvación; pero quizás todos ellos estén espiritualmente enfermos, debido a que nosotros mismos estamos enfermos. De esta manera, hacemos daño a la iglesia, y no tenemos forma de evitar que nuestra enfermedad se propague. Aquellos que realmente aman al Señor no nos alabarán por nuestro trabajo. Si esperamos que aquellos que aman y alaban al Señor nos aprecien y nos elogien por igual, algún día habremos de cosechar el fruto de nuestra labor.

En Mateo 7 el Señor dijo: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad” (vs. 22-23). La expresión nunca os conocí usada en estos versículos significa “nunca os aprobé”. El Señor nunca aprobó lo que éstos hicieron. Por tanto, siempre debemos preguntarnos si nuestra predicación del evangelio y nuestra administración de la iglesia realmente son efectuadas con miras a la edificación.

Tal vez nos sintamos muy competentes administrando la iglesia, pero después de tres años la iglesia caiga en rebelión. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que veamos que el espíritu de Babel equivale a la rebelión, lo cual es intolerable. Si somos capaces de recibir misericordia con humildad, seremos bendecidos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para liberarnos del espíritu de Babel a fin de que podamos ser humildes y sumisos.

El mayor problema que el Señor enfrenta en Su obra de edificación es la semilla del orgullo dentro de todos nosotros. Ésta es la causa de nuestra carencia de edificación. Si queremos ser edificados, debemos someternos a otros y adaptarnos a ellos. La sumisión requiere humildad; el adaptarse a los demás requiere mansedumbre. Una persona que no es ni sumisa ni adaptable es muy orgullosa y siente que puede hacerlo todo por sí misma.

(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 5, por Witness Lee)