III. LA SOBRIEDAD DE LA MENTE
Una mente renovada debe ser muy limpia y brillante. Dicha mente debe ser también transparente. A veces es imposible hablar con ciertos hermanos o hermanas sobre cosas espirituales, porque su mente no es ni clara ni brillante; más bien, está toda mezclada, semejante a una pasta. Una persona con tal mentalidad no tiene discernimiento y no puede encontrarle pies ni cabeza a ningún asunto. Para él no hay mucha diferencia entre ocho y nueve, ni entre nueve y diez. ¿Cómo puede alguien así orar? Si su mente está así de confusa, seguramente no podrá orar con claridad.
Por favor, lea los ejemplos de oración presentados en la Biblia. Descubrirá que ninguno de los que oró usó palabras insensatas. Ana, la madre de Samuel, es un buen ejemplo. Después del nacimiento de Samuel, ella fue ante Dios para ofrecer su agradecimiento. Es poco probable que Ana tuviera una educación elevada, porque no había escuelas para mujeres entre los Israelitas en aquella época. Sin embargo, cuando leemos su discurso en la oración, podemos detectar que no solamente tenía un espíritu resplandeciente, sino también una mente sobria. Puesto que su mente era tan clara como una ventana de cristal, el Espíritu de Dios podía expresar directamente a través de su espíritu palabras de oración de una manera clara.
En el Nuevo Testamento encontramos a otra madre, María, la madre del Señor Jesús. Ella tenía un trasfondo humilde, y por tanto, no tenía mucha educación. Sin embargo, su oración demuestra que su mente era también muy sobria y sus pensamientos no eran nada confusos. Las oraciones confusas son producto de mentes confusas. Debido a la misericordia de Dios, Él es capaz de contestar oraciones absurdas. No obstante, uno no debe estar contento con hacer oraciones insensatas y pensar que de una forma u otra Dios siempre las escucha. Esta actitud es incorrecta. Aquellos que conocen acerca de la oración saben que muchas veces cuando vamos ante Dios para orar, es como si manejáramos asuntos diplomáticos o defendiéramos un caso ante el tribunal. Un abogado sabe que cuando defiende a un cliente, su mente debe estar clara y sus palabras deben ser muy sobrias. Un discurso sobrio de un abogado depende de su capacidad de entender, como también de su habilidad para hablar claramente. Por tanto, para ser un hombre de oración necesitamos una mente renovada y sobria. La renovación de la mente es obra del Espíritu Santo mediante la Palabra. Pero para tener una mente sobria nosotros mismos necesitamos ser responsables de ejercitarla.
(Lecciones acerca de la oración, capítulo 6, por Witness Lee)