I. LA ORACIÓN DEBE SER EN EL ESPÍRITU
Sabemos que la existencia y operación del universo y de todo lo que hay en él son gobernados por leyes. Si deseamos hacer alguna cosa eficazmente, debemos guardar las leyes particulares que la rigen. Con respecto a la oración, existe una ley inmutable: la oración debe ser en el espíritu, porque al orar oramos a Dios, y Dios es Espíritu. Si oramos en la mente, en la parte emotiva o en la voluntad, pero no en el espíritu, no podremos contactar a Dios ni introducirnos en Él por medio de la oración, porque dichas facultades no pueden llevarnos a Él. A fin de contactar a Dios y orar hasta introducirnos en Él, tenemos que orar en el espíritu. Cuando el Espíritu Santo expresa oraciones en nuestro espíritu y junto con nuestro espíritu, nosotros podemos tocar a Dios.
Incluso un pecador que se arrepiente y ora al Señor después de oír el evangelio debe orar desde su espíritu a fin de tocar a Dios y ser salvo. Hasta que esto suceda, él no estará regenerado, y su espíritu aún no estará vivificado; pero cuando el Espíritu Santo lo conmueve, ilumina su conciencia y causa que él se arrepienta, él orará a partir de su conciencia alumbrada. Ya que la conciencia constituye la parte principal del espíritu, la oración que se origina en la conciencia es una oración que se origina en el espíritu. Cuando una persona es iluminada por Dios y conmovida por el Espíritu Santo, su conciencia queda convicta de pecado. La súplica que brota de esa conciencia que siente condenación es, sin duda alguna, una oración en el espíritu. Por tanto, tal oración puede contactar a Dios y producir una confirmación en nuestro interior. Sin embargo, hay personas que oran cuando oyen el evangelio, pero sin efecto aparente. Ellas han escuchado cierta doctrina, han recibido ciertas instrucciones mentalmente y han hecho una confesión ante Dios según sus pensamientos, pero su conciencia permaneció sin ser tocada. Tal oración no puede tocar a Dios.
Somos hijos regenerados de Dios, en quienes mora el Espíritu Santo y, por ende, nuestras oraciones deben ser hechas en el espíritu para tocar a Dios y para recibir respuestas de Él. Éste es el primer punto que debemos tener bien claro.
(Lecciones acerca de la oración, capítulo 5, por Witness Lee)