MILAGROS EN EL MAR
Después del capítulo veinte, tenemos una “posdata”, un apéndice, mostrándonos cuánto se parecían los discípulos a nosotros. Quizás ellos no tuvieron ninguna dificultad en seguir adelante durante un par de días, a pesar de la situación aparentemente insegura; pero no tenían la capacidad de continuar por más tiempo en esa situación. Cuando llegó el momento en que no tuvieron nada de comer, Pedro, el hermano que llevaba la delantera, no lo pudo soportar y dijo: “Hermanos, voy a pescar, voy a conseguir algo de comida”. Todos los demás dijeron: “De acuerdo, si tú vas, nosotros también iremos”. Así que, todos fueron a pescar y laboraron arduamente toda la noche. El tiempo adecuado para pescar es durante la noche; por tanto, fueron a pescar en el momento adecuado. Además, algunos de ellos eran pescadores profesionales, y para colmo, conocían perfectamente ese mar. Pedro, Jacobo y Juan se criaron allí. Conocían cada palmo del lago. Sin embargo, no pescaron nada en toda la noche. ¡Ese fue el milagro más grande! ¿Podrían creer ustedes que dichos pescadores profesionales, después de haber trabajado toda la noche en un mar que conocían perfectamente, no pescaron nada? ¿No cree usted que eso es un milagro? El Señor Jesús debe haberle ordenado a los peces: “¡Peces, apártense de ellos! Toda clase de peces, obedézcanme, permanezcan lejos de Mis discípulos hasta que Yo les mande regresar.” Esto fue un verdadero milagro, totalmente contrario a la ley natural.
Cuando llegó la mañana, los discípulos deben haber estado muy desanimados. Si no pudieron pescar nada durante la noche, ¿cómo podrían pescar algo de día? No obstante, en medio de su desesperación llegó el Señor Jesús. El conocía el problema de ellos, ya que era un problema clásico de falta de comida. Así que, les preguntó: “Hijitos, ¿no tenéis algo de comer?” (v. 5). Respondieron: “No.” Entonces el Señor les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis.” En realidad El dijo: “Háganlo a Mi manera, conforme a Mi palabra”. Y ellos lo hicieron así. Aunque no era el mejor momento para pescar, esta vez pescaron conforme a la palabra del Señor y recogieron una gran cantidad de peces, ciento cincuenta y tres. ¡Otro milagro! Al llegar a la orilla, Pedro vio que el Señor ya tenía peces allí. Con este hecho el Señor dio a entender a Pedro implícitamente: “No necesitas ir a pescar al mar; aun en la tierra Yo puedo prepararte pescado. Pedro y Juan, ¿necesitan pescado? ¿Por qué no me piden a Mí? Yo soy mucho mejor que el mar. Ustedes fueron al mar, sin Mí, y no consiguieron nada. Quédense en casa, simplemente pídanme, y tendrán todos los peces que necesiten”.
El primer milagro fue que no pescaron nada durante toda la noche. A esto le siguió el segundo milagro: que por la mañana, ya de día, atraparon muchos peces. El tercer milagro fue que, sin haber tomado nada del mar, el Señor tenía pescado en tierra, pescado ya preparado; y no solamente había preparado el pescado, sino que también les dio pan. ¡Esto es maravilloso! Todo estaba ya listo. ¡Sólo vengan a comer!
Si unimos todos estos sucesos, veremos algo muy importante: lo que el Señor hizo y dijo a los discípulos, incluyendo a Pedro, describe claramente la vida de iglesia en la actualidad. La vida de iglesia debe desarrollarse totalmente fuera de la religión. La religión siempre tiene un programa, mucha organización y un sistema. Pero aquí no vemos nada de eso. Aquí sólo vemos a una persona viva que está siempre con nosotros. El siempre está presente: al aire libre o debajo de un techo, adentro o afuera, en casa o en la orilla del mar. No podemos deshacernos de El, pues siempre está con nosotros y sabe todo lo que necesitamos; estemos conscientes o no, Su presencia está con nosotros. Si necesitamos comida, El cuidará de ello. No tenemos que ir a pescar: El tiene los peces ya preparados. Simplemente debemos disfrutarlo. Como ya hemos visto, la religión usa el poder del dinero para solucionar los problemas; pero el Señor Jesús ejerce Su autoridad universal. Cada vez que se inicia una obra para el Señor, el concepto natural y religioso considera siempre los fondos disponibles. Esta es la razón por la cual Pedro fue a pescar, puesto que esa era la manera de obtener el dinero necesario para comer. El pensó que por lo menos necesitaba algo para comprar alimentos.
Estoy convencido de que muchos jóvenes anhelan servir al Señor de tiempo completo. Pero algunos no lo han hecho porque piensan que les sería difícil obtener el sustento diario. Permítanme decirles esto: cada vez que pensamos en cómo ganarnos el sustento, actuamos religiosamente. Con el Jesús viviente, con el Cristo resucitado, no existe ningún problema de subsistencia. Si necesitamos pescado, estará allí; incluso si no hay mar. Todo depende de la presencia del Señor. Si tenemos al Cristo resucitado con nosotros, podemos olvidarnos de los programas religiosos y de nuestro afán por obtener alimento. El Jesús viviente no se preocupa solamente por nuestras necesidades espirituales, sino también por nuestras necesidades físicas. El no es una religión muerta ni forma parte de la junta directiva estéril de una misión cristiana. El es el Cristo vivo. Todos los peces están bajo Su mando.
Los cuatro evangelios narran las tres lecciones que Pedro aprendió durante su vida de pescador. La primera se encuentra en Lucas 5:1-11, donde el Señor llamó a Pedro. En aquel momento, él pescó una multitud de peces al obedecer la palabra de Jesús. Tenemos la segunda lección en Mateo 17:24-27, donde el Señor pide a Pedro que vaya a pescar y saque una moneda de la boca de un pez para pagar el tributo. Ahora, en Juan 21, vemos el tercer caso. Estoy muy contento al ver que, después de esto, no leemos que Pedro volviera a pescar.
En términos generales, el tiempo en el que vivimos es en realidad la noche. Durante la cual debemos abstenernos de todo intento natural y de todo método religioso a fin de llevar a cabo la obra del Señor. No cuenten sus billetes ni consulten su cuenta bancaria. No consideren cuántos peces necesitan.
El verano pasado tuvimos una conferencia muy grande aquí en Los Angeles. Los hermanos responsables no sabían nada de presupuestos ni programas, y no calcularon lo que les iba a costar. Cuando terminó la conferencia les pregunté acerca de los costos. Habíamos gastado mucho, pero finalmente descubrimos que todas las necesidades fueron suplidas, y que además sobró algo. Alabado sea el Señor por tal lección. Como pueden ver, esto testifica del Jesús vivo y no de una religión muerta. Esto es Cristo, y no algo planeado de manera religiosa.
Indudablemente todo lo que se narra en Juan 21 tiene un propósito. En cierto sentido, el capítulo veintiuno no puede compararse con los capítulos del catorce al diecisiete. Pero en otro sentido, este es un capítulo muy valioso y significativo. Agradezco al Señor por ello. No les puedo ni decir cuánto me gusta el capítulo veintiuno de Juan. Este capítulo es muy práctico, y no presenta nada religioso.
(
Cristo es contrario a la religión, capítulo 9, por Witness Lee)