Lecciones acerca de la oración, por Witness Lee

Más extractos de este título...

II. ESTA VIDA ES SANTA Y APARTADA

Esta vida de oración dentro de nosotros, debido a que es la vida de Dios, está separada de todo lo que Dios considera impropio. Por tanto, tal vida nos exige separarnos del mundo y poner a un lado todo lo que esté fuera de Dios. Si desean ser hombres de oración, capaces de orar, dispuestos a orar, y que oran apropiadamente, deben aceptar las exigencias de la vida dentro de ustedes y poner a un lado todo lo que esta vida demande. Si no están de acuerdo, aunque sea en lo más mínimo, con las demandas de santidad que hace esta vida, darán muerte a la vida de oración. Es como si ahogaran la vida de oración. Nunca digan: “Oh, esto no es muy mundano; no es un pecado grande”. No importa si es grande o pequeño; lo que importa es si esta vida nos hace o no una demanda. Si esta vida nos exige abandonar eso que está fuera de Dios, entonces debemos hacerlo.

Hermanos y hermanas, creo que ustedes han tenido esta clase de experiencia. A veces esta vida santa dentro de ustedes les prohíbe usar cierto vestido. Cuando esta vida les hace tal demanda, ustedes pueden argumentar diciendo: “Esto no es pecaminoso; no hay problema si lo uso”. Ustedes podrán argumentar, pero la vida de oración no los escuchará. Una vez que la vida de oración dentro de ustedes les haga una demanda relacionada con la santidad, nunca escucha ningún argumento. Si ustedes no están de acuerdo con ella, después no podrán orar.

¿A que se debe que hoy, cuando los hermanos y hermanas se reúnen, frecuentemente no pueden ni abrir su boca? Se debe a que tenemos problemas al no estar de acuerdo con las demandas de santidad en nuestro interior. Muchas veces los hermanos no pueden ni abrir su boca en la reunión aunque los animen. El motivo de esto es que han rechazado las demandas de santidad dentro de ellos. Las demandas de santidad no provienen de las doctrinas, sino de la vida de oración dentro de ellos.

Por tanto, si queremos aprender la lección en cuanto a la oración, necesitamos prestar atención a lo que la vida de oración interior exige de nosotros. Repito, lo que esta vida dentro de nosotros nos exige, es la santidad. Esta vida requiere que nos separemos de todas las personas, actividades y asuntos que no están relacionados con Dios. Una cosa es cierta: cuanto más oren a Dios mediante esta vida, más rigurosas serán en el interior las exigencias de esta vida. Si siempre llevamos una vida de oración, no necesitaremos enseñanzas externas del hombre. Cuanto más oremos, más se ejercita esta vida dentro de nosotros, y más se manifiesta la función de esta vida, la de separarnos de todo lo que no sea Dios.

Nadie puede ser más santo que alguien que ora continuamente ante Dios. La persona más santa es la que ora a Dios constantemente. Mientras ora, la vida dentro de ella se ejercita, y espontáneamente lleva a cabo su función santificadora. Dicha vida le exige separarse de esta actividad y de aquella otra; y cuando vuelve a orar, le exige que ponga a un lado este asunto y aquel otro. Cuando ora más, le pide que deje a esta persona y a aquella otra. Cuanto más cede a las exigencias de santificación, más viviente llega a ser la vida de oración en él, y espontáneamente tiene un mayor apetito por orar. Además, cuanto mayor sea su capacidad de orar, tanto más especiales se tornan sus alabanzas, acciones de gracias, súplicas, expresiones e incluso su hablar. Ahora su práctica de oración supera en gran medida a la que tenía antes. Todo esto comprueba que ha estado cediendo a las demandas de santidad de parte de la vida de oración que se halla dentro de él.

Por ejemplo, a muchos les gusta ir al cine. Esto es como un insecto que acosa a los hijos de Dios. Es muy difícil deshacerse de él porque, inconscientemente, vuelve una y otra vez. Los hermanos y hermanas que van al cine, tendrán que admitir que no pueden orar mientras ven la película ni al llegar a casa del cine. No pueden orar simplemente porque no han cedido a la demanda de santidad. Cuando se proponían, deseaban y planeaban ir al cine, la vida de oración dentro de ellos ya les había dicho que no fueran. No obstante, endurecieron su corazón diciendo: “No importa; iremos al cine incluso si eso nos hace estar en tinieblas. Después de ver esa película, tendremos comunión con el Señor otra vez”. Así, mientras iban al cine, algo en su interior les molestaba. Y después de llegar a casa del cine, no pudieron orar por mucho tiempo. ¿A qué se debe esto? La única razón es que rechazaron las demandas de santidad en su interior y, por tanto, perjudicaron la vida de oración.

En cambio, consideremos a alguien que, después de ser salvo, también deseaba ir a ver una película. Sin embargo, mientras iba hacia el cine se sintió incómodo, e inmediatamente se propuso prestarle atención a esa sensación. Al estar de acuerdo con la demanda interior de santidad, él le dijo al Señor: “Señor, no voy más al cine, y abandono este asunto confiando en Ti”. Inmediatamente, en él habría el deseo de orar. Él podrá orar por la iglesia y por sus parientes y amigos. Inmediatamente tendría la carga de oración dentro de él.

Por tanto, debemos ver claramente que la vida de Dios en los hombres de oración es santa y apartada. Rechaza cualquier cosa que no concuerde con la naturaleza divina. Esta vida requiere que él esté totalmente constituido de la naturaleza de Dios. Esta vida no discute ni escucha argumentos. Si una persona no le presta atención al requisito interior de la vida de oración, le dará muerte a la vida de oración y no podrá orar. Pero en el momento que se somete a tales demandas, la vida de oración se aviva en él inmediatamente.

(Lecciones acerca de la oración, capítulo 4, por Witness Lee)