Espíritu y el cuerpo, El, por Witness Lee

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EL CANDELERO, LA PIEDRA, EL CORDERO Y DIOS

La revelación en la Biblia es siempre progresiva. La mención de las siete lámparas ocurre en Éxodo, pero el desarrollo de las siete lámparas lo vemos en Zacarías. En el libro de Éxodo no vemos que estas siete lámparas son el Espíritu de Dios. Para ver esto, tenemos que avanzar de Éxodo a Zacarías. En Zacarías 4:2 y 10 vemos claramente que las siete lámparas del candelero son los siete ojos de Dios. Zacarías 3:9 nos muestra que los siete ojos de Dios son los siete ojos de la piedra. Las siete lámparas son los siete ojos de Dios, y estos siete ojos también se encuentran en la piedra. Según Zacarías, esta piedra está destinada al edificio de Dios. En aquel tiempo Zorobabel estaba construyendo el templo, y esa piedra con los siete ojos era para el edificio de Dios. Finalmente, vemos que la piedra con los siete ojos es el candelero. En el libro de Apocalipsis vemos que los siete ojos de Dios son los siete ojos del Cordero. Por consiguiente, las siete lámparas del candelero son los siete ojos de Dios, los siete ojos de la piedra y los siete ojos del Cordero. Eso significa que el candelero es equivalente a la piedra, que la piedra es equivalente al Cordero, y que el Cordero es equivalente a Dios. En Éxodo tenemos un candelero con siete lámparas. En Zacarías vemos que estas siete lámparas son los siete ojos de Dios y los siete ojos de la piedra. En el libro de Apocalipsis vemos que estos siete ojos son también los siete ojos del Cordero. Las siete lámparas son los siete ojos de Dios, los siete ojos de la piedra y los siete ojos del Cordero. Esto demuestra que el candelero es Dios, que Dios es la piedra y que la piedra es el Cordero. El candelero es la piedra, la piedra es el Cordero y el Cordero es Dios. Estas cuatro cosas —el candelero, la piedra, el Cordero y Dios— son cuatro en uno. La función del candelero es resplandecer, la piedra es útil para la edificación, el Cordero efectúa la redención y Dios lleva a cabo Su administración. Por lo tanto, tenemos el candelero resplandeciente, la piedra de edificación, el Cordero redentor y el Dios que administra.

(Espíritu y el cuerpo, El, capítulo 8, por Witness Lee)