Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, por Witness Lee

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LA OBRA QUE DERRIBA CONDUCE A LA DISENSIÓN Y DAÑA LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA

Debemos escudriñar nuestro corazón y considerar si nuestra obra durante los últimos seis meses nos ha conducido a la unanimidad o a la disensión. Estar en la unanimidad equivale a edificar, y estar en disensión equivale a derribar la edificación. Los hermanos responsables caen en disensión cuando cambian lo que los ancianos han propuesto, aunque no tengan el sentir de estar derribando la edificación. Si siete de las veintiocho reuniones de grupos que se celebran en casas se hallan en esta condición, la iglesia en Taipéi estará en desacuerdo y dispersa.

No estamos aquí para dejar establecida la autoridad de los ancianos como si ellos fueran el papa, pero debemos preguntarnos si existe una autoridad en la administración de la iglesia local. ¿En quién debe residir esta autoridad? Si esta autoridad recae en los mil hermanos y hermanas que se reúnen regularmente, entonces llegaríamos a ser la iglesia en Laodicea (cfr. Ap. 3:14-22). Si esta autoridad recae en las manos de un papa, llegaremos a ser la Iglesia Católica Romana. La administración de una iglesia local reside en las manos de los ancianos. Los ancianos deben aprender a sujetarse a Dios mismo y temerle. Ellos deben administrar la iglesia con temor y temblor, y deben aprender a ser fuertes. Deben temer a equivocarse, pero también a ser débiles e indecisos. Si una reunión de grupo debe ser suspendida, los ancianos deben hacer tal decisión sin dudar; de otro modo, las reuniones de hogar restantes llegarán a ser como pequeñas iglesias locales.

Si en una iglesia local nadie ha sido quebrantado, y nadie teme a Dios ni reconoce la autoridad que hay en la iglesia mientras sirve, dicha iglesia local caerá en discordias. Sus muchas actividades derribarán aún más la edificación. Sería preferible tener menos actividades. Si en la iglesia en Taipéi algunos de los hermanos responsables tienen una opinión diferente a la decisión de los ancianos, eso producirá una obra de demolición en la iglesia. Tal actitud de disensión acarrea muerte espiritual. Si los hermanos responsables actúan así en los hogares, aquellos que asisten a las reuniones de grupo también expresarán sus opiniones disidentes. Este tipo de tendencia puede compararse a nuestro cuerpo cuando contrae una infección, la cual puede causarnos la muerte. Esto es lo que causa la disensión y la obra de demolición.

Por medio de la sutil estratagema de Satanás, nuestra labor puede convertirse en una obra de demolición. Algunos hermanos y hermanas ciertamente han hecho un gran sacrificio por el Señor y por la iglesia. Por una parte, no debemos jactarnos de nuestro sacrificio, pero, por otra parte, ya que hemos hecho tal sacrificio, no debemos permitir que las estratagemas de Satanás logren infiltrarse entre nosotros. Si servimos en discordia, no habrá manera de avanzar. La estratagema más astuta de Satanás es causar disensión y división entre nosotros.

La estrategia de Satanás no consiste simplemente en causar discusiones entre nosotros; más bien, consiste en producir una obra que derribe la edificación de la iglesia valiéndose de nuestros buenos deseos y buenas intenciones humanas. Tal es su astucia. Aparentemente la sugerencia de estudiar otro libro de la Biblia hecha por aquel hermano fue hecha buscando el beneficio de los santos, pero en realidad, no fue así. Sin embargo, si en realidad hemos aprendido la lección, veremos que si bien todo lo acordado en el servicio de la iglesia debe ser flexible y no rígido, tiene que haber unanimidad en la iglesia así como un solo mover. De esta manera, la iglesia evitará caer en las estratagemas de Satanás.

(Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La, capítulo 3, por Witness Lee)