IV. EL DOMINIO QUE EJERCE LA VOLUNTAD
El dominio que ejerce la voluntad implica que la voluntad tiene el control. La voluntad no es gobernada; más bien, ella gobierna y controla las demás partes del alma. En el capítulo referente a la parte emotiva dijimos que la parte emotiva debe ser controlada por la voluntad. Aquel día en que los dos hijos de Aarón violaron la santidad de Dios y cayeron muertos, Aarón no lloró. Si él no hubiera ejercitado su voluntad, se habría lamentado y llorado amargamente. Pero debido a que ejercitó su voluntad a fin de que ésta dominara su parte emotiva, él pudo obedecer totalmente las palabras de Moisés y no mostrar ninguna señal de luto. Eso no fue fácil. La voluntad no puede gobernar de esta manera a menos que haya sido debidamente ejercitada hasta el grado en que su firmeza y flexibilidad cooperen mutuamente.
Efesios 4 dice: “Airaos pero no pequéis” (v. 26). Enojarse es un asunto de la parte emotiva, pero no pecar es un asunto del dominio de la voluntad. El versículo dice a continuación: “No se ponga el sol sobre vuestra indignación”. Una vez que el sol se ponga, nuestro enojo tiene que desaparecer juntamente con él. La pregunta es, ¿cómo se puede disipar el enojo? Por el dominio que ejerce la voluntad. Pero hay quienes que cuando se enojan, su enojo permanece; una vez que se ofenden con alguien ya no lo perdonan durante toda su vida. Recuerden, por favor, que tal situación indica que la voluntad no tiene el control. La voluntad no logra regir sobre la parte emotiva. Para ser un buen cristiano capaz de orar, la voluntad debe dominar la parte emotiva. No importa cuánto nos haya provocado un hermano a enojarnos, nuestro enojo debe disiparse con la puesta del sol. Una persona que se ha ejercitado apropiadamente y que se ha sujetado al dominio del espíritu, puede estar enojada por un minuto y disipar su enojo al minuto siguiente.
He escuchado decir: “Esta persona o tal asunto me ha hecho enojar tanto que no puedo orar más”. Es verdad que no se puede orar estando enojados. Si deseamos orar, debemos disipar nuestro enojo. Pero para disipar el enojo se necesita que la voluntad domine la parte emotiva. Es posible que un hermano realmente nos haya hecho algo que nos hizo enojar. Pero, por favor, recordemos que medio minuto después debemos calmarnos. De otra manera, no podremos orar.
No solamente el enojo causa que una persona sea incapaz de orar. Incluso la alegría puede impedir que esa persona ore. Una persona puede estar tan emocionada porque su hijo haya aprobado un examen para estudiar en el extranjero, dando por resultado que no puede orar. Realmente ella desea agradecerle a Dios, pero ya que no puede orar, no tiene manera de dar gracias. Esto demuestra que su voluntad no posee el control.
En condiciones normales, ni la felicidad ni el enojo nos impedirían orar. Antes bien, cuando es hora de orar, nuestra voluntad puede detener a nuestra parte emotiva. En ese momento, las cualidades de la parte emotiva mostrarán sanidad, tranquilidad, templanza y comedimiento, porque la parte emotiva está siendo regulada por la voluntad. A menos que la voluntad haya sido ajustada correctamente, la parte emotiva nunca será normal, porque ambas están relacionadas. Alguien podría preguntar: “¿Por qué menciona estos asuntos tan complicados al hablar de la oración?”. Es imprescindible tener presente que la oración implica que el ser humano realice una actividad, y dentro de esta máquina humana hay muchas partes complicadas. Por ejemplo, si hay algo que no funciona bien en un automóvil, éste no se podrá manejar y requerirá cierto trabajo de reparación. Del mismo modo, si alguna parte dentro de nosotros no funciona bien, no podremos orar. Por tanto, para orar eficientemente, las partes de nuestro ser deben ser apropiadas.
La voluntad no sólo necesita controlar la parte emotiva, también necesita controlar la mente. Algunas personas siempre tienen imaginaciones vanas en su mente. En el momento que se arrodillan para orar, su mente comienza a viajar alrededor del mundo. En menos de dos o tres minutos viajan por todo el mundo dos veces. Esto indica que no se han ejercitado en el uso de su voluntad para controlar su mente. Ustedes podrían decir: “Ésta es la desobediencia de mi mente”. Si su mente es obediente o desobediente, ése es otro asunto. Pero aún necesitan ejercitar su voluntad. Es imprescindible que su voluntad sea el órgano que gobierna todo su ser. No debe ser el caso que ustedes golpeen a alguien simplemente porque están enojados. Esto no puede ser. Es la voluntad y no la parte emotiva la que debe gobernar. Tampoco deben actuar en cualquier asunto simplemente porque su mente tiene claridad al respecto. Incluso cuando tengan claridad, deben esperar que la voluntad tome una decisión antes de actuar y hacer algo. Es la voluntad y no la mente la que debe gobernar.
Un barco es seguro si puede depender de su timón para determinar su dirección. Si un auto puede depender de sus frenos para controlar su velocidad, entonces es muy seguro. Pero si la dirección del barco no se determina mediante su timón, y la velocidad de un auto no se controla mediante sus frenos, tanto el barco como el auto son muy peligrosos. Igualmente, tanto en nuestro andar como en nuestra oración debemos permitir que nuestra voluntad gobierne a nuestra parte emotiva y a nuestra mente. Así, podemos ser hombres apropiados. El comportamiento que resulta de una mente y una parte emotiva indisciplinadas, es peligroso. Un niño que siempre juega pero que no está dispuesto a estudiar, seguramente tiene una voluntad débil. Si tuviera una voluntad fuerte y la usara correctamente, limitaría el juego cuando tiene que estudiar. Por tanto, debemos aprender a ejercitar nuestra voluntad de modo que sea fuerte y a la vez flexible. Debemos aprender también a permitir que la voluntad gobierne, que tome la delantera, y que controle la mente y la parte emotiva. Así, podremos ser hombres apropiados. Cuando exista tal condición, seremos capaces de orar.
(
Lecciones acerca de la oración, capítulo 8, por Witness Lee)