III. LA ORACIÓN CONSISTE EN QUE EL HOMBRE
Y SU ORACIÓN PASEN A TRAVÉS DE DIOS
La oración no consiste solamente en que Dios pase a través de nosotros; más bien, ha sido nuestra experiencia que cada vez que hemos hecho una oración eficaz que tocó a Dios y a Su trono, también percibimos que en tal oración estábamos caminando en Dios, y que incluso las palabras de nuestra oración habían sido habladas en Dios. Tanto nosotros los que oramos como las palabras de nuestra oración habían pasado a través de Dios. Debido a estos dos aspectos, a saber: que Dios pasa a través de nosotros y de nuestra oración y que nosotros y nuestra oración pasan a través de Dios, cuando oramos frecuentemente percibimos la presencia de Dios más fuerte que en cualquier otro momento. En nuestro diario vivir, la presencia de Dios está con nosotros de la manera más cercana, más profunda, más fuerte y más dulce cuando hemos tenido una oración realmente buena. Mientras oramos, por una parte es Dios quien pasa a través de nuestro ser y, por otra, somos nosotros, esto es, nuestro ser, que pasa a través de Dios. Por un lado, es Dios quien pasa a través de las palabras de nuestra oración y, por otro, son las palabras de nuestra oración las que pasan a través de Dios. Por consiguiente, al tener tales oraciones, detectamos un sabor muy fuerte de la presencia de Dios. Permítame repetir estas simples palabras: la oración consiste en que Dios camine en nosotros y en que nosotros realicemos todas nuestras actividades en Él. Una vez que perdamos tal sensación en nuestras oraciones, debemos hacer un ajuste inmediatamente, pues nos habremos alejado de este principio particular de la oración y tenemos un problema ante Dios.
(Lecciones acerca de la oración, capítulo 2, por Witness Lee)