LA NECESIDAD DE ORAR
Y ATENDER A LA DIRECCIÓN DEL SEÑOR
Aunque el Señor ha puesto en nosotros la carga de ir a los recintos universitarios, no debiéramos hacer de esto un movimiento. Toda decisión que usted tome por su cuenta por otros es un insulto para el Espíritu. Si usted ha hecho esto, tiene que arrepentirse y, de ser necesario, pedir perdón a los demás por haberles dado instrucciones respecto a lo que debían hacer. Ninguno de nosotros debiera decirle a nadie adónde ir. ¡Esto es un gran insulto para el Señor! ¿Quién es usted para hacer tal cosa? ¿Quién lo autorizó para hacer sugerencias a otros? En vez de esto, usted tiene que ayudar a los demás a contactar al Señor. Hermanos y hermanas más jóvenes, ustedes tienen que orar. Es cierto que hemos recibido la carga y la dirección de parte del Señor para laborar en los recintos universitarios. Sin embargo, los jóvenes tienen que presentarle este asunto al Señor, orar y consagrarse nuevamente al Señor, diciendo: “Señor, deseo ir adelante contigo. Señor, ¿adónde quieres que vaya?”. Todos deben orar hasta ver claramente cómo el Señor les guía. No deben esperar a que otros les digan adónde deben ir. Eso es propio de una organización, una religión. Cada uno de nosotros, desde los líderes hasta los más pequeños entre nosotros, debe acercarse a la presencia del Señor para tener contacto con Él. Ciertamente el mover del Señor está en los recintos universitarios, pero es posible que en Su soberanía Él no le permita a usted ir allí. Es posible que dirija a centenares a ir allí, y le diga a usted que permanezca donde está. Esto será una prueba de que lo que sucede entre nosotros no es un movimiento, sino que responde por completo a la dirección del Señor.
Todos debemos entrar en la presencia del Señor y orar por un tiempo considerable. Por muchos años, he estado aprendiendo esta lección y poniéndola en práctica. No estamos participando en ninguna clase de movimiento. Todo tiene que ser llevado a la presencia del Señor. Yo no puedo acudir al Señor por usted; usted mismo tiene que acudir al Señor. Todos debemos aprender la lección de que nadie puede acudir al Señor por otra persona. Esto es lo que sucede cuando hay jerarquía, donde existe el clero y el laicado. Si yo puedo acudir al Señor, usted también puede acudir al Señor. Incluso la persona más nueva entre nosotros, la persona que acaba de ser salva, debe acudir al Señor. Finalmente, todos podremos decir: “Voy a tal lugar porque le consulté al Señor, y Él me guió a ir allá”. Usted nunca debiera ir a ningún lugar porque cierto hermano lo haya animado a hacerlo. Nunca debemos decirle a nadie adónde ir. Al contrario, cada uno debe tener la certeza de que el Señor es quien lo está guiando. De no ser así, estaremos en un movimiento, y lo que hagamos no tendrá ningún valor espiritual. No debemos esperar ver todo con claridad en un solo día. Es posible que aun después de diez días no tengamos todo tan claro. Muchas veces yo no sabía cuál era la dirección del Señor ni siquiera después de cien días. Sin embargo, todos los días oraba y decía: “Señor, ten misericordia de mí”. Finalmente, un día obtuve claridad y supe cómo el Señor me estaba guiando. Siempre que he actuado conforme a la dirección del Señor, nunca he tenido nada de que lamentarme.
La economía neotestamentaria de Dios está estrechamente relacionada con el Espíritu. Hechos 16:6 dice que el Espíritu les prohibió a Pablo y a los que estaban con él “hablar la palabra en Asia”. Cuando ellos intentaron entrar en Bitinia, el Espíritu de Jesús no se los permitió (v. 7). Sin embargo, Pablo y sus compañeros no sostuvieron una conferencia para discutir la situación. En vez de ello, mientras Pablo esperaba en el Señor, le fue dada una visión durante la noche. Hechos 16:9 dice: “Se le mostró a Pablo una visión durante la noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Pablo y sus compañeros concluyeron que el Señor los estaba llamando a predicar el evangelio a los macedonios (v. 10). Incluso después de haber visto esta visión, es posible que Pablo se hubiera preguntado si el Señor los estaba guiando o no a Macedonia. Esto nos muestra que los apóstoles se conducían y laboraban, no conforme a sus propias decisiones, sino únicamente conforme a la dirección del Señor. Sin embargo, la trágica situación del cristianismo actual es que son muchos los que no cuentan con la presencia del Señor ni les importa recibir Su dirección. En la práctica, ellos se exaltan a sí mismos como si fueran el Señor.
(Espíritu y el cuerpo, El, capítulo 1, por Witness Lee)