Lecciones acerca de la oración, por Witness Lee

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V. LA AUTORIDAD DE LA ORACIÓN

Tal y como la posición que corresponde a la oración es la ascensión, igualmente la autoridad de la oración también es la ascensión. La autoridad de la oración es inherente a la posición que corresponde a la oración. Lo que hagan los cristianos no es solamente un asunto de poder, sino aún más, un asunto de autoridad. Por ejemplo, cuando se predica la Palabra, no sólo necesitan poder, sino también autoridad. Esto es cierto en el caso de algunos que oran ante Dios. No solamente tienen poder, sino también autoridad, porque están en la posición celestial.

Con frecuencia las personas dicen que para orar es necesario eliminar los pecados, tener fe, y aferrarse a la promesa de Dios. Pero gradualmente nos daremos cuenta que estas cosas no siempre funcionan. Podemos haber estado llenos de fe, y sin embargo Dios no nos cumplió aquello por lo cual oramos. Nos aferramos a la promesa de Dios, pero la promesa también falló. Si estamos dispuestos a aprender algunas lecciones sobre la oración, podremos ver gradualmente que la oración no es cuestión de creer ni de aferrarnos a la promesa; más bien, se trata de ver, al ser visitados por Dios, la posición que corresponde a la oración. Entonces podrán realizar la tarea de la oración en la esfera celestial. En ese momento, su oración es una oración de autoridad. No se trata de creer o de aferrarse a la promesa, sino de que tengan la posición y la autoridad para realizar esa tarea. Dios no tendrá más alternativa que aprobar tal oración, y ciertamente Él la aprobará.

Cuando lleguen a este punto, sabrán que hay ciertas cosas por las cuales no pueden orar, porque Dios no les permite hacerlo. Cuando mucho, pueden hablar acerca del asunto con Dios, y decirle: “¿Oh Dios, puedo orar por este asunto? Si Tú quieres, por favor hazlo”. No deben decir: “Oh Dios, Tú debes hacer esto, porque me he aferrado a Tu promesa”. ¿A qué se debe que a veces cuando oran de esta manera, no hay respuesta? Se debe a que Dios no les ha dado esa promesa. Esto no depende solamente de que tomen medidas con respecto a sus pecados ni de que confiesen sus faltas, sino de que se pregunten: ¿Dónde estoy? ¿Cuál es mi naturaleza? y ¿En qué clase de atmósfera me encuentro? Si están en la esfera de los cielos, estoy seguro que de cada diez oraciones, ocho serían eliminadas, porque son innecesarias, y tampoco podrían orar por tales cosas. Al estar en tal posición sabrían que no son cosas por las cuales deben orar.

No hay realmente ninguna otra cosa que exija tanto de nosotros como la oración. Solamente al orar pueden ver claramente lo que son, cuál es su condición y dónde están. Generalmente, en otras circunstancias, no tienen ninguna manera de descubrir donde están, pero una vez que están en oración, quizás descubran que están totalmente fuera de la esfera celestial. Por esta razón, cuando uno recién cree en el Señor, se atreve a orar por cualquier cosa; pero más adelante, cuanto más ha estado siguiendo al Señor, más estrecha es la esfera de sus oraciones y menos audaz es en la oración. No nos atrevemos a orar por aquel asunto ni por este otro. Cuanto más crecemos en el Señor, más nos damos cuenta que la oración tiene su propia posición y esfera. Es en tal posición y dentro de tal esfera que puede haber autoridad.

(Lecciones acerca de la oración, capítulo 17, por Witness Lee)