EN EFESIOS
Leamos ahora el pasaje de Efesios 4:14-15, que dice: “Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema de error, sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo” . Aparentemente en este pasaje no hay nada que pertenezca a la religión. Pero aunque no se menciona la palabra “religión”, sí se menciona algo acerca de la religión. Pablo dice que no debemos ser zarandeados por “todo viento de enseñanza”. Observe que no habla de “herejía” sino de “enseñanza”. Indudablemente “toda enseñanza” pertenece al campo de la religión. En este pasaje podemos ver el contraste que existe entre “viento de enseñanza” y “asidos a la verdad”. La verdad se refiere a Cristo. Debemos asirnos de la verdad en amor para crecer en Cristo. Por tanto, aquí vemos que Cristo está en oposición a la enseñanza; en otras palabras, Cristo se opone a la religión.
En el capítulo cuatro de Efesios leemos que los profetas, apóstoles, evangelistas, pastores y maestros, fueron dados al Cuerpo por la Cabeza, para el perfeccionamiento de los santos. Perfeccionar a los santos consiste en hacerlos crecer. Alimentamos a los santos con el fin de que crezcan y colaboren en la obra del ministerio. El resultado final es que estos santos edifican el Cuerpo de Cristo. La edificación de la iglesia no se lleva a cabo directamente por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores o maestros, sino por todos los santos, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (v. 13). Los santos son perfeccionados hasta alcanzar: 1) la unidad de la fe y el pleno conocimiento del Hijo de Dios aquí la unidad incluye tanto la fe como el conocimiento del Hijo de Dios; 2) un hombre de plena madurez, o sea que, a la vez que avanzamos, crecemos hasta convertirnos en un hombre de plena madurez; 3) la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Según Efesios 1:23, la estatura de la plenitud de Cristo es simplemente el Cuerpo. La medida de la estatura de la plenitud de Cristo es la medida del Cuerpo.
Si leemos cuidadosamente el versículo 13, notaremos que no dice: hasta que todos lleguemos a la unidad de la doctrina y de las enseñanzas acerca del Hijo de Dios; más bien, dice: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios”. Si nos preocupamos demasiado por la doctrina, seremos simplemente religiosos. Debemos ver la gran diferencia que existe entre la fe y la doctrina. La doctrina cristiana es absolutamente diferente a la fe cristiana. La fe cristiana consta de lo siguiente: Jesucristo es el Hijo de Dios, que se encarnó como hombre, murió en la cruz por nuestros pecados, resucitó corporalmente de los muertos, ascendió a los cielos, mora ahora en nuestro espíritu, y volverá pronto. Esta es nuestra fe y todos somos uno en esto. Pero aparte de esta fe existen muchas enseñanzas o doctrinas. Incluso hay muchas enseñanzas acerca de un solo asunto; por ejemplo, la segunda venida del Señor Jesús. Algunos afirman que Jesús regresará después de la gran tribulación; otros insisten en que El vendrá antes de ésta; y aún otros declaran que El volverá en medio de la tribulación. Todos ciertamente creemos que Jesús volverá: ésa es nuestra fe común. Todo cristiano genuino cree esto, y no existe ningún problema en cuanto a este hecho. Sin embargo, los cristianos están divididos en cuanto a la época o el tiempo en el que Jesús regresará. Debemos ver que las distintas doctrinas o enseñanzas acerca del tiempo en el que Jesús volverá, no tienen nada que ver con nuestra fe. Nuestra fe es lo que nos salva; si no tenemos fe, no podemos ser salvos. Si creemos que el regreso del Señor será antes, en medio o después de la tribulación, eso no tiene absolutamente nada que ver con nuestra salvación. No debemos aferrarnos a ninguna enseñanza específica acerca del regreso del Señor. Lo que debemos hacer es guardar la fe, y no las doctrinas.
Supongamos que tres hermanos de sangre asisten a una reunión del evangelio y son salvos. Esto significa que los tres reciben la misma fe. Ahora supongamos que después de ser salvos, uno va al seminario presbiteriano, otro al instituto metodista, y el tercero a una universidad bautista. Después de un año, cada uno habrá adquirido y asimilado muchas doctrinas distintas, de modo que, cuando vuelvan a reunirse, discutirán y argumentarán entre sí. En el momento en que fueron salvos, los tres tenían la misma fe, así que podían ser uno. Sin embargo, aparte de esa fe, después se empeñaron en acumular toda clase de enseñanzas. Empezaron con algo bueno, pero luego recibieron algo más, es decir, las doctrinas; permítanme usar este término: recibieron “basura”. Finalmente empezaron a amar dicha “basura”. Usemos otro término menos fuerte, y digamos que empezaron a adquirir “juguetes”. Actualmente, las muchas doctrinas que dividen a los hijos del Señor hoy en día, no son más que “juguetes”.
Ahora supongamos que estos tres hermanos, que han obtenido sus “juguetes”, se encuentran con un hermano que realmente conoce la vida, que conoce la manera en que los creyentes pueden crecer. Supongamos que este hermano se relaciona con ellos sin hablarles jamás de doctrinas, sino ayudándolos a crecer. Les enseña a invocar el nombre del Señor, diciendo: “¡Oh Señor, amén, aleluya!” Espontáneamente, todas las doctrinas y enseñanzas diferentes serán desechadas y desaparecerán. Mientras seamos alimentados con Cristo, creceremos espontáneamente y no nos dividirá ninguna doctrina.
Cuanto más jóvenes e inmaduros somos, más nos aferramos a los juguetes. Yo ya soy abuelo, y por lo tanto, no tengo ni un solo juguete. Pero todos mis nietos tienen muchos juguetes. Cuando crecemos, espontáneamente abandonamos los juguetes. Pablo mostró preocupación por el hecho de que “ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza”. Los niños son aquellos que son zarandeados por las doctrinas, y así son desviados de Cristo (la Cabeza), y de la iglesia (el Cuerpo). Cuando desechamos todas las doctrinas, es decir, cuando nos deshacemos de todos los “juguetes”, nos volvemos a Cristo y a la iglesia.
Las numerosas doctrinas nos han apartado de Cristo y de la iglesia. Notemos lo siguiente, que las doctrinas son enseñanzas y no herejías. Es posible que sean doctrinas correctas, bíblicas y fundamentalistas, pero apartan a la gente de Cristo y de la iglesia, de la Cabeza y del Cuerpo. No obstante, el crecimiento en vida nos permite abandonar las doctrinas y obtener la unidad de la fe. ¡Aleluya! En el caso que mencionamos con anterioridad, los tres hermanos, en el momento en que fueron salvos, eran uno en la fe. Pero después, fueron desviados por las diversas doctrinas. Sin embargo, ¡alabado sea el Señor! más adelante el crecimiento en vida los condujo a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios.
Al acumular doctrinas, adquirimos toda clase de conceptos religiosos. Las doctrinas no son otra cosa que conceptos religiosos. Hemos mencionado una sola categoría de doctrinas: las doctrinas relacionadas con la venida del Señor. Piense en la enorme cantidad de doctrinas que existen, tan solo acerca del bautismo. Algunos creen en un sola inmersión, otros, en tres inmersiones; unos creen que deben bautizarse hacia adelante, otros, hacia atrás; hay quienes creen que el bautismo debe efectuarse en un bautisterio, otros insisten que debe ser en agua fluyente. Existe una enorme cantidad de enseñanzas acerca del bautismo. Y todavía falta enumerar muchas otras categorías de enseñanzas.
¿Acaso fuimos salvos para acumular todas estas doctrinas? ¡Que el Señor nos conceda misericordia! Hemos sido salvos para experimentar a Cristo y la iglesia. Esto nos hará uno, y de esta forma, “todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:16). Debemos abandonar todas las doctrinas, dejar a un lado las tradiciones religiosas y asirnos únicamente de la verdad, que es Cristo, y de la iglesia, que es Su expresión. Entonces seremos uno en la fe única, en la fe que salva.
(
Cristo es contrario a la religión, capítulo 11, por Witness Lee)