II. LA ILUMINACIÓN DE LA VIDA
La iluminación a la que nos referimos no es el resultado de cierta clase de instrucción doctrinal o enseñanza de la verdad; más bien, se produce principalmente por la experiencia subjetiva en vida del hombre. Mientras que la luz del atrio es natural, la luz del Lugar Santo brilla como resultado de añadir el aceite de olivas machacadas al candelero de oro. Por una parte, el oro es labrado a martillo y se le da la forma de un candelero. Por otra, el aceite es producido de olivas machacadas. Esto es del todo una experiencia subjetiva de la vida interior. Una vez que tengamos la experiencia práctica y subjetiva del Señor, la vida en nuestro interior tendrá la función de iluminar.
Algunos mensajes en cuanto a la verdad redundan en cierta clase de alumbramiento, dando a conocer a los hombres lo que es agradable a Dios y lo que no lo es. Sin embargo, estos mensajes no pueden causar que el hombre queme incienso ante Dios de una manera más profunda. Solamente la iluminación que resulta de su experiencia en vida puede permitir que uno vaya ante Dios y queme el incienso de una manera más profunda. Por tanto, las verdaderas oraciones no son el resultado de sujetarse a las doctrinas externas, sino de ser alumbrados por la luz de la vida interiormente. Puedo dar ocho o diez mensajes diciéndoles a los hermanos y a las hermanas que deben ayunar y orar. Puedo hablar con mucha lógica y con gran persuasión. Pero sé que después de hablar, ellos no podrán ayunar y orar, porque si lo hicieran sería meramente debido a la influencia de la doctrina. Lo que necesitan es tener una experiencia ante el Señor, de modo que aunque nadie les haya enseñado nada acerca del asunto de ayunar, no puedan evitar ayunar y orar. Entonces esto será producto de su experiencia en vida. Hay una luz interior que resplandece y nos impulsa a ayunar. No es una doctrina externa, sino una comprensión interior que no nos deja en paz. En ese momento, nuestro ayuno y nuestra oración son el resultado de la iluminación de la vida. Consideremos otro ejemplo: Yo podría predicar sobre las palabras de Mateo 5, que dicen: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Quizás mi mensaje sea meramente una doctrina externa y no la iluminación de la vida. Ustedes deben aprender a vivir en el Señor y experimentarle como vida. Así, habrá algo en ustedes que los alumbrará constantemente. Si continúan condenando a su hermano, habrá algo en su interior que los condenará a ustedes. Es la luz de la vida. Solamente esta clase de luz puede permitirles tener verdaderas oraciones.
Como otro ejemplo, supongamos que escuchan a un hermano hablar acerca de cómo se debe orar. Si tienen la experiencia en vida, podrán discernir si la exhortación de este hermano es solamente una doctrina externa o si procede de su experiencia interior. Si es una doctrina externa, puede ser que lleguen a entusiasmarse en gran manera, pero no se producirá ningún resultado en ustedes. Pero si realmente es la experiencia de él, entonces sus palabras podrán abrirles y tocarles en su interior. Mientras están escuchando, la luz en su interior se enciende misteriosamente. Sienten que hay algo en ustedes que está resplandeciendo y presionándoles de modo que cuando llegan a casa no pueden evitar orar.
Espero que los hermanos y las hermanas aprendan las lecciones profundas sobre estos asuntos. Entonces, cuando se pongan de pie para hablar, sus palabras podrán tocar el interior de los demás. Sus palabras producirán en ellos cierto tipo de función de vida que se manifiesta como una iluminación, de modo que bajo la iluminación de la vida, ellos orarán espontáneamente.
Solamente aquellos que experimentan la iluminación de la vida pueden recibir la carga y la comisión de Dios y llevar esa carga en la oración. Muchas veces en sus oraciones casi se olvidan de sí mismos. Se acuerdan muy poco de sus propias necesidades y problemas, tanto en el aspecto material como en el aspecto laboral, y aun en el aspecto espiritual. Tal persona puede tener cierta debilidad que no puede superar, pero no le presta mucha atención. Cuanto más uno cuida de sí mismo orando y tomando medidas con respecto a sus propias debilidades, más comprueba que no está en la luz ni vive en la experiencia de vida. Alguien que vive en la experiencia de vida, y por tanto en la luz, orará en gran parte fuera de sí mismo. Puede recibir una carga definida, la cual no sea el resultado de cierta exhortación externa, sino el resultado de la iluminación interior de la vida.
(
Lecciones acerca de la oración, capítulo 15, por Witness Lee)