Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, por Witness Lee

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SUMINISTRAR LA PALABRA EN REUNIONES DE MUTUALIDAD

Existe otra necesidad a la cual no le hemos prestado atención en el pasado. Debemos aprovechar la oportunidad en cada reunión de mutualidad para ministrar a otros con la palabra. Esto puede llevarse a cabo en las reuniones de oración, en la reunión para partir el pan y en la reunión de comunión. En algunas localidades no se ministra la palabra en las reuniones de oración. En lugar de ello, los santos cantan algunos himnos y oran un poco. Después de esto, la reunión termina. Tal situación no es ni normal ni apropiada.

Es posible que algunos hermanos y hermanas que asisten a la reunión de oración sean nuevos creyentes, otros no sepan cómo orar, y otros no tengan el estado de ánimo para orar. Así que, si no existe el ministerio de la palabra, la reunión será “desabrida” y los santos perderán el deseo de asistir a la reunión. Hay reuniones de oración en las que no se ministra la palabra ni se les guía a los santos a orar. Esa reunión de oración será semejante a un barco sin timón, el cual es llevado por el viento en diferentes direcciones. Si los vientos soplan del este, la reunión será llevada hacia el oeste; si los vientos soplan del oeste, la reunión será llevada hacia el este. Esta clase de reunión no es atractiva, y después de ocupar el tiempo orando sin rumbo fijo, la reunión simplemente acaba abruptamente. Tal clase de reunión no atraerá a los hermanos; además, dicha clase de oración se convierte en una ofensa para el Señor y para los hermanos.

Por lo tanto, en reuniones tales como la reunión del partimiento del pan, la reunión de oración y la reunión de comunión, debe impartirse el suministro que procede del ministerio de la palabra. Los servidores no deben irse a dormir pacíficamente; deben considerar continuamente cómo avivar las reuniones. Las reuniones deben ser avivadas por el ministerio de la palabra y por la dirección dada a los santos en cuanto a escoger los himnos, orar, hablar y en cuanto a dar anuncios. Los corazones de los hermanos y hermanas deben ser alentados, y cada uno de ellos debe ser ayudado a abrir su boca para orar en las reuniones.

En particular, aquellos que sirven en el ministerio de la palabra deberían liberar una palabra en cada reunión de oración. Pero esto no debe ser llevado a cabo de manera rígida. También debería liberarse una palabra en la reunión del partimiento del pan, pero esto tampoco debe hacerse de una manera rígida. Debemos ser flexibles. Alguien puede hablar algo antes de partir el pan o después de partir el pan. Incluso se puede dar una palabra corta de comunión mientras el pan o la copa están siendo distribuidos. Debemos simplemente seguir el fluir del Espíritu. Aquellos que ministran la palabra deben estar siempre preparados para liberar la palabra en las reuniones.

En cuanto a la reunión del partimiento del pan

Muchos nuevos creyentes carecen de conocimiento sobre el significado del partimiento del pan. Por lo tanto, debemos hablar continuamente para inspirarlos en este respecto. Sin embargo, esta clase de inspiración no es de naturaleza educativa. Podemos hablar de algún punto educacional en las reuniones de oración, pero no debemos hacer esto en la reunión del partimiento del pan. El enfoque y significado de esta reunión es diferente. En la reunión del partimiento del pan no debe haber ningún elemento educacional. Impartir un elemento educacional traerá muerte a la reunión. Si sentimos la necesidad de dar una palabra educacional, ésta deberá liberarse después de que el pan ha sido partido. Antes de partir el pan o al distribuir el pan o la copa nunca se debe liberar una palabra en una manera educacional; si lo hacemos, esto apagará al Espíritu de la reunión. Toda palabra que conlleve un tono educacional con fines de corrección, instrucción o explicación deberá impartirse después de la reunión de partir el pan; pero debemos evitar hablar de un tema educacional antes o durante dicha reunión, debido a que ello distraerá a los santos del Señor. Siempre debemos dar una palabra que introduzca a los santos en el Señor, y no una que los aleje del Señor.

Conducir a las personas a apreciar la dulzura y la belleza del Señor

Cuando iniciamos las reuniones en el norte de China, la palabra era ministrada en todas las reuniones del partimiento del pan. Todo el hablar tenía el propósito de conducir a los santos a entrar en la dulzura, gloria y belleza del Señor. En una ocasión, cuando estábamos a punto de partir el pan, yo me levanté y compartí una breve palabra acerca de cómo el Señor es dulce y adorable para aquellos que le conocen y valoran. Cité varias porciones de los Evangelios para mostrar que el Señor fue ungido desde Su cabeza (Mt. 26:6-7), que también Sus pies fueron ungidos (Lc. 7:36-38), que en Su nacimiento le ofrecieron olíbano y mirra (Mt. 2:11), y que fue ungido con especias para Su sepultura (Jn. 19:39-40). De manera que, el Señor es dulce y adorable, desde Su cabeza hasta Sus pies, y desde Su nacimiento hasta Su muerte. Este hablar causó que los hermanos y hermanas conocieran más al Señor del cual estaban haciendo memoria.

En otra reunión para partir el pan, leí parte de Isaías 53, donde dice: “Verá descendencia, prolongará Sus días [...] / Verá el fruto de la aflicción de Su alma, / y quedará satisfecho” (vs. 10-11). Entonces continué con un pasaje del libro de Salmos, que dice: “Al despertar, estaré satisfecho con Tu semejanza” (17:15). Estos dos pasajes hablan de una satisfacción en dos aspectos. Entonces en palabras sencillas les expliqué, diciendo: “Nuestra reunión aquí es el fruto de la labor del Señor. Él está satisfecho de vernos. No sólo esto, sino que cuando venimos a la reunión de la mesa del Señor, somos como aquellos que han despertado del sueño. En el mundo somos aturdidos, pero cuando venimos a disfrutar del pan y de la copa, somos despertados. Somos despertados en Él, contemplamos Su rostro y somos satisfechos. Ésta es una historia de satisfacción desde dos perspectivas. Nosotros le satisfacemos a Él, y Él nos satisface a nosotros”. Entonces pedí un himno relacionado a este tema. Tuvimos numerosos momentos parecidos a éste, en donde el hablar no fue educacional, aunque sí transmitía educación en sobremanera.

En otra ocasión, me puse de pie y dije que al Señor se le había dado un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9). Y entonces hablé por quince minutos acerca del nombre del Señor, mostrando a los hermanos y hermanas que somos salvos en este nombre, hemos sido introducidos dentro de este nombre, oramos en este nombre y vencemos a Satanás por medio de este nombre. Este hablar introdujo a los santos en el nombre del Señor. Después de esto todos fuimos tocados cuando cantamos un himno concerniente al nombre del Señor.

En otra reunión del partimiento del pan, hablé sobre el pan y la copa. Di un mensaje sencillo para mostrarles que el pan representa una historia de vida y que la copa es una historia de bendición. La vida del Señor, simbolizada por el pan, es para nuestro disfrute. También, Dios mismo y todo lo que Él es han llegado a ser nuestra bendición en la copa. En un mensaje anterior, yo me enfoqué en la copa y empecé a hablar sobre el significado de la copa según se revela en Salmos 16:5, que dice: “Jehová es la porción [...] de mi copa”. Una copa representa la porción que nos es asignada. Originalmente, nuestra porción era la copa de la ira de Dios. Esta porción es el lago de fuego. Apocalipsis 14 habla de un grupo de personas cuya porción es el lago de fuego que arde con fuego y azufre (v. 10). La porción que Dios asignó para ellos es el lago de fuego, que es la copa de Su ira. Cuando el Señor fue a la cruz, Él tomó la copa de la ira de Dios. El Señor dijo: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Jn. 18:11). Él bebió la copa de la ira en lugar nuestro. Cuando Él estaba muriendo en la cruz, Él dijo que tenía sed, debido a que el fuego de la ira de Dios estaba quemándole. Esto corresponde a las palabras del Señor en el salmo 22, donde dice: “Todos mis huesos están descoyuntados. / Mi corazón es como cera; / se derrite dentro de mí [...] / mi lengua se ha pegado a mi paladar” (vs. 14-15). Esto describe la sed del Señor. En la cruz la sangre del Señor fue derramada, la cual constituye la copa de salvación para nosotros. Esta copa rebosa de bendición.

Al hacer memoria de Él, cuando vemos la copa, debemos comprender que Él bebió en lugar nuestro la copa de la ira, la cual era nuestra porción. Después, Él nos dio la copa de salvación que rebosa de bendición. Cuando partimos el pan para recordar al Señor, estamos recibiendo la copa de bendición. Si hablamos acerca del pan y la copa cuando nos reunimos para tener comunión o en la reunión de oración, nuestro hablar no captará la atención de los hermanos; pero cuando les hablamos esta palabra en la reunión para partir el pan, nuestro hablar llegará a ser muy atractivo para ellos.

En la reunión del partimiento del pan, no debemos hablar en una manera educacional acerca de la persona y la obra del Señor Jesús; más bien, debemos hablar de ello en una manera simple y con amor. Debemos hablar como alguien que cuenta una historia de amor. Les diremos cuán maravillosa es la persona que amamos. Por ejemplo, podemos leer una porción del Cantar de los Cantares que lo describe a Él como “resplandecientemente blanco pero rubicundo, / distinguido entre diez mil” (Cnt. 5:10). Entonces podemos decir algo en cuanto a las palabras blanco y rubicundo. También podemos señalar la hermosura y la belleza del Señor, de tal manera que otros puedan tener un conocimiento dulce y real acerca de Él. La reunión del partimiento del pan tiene como finalidad recordar la obra del Señor y glorificar y exaltar Su nombre. Por lo tanto, podemos incluso decir algo acerca de Su retorno. Ya que la mesa del Señor implica que Él viene de nuevo, esta palabra puede ser muy dulce. Todas las veces que comemos del pan y bebemos de la copa, la muerte del Señor anunciamos hasta que Él venga (1 Co. 11:26). El Señor dijo que después de beber la copa con Sus discípulos, Él no bebería más de ella, hasta aquel día en que lo bebería de nuevo con ellos en el reino de Su Padre (Mt. 26:29). Una breve palabra como ésta puede conducir a los santos a contemplar la venida del Señor. Mientras los hermanos hacen memoria del Señor, ellos están esperando Su regreso. Una palabra llena de sentimiento dada desde nuestro corazón anima a los demás.

(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 11, por Witness Lee)