III. UNA VIDA DE PERMANECER EN EL SEÑOR
La vida cristiana es una vida de permanecer en el Señor. Si usted permanece continuamente en el Señor, su vida seguramente será santa, victoriosa y espiritual. Todos los aspectos de nuestra vida cristiana están incluidos en una vida de permanecer en el Señor. Hay varios asuntos relacionados con este vivir que necesitamos aprender bien.
A. Andar conforme al Espíritu
Andar por el Espíritu es andar conforme a la unción. Hemos dicho que Dios viene a nosotros como el ungüento interior, continuamente ungiéndonos y dándonos conciencia interior. Si andamos conforme a esta conciencia, estaremos andando por el Espíritu. Por ejemplo, si mientras estamos hablando, una conciencia interior nos prohíbe continuar, entonces debemos detenernos. Si el sentir interno nos insta a hacer algo, debemos obedecer y hacerlo. Quizás estemos a punto de manifestar cierta postura; pero si hay una sensación interna que nos impide hacerlo, entonces debemos detenernos rápidamente y no externarla. Ya sea en cosas grandes o pequeñas, debemos aprender a seguir la conciencia o percepción interior. Obedecer este sentir interno es andar por el Espíritu. Y andar por el Espíritu equivale a obedecer la unción del ungüento. En esto consiste permanecer en el Señor según la aplicación del ungüento.
Cuando recibimos nuestra salvación, enseguida obtenemos al Espíritu, quien es el ungüento que nos unge y se mueve en nosotros. Por tanto, es inevitable que estemos conscientes de la unción. Nuestra responsabilidad es obedecer estrictamente ese sentir que se halla en lo profundo de nuestro ser. No debemos pensar ni razonar. Pues una vez que pensemos, consideremos, discutamos o analicemos, seguramente nos habremos salido de nuestro espíritu y no seguiremos permaneciendo en el Señor. Los pensamientos, razonamientos e intuición natural frecuentemente interrumpen la comunión con el Señor. Por tanto, no debemos prestarles atención, sino que debemos atender el sentir que se halla en lo profundo de nuestro ser. Cuanto más andemos conforme a la conciencia interior, descubriremos que nuestro permanecer en el Señor se hace más profundo todavía. Y, simultánea y espontáneamente, nuestra vida será una que permanece en el Señor.
B. Tomar medidas con respecto a los pecados
Dentro de nosotros existe la naturaleza pecaminosa inherente, y por fuera vivimos en una sociedad que está llena de corrupción y pecado. Inconscientemente somos contaminados por el pecado diariamente. Por tanto, si realmente andamos conforme al Espíritu y vivimos continuamente en el Señor, de seguro estaremos conscientes del pecado. Así que, debemos confesar nuestros pecados ante el Señor y apartarnos de ellos al ser guiados por Él. Debido al ambiente pecaminoso del entorno y a la naturaleza pecaminosa por dentro, es difícil vivir cada día sin ser contaminados por el pecado. A menudo, inconscientemente el pecado molesta nuestra mente, daña nuestra parte emotiva, contamina nuestro espíritu y nos hace pecaminosos en nuestras acciones. Por tanto, únicamente por medio de la sangre, mientras que confesamos nuestros pecados una y otra vez, podemos permanecer en el Señor.
Rara vez ocurre que alguien que sepa realmente como orar, lo haga sin primero confesar sus pecados. Cuanto más uno ande conforme al Espíritu, más descubrirá que tiene muchos pecados por dentro y por fuera. Cuanto más uno ande conforme al Espíritu, más sensible será su conciencia del pecado. Si uno comete un pequeño error, lo detectará inmediatamente y tomará medidas con respecto a éste. Cuantos más tratos experimente, más se llenará de luz en su interior, y más sensible llegará a ser. Cuantos más tratos sufra, más transparente llegará a ser, más tranquilo y más fresco se sentirá interiormente, y finalmente, más vivirá en el Señor. Ésta es una vida de permanecer en el Señor.
C. No debemos permitir
que haya ninguna barrera
entre nosotros y el Señor
Desde el punto de vista de la moralidad, ciertas cosas no se pueden considerar pecaminosas, pero si al hacer algo se forma una barrera entre nosotros y el Señor, entonces tenemos que tomar medidas con respecto a ese asunto. Una vida que permanece en el Señor no solamente rechaza los pecados, sino también rechaza las barreras. Por ejemplo, podemos tener una charla con un hermano. Y puede ser que las palabras que usemos sean apropiadas, y que el tema de la conversación no sea pecaminoso. Pero si después de tal conversación existe una barrera entre nosotros y el Señor, entonces ese asunto es un pecado. Por haber hablado algo en contra del sentir interno, cometimos un pecado de desobediencia. Dios le dijo a Saúl: “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la insubordinación, como la idolatría y los terafines” (1 S. 15:22-23). Cuando usted desobedece a Dios, tal desobediencia se convierte en un pecado que crea una barrera entre usted y Señor.
Por tanto, una vida de permanecer en el Señor no sólo requiere que andemos continuamente conforme al Espíritu, tomemos medidas con respecto a los pecados y nos separemos de ellos, sino que además no debemos permitir que haya ninguna barrera entre nosotros y el Señor. Por muy bueno que sea un asunto, si al llevarlo a cabo se forma una barrera entre nosotros y el Señor, entonces no debemos hacerlo. No debemos actuar según la norma moral, sino tomar al Señor mismo como nuestra norma. A veces podemos dar algo de dinero a otros o ayudar a alguien. Estas cosas son buenas en sí mismas, pero a veces el Señor nos prohíbe hacerlas. Si las hacemos a pesar de Su prohibición, incluso dar dinero o ayudar a alguien interrumpirá nuestra comunión con el Señor y formará una barrera de separación. Debemos abstenernos de hacer cualquier cosa que nos separe del Señor. Para mantener una vida de permanecer en el Señor, no sólo necesitamos tomar medidas con respecto a los pecados, sino que también debemos eliminar toda barrera.
(
Lecciones acerca de la oración, capítulo 11, por Witness Lee)