I. LA POSICIÓN DE LA VOLUNTAD
La voluntad también es una parte del alma. Ya tratamos lo relacionado con la mente y la parte emotiva del alma. Con respecto a la mente, el énfasis recae en la comprensión y entendimiento que tiene el alma en cuanto a los asuntos y las cosas; con respecto a la parte emotiva, el énfasis está en los gustos y aversiones propias del alma, y con respecto a la voluntad, el énfasis recae en las decisiones y determinaciones del alma. Por ejemplo, en lo referente a algún asunto o cosa, los juicios y decisiones que ejercitamos al decidir aceptarlo o no, o elegirlo o rechazarlo, corresponden a la función de la voluntad. Aunque la mente ocupa una gran parte del alma, no es el órgano que gobierna. El órgano que gobierna o la parte que preside en el alma, es la voluntad. Determinar si algo nos gusta o no, es una función de la parte emotiva. Comprender y entender algún asunto son facultades de la mente. Una vez que alguien ha comprendido y entendido un asunto, puede determinar si le gusta o no, pero aún queda por ver si o ha de elegir o rechazar. La voluntad es la que ha de decidir esto. Por tanto, el órgano que toma la decisión final es la voluntad. En una persona apropiada, la voluntad debe ocupar una posición más elevada que la mente y la parte emotiva; debe ocupar la posición más alta.
En una situación normal, una persona utilizaría su mente para entender y comprender, y su parte emotiva para desear u odiar, pero la función final de decidir y determinar pertenece a la voluntad. Consideremos a alguien que viene a escuchar el evangelio. El primer órgano que usa es la mente. Él escucha, entiende y comprende con su mente. Ya que ha entendido y comprendido, usa el siguiente órgano, que es la parte emotiva. Después que ha recibido una impresión en la mente, el Espíritu Santo penetra a través de su mente y toca su conciencia. Una vez que su conciencia está operando, su parte emotiva es afectada y él desea creer en el Señor. Así que, siente pena acerca de su vida pasada, y su corazón comienza a inclinarse hacia Dios. En ese momento, él necesita ejercitar su voluntad para decidir creer en el Señor. Por tanto, es la voluntad la que preside en el hombre. Ésta funciona como el órgano que preside, y es la que decide todos los asuntos. Aunque su mente entienda algo, y a la parte emotiva le agrade, él es incapaz de hacer nada si su voluntad no lo decide. La voluntad es el órgano que toma la decisión final.
Hay personas que actúan como si no tuvieran voluntad. También hay muchos que actúan como si no utilizaran su voluntad. Ellos someten su voluntad a su parte emotiva y permiten que ésta sea opacada por su mente. Tales personas no son apropiadas. Una persona sin voluntad o que no utiliza su voluntad, es como un barco sin timón. Supongamos que un barco no tiene timón o que no lo utiliza. Dicho barco irá por dondequiera que sople el viento y no tendrá una dirección definida. Las personas que actúan enteramente por el impulso de su parte emotiva, sin ningún control, son como un barco sin timón o como un carro sin frenos. Esto es muy peligroso.
La voluntad debe ser el órgano rector en nuestra alma. La razón por la que algunos se enojan de manera temible o que cometen algún crimen, es porque su parte emotiva es demasiado activa, mientras que su voluntad carece de poder para ejercer el debido control. La razón por la que una persona puede exaltarse al grado de estar fuera de sí y exceder los límites de un comportamiento normal, se debe también a la carencia de una voluntad que le controle. La vida de oración de tal persona fluctúa como el viento. Cuando existe un ambiente que lo sostenga, él ora; de otra manera, jamás ora. Su voluntad no tiene la fuerza para controlarlo. Esto es verdad en sus oraciones personales como en las oraciones que hace en las reuniones. Cuando su parte emotiva está motivada, él ofrece sus propias oraciones según sus propios sentimientos, sin tener en cuenta el fluir de la reunión. Sin embargo, si su parte emotiva no es motivada, no orará en absoluto. Tanto su vida de oración pública como su oración personal se hallan sujetas completamente a las instigaciones de su parte emotiva, y no están bajo el control de su voluntad. Esta clase de persona no puede ser un hombre de oración.
La voluntad sujeta al control del espíritu, debe ser la parte que presida en el alma. Ésta es la posición de la voluntad.
(
Lecciones acerca de la oración, capítulo 8, por Witness Lee)