DE LA RELIGION A LA IGLESIA
Anteriormente teníamos hambre y estábamos caídos, imposibilitados y ciegos. Pero ¡aleluya! ahora somos el rebaño, la iglesia, la novia para el Novio. Ya no estamos en el hoyo, en los pórticos religiosos ni en el redil, sino en el pasto, que es Cristo mismo. Fuimos rescatados de aquel pozo, liberados del pórtico, sacados del redil y congregados como un solo rebaño con un solo Pastor, quien nos alimenta con los pastos verdes. Esto es la vida de iglesia.
Repasemos brevemente el relato bíblico de cómo se inició la ruptura entre el Señor Jesús y la religión. Los cuatro evangelios muestran que empezó con el tema del ayuno y de la oración. El Señor Jesús llegó a un ambiente cargado de religiosidad, y estalló el conflicto. No lo empezó ni lo provocó El, sino que lo iniciaron los religiosos, los discípulos de Juan y de los fariseos. Ya vimos cómo se presentaron ellos ante el Señor Jesús para formularle preguntas acerca del ayuno. Este fue el inicio de la ruptura. El Señor no guardaba el ayuno, sino que quebrantó esa norma religiosa. Después de quebrantar el rito del ayuno, El quebrantó el sábado en los cuatro casos que ya vimos. Cuando vemos el último caso, llegamos a la cumbre, a la última etapa. No necesitamos el quinto sábado, pues hemos llegado a la cima del monte; ahora somos el rebaño, la iglesia. Obtenemos esto al salir del redil a través de la puerta, al seguir a Jesús como Pastor y al disfrutarlo día tras día con todas Sus riquezas, las cuales son nuestros pastos. Es debido a esto que nos reunimos en unidad. No estamos en una organización, sino que hemos sido congregados por el Señor Jesús quien es la puerta, el Pastor y los pastos. Es así como llegamos a ser la iglesia, la cual es el propósito eterno y consumado de Dios. El lo ha cumplido, y lo hizo de una manera maravillosa.
Yo llegué a la iglesia local por primera vez en 1932. El Señor Jesús me sacó de la “sinagoga” y me introdujo en los sembradíos, para alimentarme con sus riquezas. Oh, en aquel tiempo la iglesia me parecía un campo de trigo; yo podía arrancar espigas libremente y disfrutarlas. Luego, El me rescató del pozo donde había caído; yo era un miembro seco, yacía en el pórtico esperando algo o alguien, pero El impartió Su vida en mí y me hizo un miembro activo del Cuerpo. Yo estaba imposibilitado y ciego, pero El impartió algo de Sí mismo dentro de mi ser, no sólo para que yo tuviera vida, sino para que la tuviera en abundancia; y al hacer esto, recibí la vista. Entonces recibí la luz: pude ver que el Señor era la puerta, lo seguí fuera del redil y entré en los pastos. Ahora puedo testificar que día y noche lo disfruto como mi pasto. Estamos en el rebaño. ¡Qué bueno es esto! Aleluya, siempre estamos reunidos. No se trata de que intentemos unirnos, sino que hemos sido hechos uno. No estamos unidos por ningún estatuto ni credo escrito por manos humanas, sino por el Señor Jesús quien es la puerta, el Pastor y los pastos.
El hecho de que el rebaño exista hace posible que todo se cumpla. Ahora tenemos el verdadero sábado. No quebrantamos el sábado, sino que lo guardamos por la eternidad. Día tras día estamos descansando en Cristo, disfrutando del verdadero sábado. Todos los sábados de ardua labor han terminado; ahora estamos en el sábado del reposo. Estamos reposando en el rebaño.
(
Cristo es contrario a la religión, capítulo 8, por Witness Lee)