IV. EL INCIENSO QUE SE AÑADE A LA ORACIÓN
Apocalipsis 8 muestra claramente dos cosas: las oraciones de los santos, y el Ángel, es decir, el Señor Jesús, que lleva el incienso. El incienso se refiere al Cristo resucitado. Este incienso es añadido a las oraciones de los santos.
Hermanos y hermanas, permítanme preguntarles, ¿puede el Señor Jesús añadir incienso a todas sus oraciones? No. Si desean que el Señor Jesús en resurrección sea añadido a su oración, su oración debe pasar por la redención de la sangre y por la obra aniquiladora de la cruz. Las oraciones mencionadas en Apocalipsis 8 son oraciones que incluyen muerte y resurrección, así que una vez que el incienso de tales oraciones fue presentado ante Dios, ocurrieron inmediatamente truenos y relámpagos en la tierra. Esto significa que Dios escucha y contesta las oraciones que se ofrecen en la muerte y la resurrección.
Apocalipsis 8 nos muestra cómo Dios en Su administración va a juzgar esta era. Pero este juicio está en espera de las oraciones de aquellos que han recibido la redención de la sangre y la aniquilación de la cruz. Este juicio está esperando las oraciones de aquellos que han sido resucitados para ir en pos de Su corazón, y que se mantienen firmes en la posición de muerte, permitiendo así que el Cristo resucitado se una a sus oraciones. Esas oraciones, por tanto, han de ser oraciones extraordinarias, las cuales pueden juzgar y concluir esta era. Repetimos, la razón por la que ellos son capaces de orar por tales asuntos tan elevados e importantes es porque han sido aniquilados por la cruz y así el Cristo resucitado puede añadirse a sus oraciones. Éste es el significado del incienso añadido a las oraciones.
Dijimos anteriormente que las verdaderas oraciones consisten en que el Cristo que está en nosotros ore al Cristo que está en el cielo. Aquí, entonces, tenemos un problema. Debido a que nosotros somos hombres de muchas opiniones, ¿cómo puede Cristo encontrar una manera de surgir de nuestras oraciones? Para darle la manera, necesitamos pasar por el lavamiento de la sangre y por la aniquilación del fuego. Los que han sido aniquilados no tienen ninguna opinión. En la cruz recibimos la redención y la aniquilación. Entonces, el Cristo en nosotros puede unirse a nosotros y vestirse de nosotros para orar. Por consiguiente, nuestra oración es Cristo mismo. Cuando Cristo se expresa a través de nosotros, éste es el incienso que se añade a nuestras oraciones.
Algunos dicen que el incienso aquí se refiere a los méritos de Cristo. Eso es cierto, pero se refiere aún más al Cristo resucitado. El incienso incluye Sus méritos, todo lo que Él es, todo lo que Él ha logrado, y todo lo que Él hace. El Cristo resucitado con toda Su obra y resultados es el mismo incienso. Mientras que recibamos la redención de la sangre y estemos bajo la aniquilación de la cruz, el Cristo en nosotros se unirá a nosotros. Entonces, cuando oramos, será Cristo quien ora. En ese momento, nuestra oración es la expresión de Cristo. Como resultado, tales oraciones ante Dios son el incienso que es aceptable a Dios, y tales oraciones serán contestadas por Dios.
Las oraciones ante Dios deben ser de dos aspectos. Incluyen la oración del hombre así como el incienso de la resurrección de Cristo añadido a esa oración. En Apocalipsis 5 solamente vemos las oraciones de los santos, es decir, solamente las copas de oro sin el incienso añadido a ellas. Por tanto, allí no hay respuesta a las oraciones. Las respuestas a las oraciones se basan en el hecho de que el incienso se ha añadido a ellas. Sin embargo, en el capítulo 8 hay un cuadro completo. Están las oraciones de los santos, y está también el Cristo resucitado que es añadido como incienso a esas oraciones. Ambos son ofrecidos ante Dios. Al mismo tiempo, también se están derramando las respuestas a las oraciones. Éste es el máximo resultado de la oración basada en la experiencia de la cruz.
(
Lecciones acerca de la oración, capítulo 13, por Witness Lee)